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La distancia adecuada

 

 

A veces llueve –aunque sea mayo– y te viene a la cabeza ese poema tan bueno de Karmelo C. Iribarren. Piensas que es extraño observar la lluvia aunque no llueva y aunque no sea domingo. Estás en tu pequeño despacho pensando justamente en eso y en que hoy sí llueve y te rodean cuatro paredes llenas de libros y pósters que dicen que ‘Reading is sexy’, que ‘Editing is sexy’. Pero nada de eso te convence. Te llega un mensaje de un amigo que te dice que está viendo la ciudad desde un bar que, pese a que siempre está lleno de turistas, tiene las mejores vistas de Barcelona. El Mirablau. Así que bajas a la calle, coges un taxi –en los momentos de agobio siempre piensas que eres rica– y le dices que te lleve allí. Lo bueno que tiene no ser banquera y no dirigir un imperio tecnológico es que hay días que puedes hacer eso: coger y largarte. Con tus Diarios de Iñaki Uriarte en el bolso, con todos los emails que aún no has enviado y tienes que enviar, mirando por la ventanilla y pensando en cuál será el próximo país al que te irás cuando tengas dinero. La lluvia tiene esas cosas.

 

Cuando llegas al bar, tu amigo te sonríe.

 

—¿Mal día, eh?


Te conoce. Empezarías a hablarle de tu próximo destino imaginario pero sabes lo que va a decirte.

 

—Che, pará Laurita. Ponete a laburar que tenés más veranos que David Ghetta.

 
Por eso te quedas callada y observas la ciudad. Barcelona desde las alturas es menos Barcelona. Deja de ser ese conjunto de calles mojadas que a veces te resulta tan agobiante para convertirse en un territorio con una cierta armonía. Observas, a lo lejos, las dos torres, la torre Agbar, el teleférico, esa Sagrada Familia permanentemente en obras. El skyline, como se dice ahora. Te das cuenta de que a veces hay que parar y hacer un zoom, como en google maps, porque visto de lejos, todo cobra un poco más de sentido. Es igual que cuando te acercas demasiado al televisor: eres incapaz de distinguir la imagen que se forma. Dicen que la distancia ayuda, ¿no? Tanto la física como la emocional.

 

Hay que tomar distancia de los días nublados. Desde el Tibidabo, Barcelona tampoco se ve tan gris. Al azar, abres los Diarios de Uriarte como si quisieras predecir el futuro y lees: “La más hermosa de las valentías es la de ser feliz”. Es una cita de Joubert. Te dices que te va bien la frase. Para ser feliz hay que respirar. Hay que subir apenas un par de kilómetros –a poder ser sin taxi- para ver que las piezas encajan. Solo hay que encontrar la distancia adecuada.

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