Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoLa digestión del antílope

La digestión del antílope


Estoy tratando de digerir el antílope que me acabo de comer cerca de Pretoria. El lugar se llama Carnivore y tengo todavía el safari dentro. Aunque no llevo trazas ningunas de español un argentino se acerca y se me ríe a la cara llamándome candidato. En otra mesa un grupo de brasileños baila la samba. Estamos en el Mundial, estoy en Sudáfrica, pero esto me parece mucho más que un torneo. Lo de ayer en Durban fue chocolate amargo. Muy amargo. Una España de salón contra un equipo de zapadores. Es tan atronador el ruido de las vuvuzelas que las aficiones apenas se escuchan. No hay cánticos. Vino Manolo el del bombo, pero la cosa no funcionó. Había un suizo con un cencerro tan grande como una campana. Me llevo una impresión rara del debut: mucha posesión para nada. El argentino tiene razón. Los candidatos. Mientras me ha dado tiempo ha saldar una vieja cuenta poética: he estado en Durban, la ciudad que alumbró a Fernando Pessoa. Durban es coqueta, un balcón que da al Ïndico, con un paseo marítimo que impresiona. Allí he visto a la flor y nata de los surfistas convivir con mujeres en burka y esa población india que parece haberse adueñado de este lado del hemisferio. Natal, vieja colonia portuguesa, es hoy tierra zulú y los zulús aprovechan cualquier ocasión para danzar, para tocar la marimba, para tocar la vuvuzela. Han ganado ya en este mundial aunque sus bafana-bafana estén eliminados. El fútbol africano se merecía este homenaje. Hace un frio mesetario y mañana haré una visita a Soweto. Ellos también juegan. El antílope sigue su curso. Cuando me levante quizás España haya vuelto de si misma y esté camino a octavos. Me temo que les falta de momento condición física y mentalidad para asaltar este primer mundial que se celebra en el continente africano. Lo iremos contando.

Más del autor

-publicidad-spot_img