La última crisis económica ha elevado el grado de hostilidad del mercado de trabajo para con todos, pero especialmente para con los jóvenes. Estos últimos tienen el triple de probabilidades de estar desempleados que los adultos. Y entre los que trabajan, tres de cada cuatro sufren empleos informales, frente a los tres de cada cinco adultos. Son cifras globales que pone de manifiesto un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que añade más números: pese a que la población joven creció en 139 millones de personas entre 1997 y 2017, su fuerza laboral cayó en 34,9 millones en ese mismo periodo. Sólo la mitad de los jóvenes de entre 15 y 24 años participan en el mercado de trabajo y la proporción de ellos que se engancharon al mundo laboral, tanto trabajando como buscando un empleo, cayó desde el 55% hasta el 45,7% en los veinte últimos años.
“Ni-nis” globales y cuestiones de género. Detrás de estos últimos números, lo estarán pensando, hay una causa positiva: los jóvenes pasan cada vez más años en el sistema educativo. Pero también hay otras razones y tienen que ver con los roles de género que aún persisten y que son especialmente dañinos en ciertas partes del planeta El 21,8% de los jóvenes ni estudian ni trabajan y son predominantemente mujeres, con una tasa que alcanza el 34,4%, frente al 9,8% de los varones. En definitiva, tres de cada cuatro jóvenes que ni estudian ni trabajan son mujeres, proporción que es aún peor en los países emergentes, en los que cuatro de cada cinco jóvenes que no trabajan son mujeres, y especialmente en el sur de Asia, donde nueve de cada diez “ninis” son mujeres.
La evolución del desempleo no es favorable. Se espera que este año la tasa de paro de los jóvenes haya subido en los mercados emergentes desde el 13,6% hasta el 13,8% y aunque se prevé que se estabilice el año que viene, estos niveles son los más elevados desde 2003. En cuanto a los países en vías de desarrollo, se pronostica que se mantenga en el 9,5% este año y el próximo, aunque con un incremento de medio millón del número de desempleados. En los países desarrollados, el paro juvenil se prevé que se haya reducido este año desde el 14% hasta el 13,4%, aunque la OIT anticipa un ligero aumento para 2018, hasta el 13,5%.
El paro, insiste la OIT, ataca más a los jóvenes: así, por ejemplo, en los países árabes, el norte de África y el sur de Asia, los jóvenes explican el 40% del desempleo, aunque sólo representan el 17% de la fuerza laboral; en el norte, el sur y el oeste europeo, los jóvenes suponen el 20% de los parados, pese a constituir apenas un 10% de la población laboral.
Éstos son los más que decepcionantes resultados del crecimiento económico que por primera vez en mucho tiempo, destacan los economistas, se está produciendo de manera casi sincronizada a nivel global.
Los jóvenes también sufren paro de larga duración. En los países de la OCDE, en 2016, casi el 18% de los desempleados jóvenes llevaba un año o más sin trabajo; si hablamos de la UE, en el primer trimestre de 2017, este porcentaje rozaba el 29%.
La pobreza en el empleo también afecta más a los jóvenes. Aunque la dificultad de encontrar un puesto de trabajo es una causa importante de preocupación, también lo es, e incluso mayor, que, una vez que se consigue, no tenga la calidad suficiente para garantizar una vida digna. El 16,7% de los trabajadores jóvenes de países emergentes y en vías de desarrollo, es decir, 70 millones de personass, viven en la extrema pobreza (con menos de 1,90 dólares al día), frente al 10,6% de sus mayores.
En los países desarrollados, el 12,5% de los jóvenes están en riesgo de pobreza, frente al 9,5% de los trabajadores entre 24 y 54 años. La OIT destaca que en Grecia y en España los trabajadores jóvenes en riesgo de pobreza son cerca del 20%.
Si entre los trabajadores jóvenes tiene más incidencia la pobreza es porque también ellos sufren más la economía informal. Más de tres cuartos de los jóvenes trabajadores (76,7%) están en la economía informal, frente al 57,9% de los trabajadores adultos. La presencia, tanto en los jóvenes como en los mayores, del trabajo informal es elevadísima en los países en vías de desarrollo, con un 96,8% y un 90,2%, respectivamente. En los países emergentes también es muy elevada: entre los jóvenes la economía informal explica el 83% de los puestos de trabajo, veinte puntos más que entre los adultos.
