No sólo fue la exuberante Anita Ekberg. La actriz sueca de melena rubia y vestido negro de apabullante escote que en el papel de Sylvia llamó a gritos de ‘Come here’ a un inocente Marcelo Mastroianni para que la acompañara al mismísimo interior de la Fontana di Trevi de Roma ha sido, es y será siempre el símbolo de una generación. Esta escena de la película ‘La dolce vita’, de 1960, no es sólo el fotograma inmortalizado en el imán de nevera que venden los comerciantes en los puestecillos colindantes al emblema turístico italiano. Representa también el primer pensamiento, la inspiración y la evocación de todo viajero que al llegar a la fuente sueña con ser Anita Ekberg en una noche imposible de pasión solitaria en Roma, en la que zambullirse en la Fontana con su particular Mastroianni. El pasado domingo 11 falleció Anita Ekberg a los 83 años, pero con ella no muere el sueño. Aunque pasen los años siempre será la musa que evoquen los soñadores a pie de la Fontana di Trevi y justo antes de lanzar la moneda que les permita regresar a la ciudad eterna.
Texto por Patricia Gardeu