
En la década de 1970 eran los Panteras Negras. En los años 90, los antisistema. En el 2000, los eco–fashion. Los ricos y poderosos sienten debilidad por las ideas radicales, siempre y cuando no pongan en peligro su statu quo. Hace cuarenta años, Leonard y Felicia Bernstein abrieron las puertas de su elegante piso del Upper East Side al llamado “movimiento revolucionario socialista de autodefensa” fundado por Huey P. Newton y Bobby Seale. En aquella velada de blancos millonarios y negros socialistas, la flor y nata de Nueva York creó una moda que nunca pasa de moda: el radical chic.
Ahora, la gauche caviar internacional abre las puertas de sus refinados salones a todo tipo de corrientes. La diseñadora Miuccia Prada, comunista confesa en su juventud, divide su tiempo entre la dirección de su emporio de lujo y su fundación, una organización multidisciplinaria que organiza conferencias de filosofía y exposiciones de arte bajo la tutela de Germano Celant. El maestro del “arte povera” y Prada promueven por igual las esculturas de Walter de Maria, las películas del actor Steve McQueen y los ensayos del “filósofo de la estética” Massimo Cacciari.
“Cuando era joven, el Partido Comunista era la opción soft”, dijo Prada en una reciente entrevista a “The Guardian”. “En aquellos días, si no eras estúpido, querías cambiar el mundo y eras de izquierdas”. Ahora que es la cuarta fortuna más grande de Italia (seis mil millones de euros, según “Forbes”), Miuccia coquetea frívolamente con sus viejos ideales. El Palais de Iéna, sede del Consejo Económico y Social, y el cuartel general del Partido Comunista francés son los escenarios de sus glamurosos desfiles durante la Semana de la Moda de París.
Vivienne Westwood, considerada la reina madre del punk, ya no habla de anarquismo. Al menos no desde que ella misma proclamó su particular visión del triunfo marxista. “El sueño de Marx se ha hecho realidad. Ahora sí que tenemos al proletariado en el poder, y es realmente malo”, dijo hace unos años en una polémica entrevista a la revista “Arena Homme”. Ahora, la vieja musa de los Sex Pistols levanta la bandera de la lucha contra el cambio climático. Eso sí, su emporio textil de tartanes e imperdibles todavía no cuenta con políticas medioambientales para reducir las huellas de carbono.
Ni siquiera Stella McCartney, la niña mimada del veganismo, se salva de los dobles estándares del “terrorismo chic”. La hija del ex Beatle viaja por el mundo celebrando los derechos de los animales. De hecho, hace unos meses, tras abrir su primera tienda en Barcelona, festejó la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Sin embargo, McCartney aun no se ha pronunciado sobre el uso indiscriminado de pieles que hace el gigante de moda PPR, co-propietario de su firma de ropa. Algunos piden los cambios para que nada cambie. In statu quo ante bellum.