En los países desarrollados, el empleo informal pesa más de lo que nos imaginamos: el 20% del trabajo de los jóvenes lo sufre, tres puntos más que el de los adultos.
La tecnología… ¿una salvación o la garantía de una condena de por vida? Las nuevas tecnologías, la robotización, la impresión 3D, el internet de las cosas o la inteligencia artificial pueden convertirse en motivos de optimismo para la juventud, puesto que ésta está, en principio, más preparada para los retos que se avecinan. Pero también pueden ser amenazas, dado que la nueva maquinaria puede suplirles en los puestos de trabajo que deberían estar ocupando ya tendría que ocupar en el futuro.
Respecto a este dilema, lo que la OIT concluye es que los efectos serán diferentes según los países a los que nos refiramos, dependiendo de la estructura económica, el nivel de desarrollo y lo preparada que esté la fuerza de trabajo para adaptarse a las nuevas tecnologías.
Así, los robots y otras tecnologías automatizadas para la industria y los servicios están todavía significativamente concentrados en los países desarrollados, mientras que los emergentes y en vías de desarrollo siguen dependiendo muy a menudo del trabajo de bajos salarios y baja cualificación. Pero, a medida que la tecnología se difunda, los costes de producción se reducirán y la ventaja competitiva que los bajos salarios suponen para los países en vías de desarrollo irá perdiendo importancia. ¿Implica esto una amenaza para el empleo en estas economías?, ¿la supone el hecho de que, como dice la OIT en el informe, se vayan automatizando las labores más rutinarias en estos países?
En los países desarrollados, las tareas que se mecanizarán ya no serán las más rutinarias, sino las más complejas. Aunque estas últimas y las que exigen las habilidades cognitivas y sociales más sofisticadas para la resolución de problemas o creatividad, imaginación, pensamiento crítico… aún están lejos de ser desempeñadas por máquinas, lo que implica que los trabajadores más formados verán, al menos en un primer estadio, menos amenazado su puesto de trabajo y su status en el mercado laboral.
Así, en ambos grupos de países, en los emergentes y en los desarrollados, los trabajadores de menor formación serán los más afectados. Y en unos y en otros, los jóvenes tienen las de ganar, porque tienen mayores niveles educativos y han crecido en un ambiente tecnológico.
Dependerá de los sectores: los más dinámicos. El informe dedica una atención especial al comportamiento del empleo por sectores por regiones geográficas. Y concluye que, a nivel global, hay unos pocos sectores que están creciendo y están absorbiendo rápidamente a grandes cantidades de trabajadores y trabajadoras jóvenes, a menudo a una velocidad mayor que de adultos: la intermediación financiera; transporte y almacenamiento; información y comunicación; comercio, hoteles y restaurantes; y los servicios de salud y cuidados.
Pero que estas actividades se mantengan como fuertes creadoras de empleo a largo plazo -así como la naturaleza de los puestos de trabajo que sean capaces de generar- dependerá muy mucho de la velocidad del cambio tecnológico, lo que se reflejará también en el tipo de capacidades que demanden.
Así, el sector financiero, que está intensificando su modernización con el fintech tanto en el mundo desarrollado como en los países emergentes y en vías de desarrollo, por el momento, ha incrementado la contratación de jóvenes muy formados, no sólo en gestión, finanzas y contabilidad, sino también en tratamiento de datos y su análisis o en tecnología móvil, resolución de problemas o idiomas. Y, además, se ha observado cómo premian actitudes favorables al aprendizaje y a la adaptabilidad. Pero la nueva banca también puede seguir requiriendo trabajadores con formación media en electrónica, hardware y software especializada. El “pero” que el informe pone al crecimiento del empleo en el nuevo sector financiero es que ha estado correlacionado con el aumento de la desigualdad.
