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Mientras tantoLa dictadura imperfecta

La dictadura imperfecta


 

En 1990, un Vargas Llosa convertido en político definió el sistema político mexicano como ‘la dictadura perfecta’.

 

“La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México», dijo el peruano ante un atónito Octavio Paz, que no paraba de hacer aspavientos de desdén. «Yo no creo», dijo Vargas Llosa , «que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándole de una manera muy sutil».

 

 

 

Poco ha cambiado México en 25 años. Hoy, los medios de comunicación de todo el mundo denuncian la barbarie del narco, pero hay algo que llama poderosamente la atención: nadie culpa al gobierno. Denuncian la violencia como si fuera un mal al que no puede hacerse frente, como si fuera ajeno a los políticos. Si cae un rayo en Caracas, la prensa echará la culpa al “régimen” Maduro; si un huracán arrasa Bolivia, Evo Morales figuraría como máximo responsable por su desastrosa gestión populista. Pero si en México el ejército, la policía y las autoridades locales preparan y encubren una masacre de estudiantes, el Gobierno sale indemne con la excusa de que fue el narco. Nadie o casi nadie pide explicaciones. ¿Por qué sucede esto?

 

México es un país con más de cien mil asesinados en la última década y decenas de miles desaparecidos, con miles de feminicidios y secuestros cada año, con una impunidad y una corrupción imperiosas, con grupos criminales descaradamente inmersos en la política y con unas autoridades (ejército y policía) con numerosos elementos que se dedican a robar, violar, matar y secuestrar personas inocentes. De dictadura perfecta no tiene nada: a nadie convence, a nadie engaña, es la imperfección y la atrocidad humana convertida en nación. Y sin embargo, la prensa, los empresarios y las grandes potencias del mundo entero (empezando por Estados Unidos) parecen encantados de que siga tal cual como es: imperfecto y atroz. ¿Por qué? Porque México es una máquina de hacer dinero para todos, es un destino amable y divertido para turistas e inversores, es un vecino cómodo y generoso que da todo y no exige nada a cambio. Su caos y su corrupción parecen vitales para que continúe el flujo de capitales entre Norteamérica y Sudamérica. A nadie conviene que este país se formalice.

 

Todo el establishment señala con el dedo el populismo de Morales, la tiranía de los Castro y la dictadura de Maduro, pero nadie habla de México. Sí, en Venezuela ocurren abusos injustificables, pero tal y como se ha demostrado, la oposición puede ganar las elecciones y cambiar el sistema. En México no. Aquí es inconcebible que un partido que cuestione el sistema pueda llegar al poder. Hay demasiado dinero en juego. Las élites, Estados Unidos y las multinacionales jamás lo consentirán.

 

Cuba es una dictadura, innegablemente. Pero una dictadura en la que el mandatario se preocupa por la cultura, por la sanidad, por la mortalidad infantil etc. Podemos criticar a Cuba hasta el infinito, pero ahí están las cifras de las ONGs para evidenciar sus avances en el terreno social, educativo y sanitario. México es una democracia en la que a ningún político le importan los pobres, los indígenas, las mujeres, los niños… En México solo importa el poder y todo vale para conseguirlo. En la Ciudad de México muchos aseguran que el partido opositor financia a grupos criminales para sembrar el caos, generar el descontento ciudadano y ganarle las elecciones al actual alcalde. ¿Demócratas terroristas? Si para eso sirve la democracia, más nos valdría tener una dictadura pura y dura.

 

México es una dictadura atroz e imperfecta, porque por primera vez en la historia, no gobierna la ideología, sino el crimen organizado. ¿O no son narcos y cómplices del narco muchísimos gobernadores a lo largo de todo el país? Es un descaro repugnante que se omita esta realidad.

 

Mientras México se hunde en el fango, el Presidente Enrique Peña Nieto acaba de informar que el Chapo Guzmán ha sido recapturado. ¿Misión cumplida? ¿Un gran logro en el estado de derecho mexicano? ¿Cesarán los negocios del cartel más poderoso? ¿Caerán los políticos aliados al capo? ¿México será un país mejor? No hay esperanza a la vista.

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