El sector salud también se ha estado expandiendo por todo el globo y creciendo en empleo más rápido para los jóvenes que para los adultos. Y eso que el progreso técnico está transformando esta actividad de muchas maneras: influye en el modo en que los pacientes interactúan con médicos y cuidadores; en cómo se generan y se gestionan los datos médicos; y en cómo se forman y entrenan los profesionales. Pero es posible, al menos eso dice el informe, que la tecnología, más que sustituir, complementará el trabajo de los profesionales del sector salud, que podrán pasar más tiempo con los pacientes, explicando los diagnósticos y los tratamientos. Como en el sector financiero, el de salud y cuidados ha incrementado la demanda de trabajadores de la mayor cualificación, pero también se prevé que siga requiriendo trabajadores con titulaciones medias.
Pero, aunque haya sectores tan dinámicos como éstos, sigue habiendo dudas respecto a si habrá suficiente trabajo decente para los 25,6 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años que entrarán en el mercado de trabajo entre 2017 y 2030.
¿Suficiente trabajo… de calidad? “Las oportunidades laborales emergentes, especialmente las que proporcionan las tecnologías digitales, están ligadas a una amplia variedad de formas de empleo que, en general, ofrecen más flexibilidad, particularmente para las mujeres, pero también implican un mayor riesgo de estrés por su menor seguridad”, expone el informe de la OIT. “La mayoría de las nuevas formas de empleo están asociadas a una mayor inestabilidad y una impredecible carrera laboral de los trabajadores jóvenes», añade. Impredecibles también son «la dimensión y la regularidad de sus salarios a lo largo de sus vidas laborales». Las nuevas formas de empleo «también están asociadas a una menor formación en el empleo y a salarios más bajos”, agrega en otro punto del informe.
Y dedica otro párrafo al trabajo que proporcionan las nuevas plataformas de internet, que se caracteriza por los bajos ingresos por hora que ofrecen, aunque éstos varían según los países: así en Estados Unidos son el doble que en India y las diferencias regionales son más para las mujeres que para los varones.
Asimismo, hay que tener en cuenta los contratos de cero horas, que están proliferando en el norte de Europa, y que implican que si bien existe una relación continua entre el empleador y el empleado, no existe obligación, ni se espera que exista, de un trabajo y una paga continuada, ni siquiera de un mínimo de ambos. Eso sí, el empleado debe estar disponible cuando el empleador lo necesita. Un tercio de los trabajadores con estos contratos son menores de 25 años.
Existe el riesgo de que todas estas opciones no sean nuevas modalidades para jóvenes que quieren simultanear trabajos y estudios, o que necesitan sobrevivir mientras la economía sale de una crisis aún con secuelas. El peligro está en que estos modelos de empleo propiciados no sólo por las nuevas tecnologías, sino también por una creciente desregulación, se hagan crónicos, es decir, que ahora sólo sean la manifestación en miniatura del mercado laboral que nos espera.
De momento, veamos lo que ha sucedido hasta ahora a través de dos gráficos. El primero, bajo estas líneas, muestra la variación de las formas de empleo de los jóvenes en los diez últimos años, entre 2005 y 2015. Fijémonos en España: bajan tanto los empleos formales permanentes como los temporales, mientras que suben los empleados sin contrato y los trabajadores por cuenta propia. En el resto de los países de la Europa Occidental, lo que ha aumentado, en términos generales, es el trabajo por cuenta propia y el temporal.
El segundo gráfico es el que colocamos bajo estas líneas. Fijémonos de nuevo en España. Los jóvenes disfrutan de menor trabajo permanente, sufren más la temporalidad y también el trabajo sin contrato. Es una pauta que no difiere del resto de países de nuestro entorno.
Para ser unos datos para medir el modo en que parece que de momento influye la tecnología en el mundo laboral, no son muy esperanzadores. El peligro es para quienes ya están sufriendo este nuevo modelo laboral. Para quienes se vayan incorporando a un mercado de trabajo en que las tendencias recientes se consoliden y se generalicen. Para los que se vayan jubilando, incluso aunque hayan tenido trabajos estables y bien remunerados, porque un mercado laboral así no permite el pago de unas pensiones suficientes. Y para aquellas personas, que parece que cada vez serán más, que tengan carreras laborales inestables, irregulares… ¿cómo llegarán a la jubilación?, ¿con qué recursos?, ¿con qué colchón público o privado? Son éstas, todas, cuestiones que no estamos abordando y a para las que ya llegamos tarde.
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