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Mientras tantoLa economía c’est chic

La economía c’est chic


Las finanzas de la eurozona se ven mejor que nunca. Puede que suene a broma, pero les prometo que hablo muy en serio. Más allá de la crisis griega, del desempleo español o de la deuda irlandesa… me atrevo a decir que la economía continental luce radiante y pulcra, incluso estoica. Y la culpa de ésto la tienen Christine Lagarde, ministra francesa de Economía y firme candidata para dirigir el Fondo Monetario Internacional, y Mario Draghi, flamante presidente del Banco Central Europeo.

 

Ellos sí que se ven bien. Basta con mirar atentamente al ex gobernador del Banco de Italia. Muchos le achacan su pasado como directivo de Goldman Sachs, pero nadie se atreve a decir algo en detrimento de su look. De hecho, la prensa internacional no hace más que halagar los trajes a medida del signore Draghi. “Está siempre perfectamente vestido”, decía “The Independent” hace algunos meses. “Se viste escrupulosamente: le compra todas sus camisas al mismo sastre y, no importa cuánto frío haga, jamás lleva abrigo sobre sus impecables trajes”, revelaba la agencia Reuters.

 

Quizá sea correcta aquella frase de Emerson que dice: “tu imagen grita tanto que no escucho lo que dices”. “Su regla de no llevar abrigos podría querer decir que siempre está preparado para moverse”, destacó la estilosa Vanesa Friedman en una de sus recientes columnas en el «Financial Times» (recomiendo que la lean cada sábado en el suplemento de Vida y Artes). “Es difícil no pensar que Draghi está queriendo decir algo con su ropa: es tentador ver que la utiliza como un disfraz, de modo que cuando sus labios dicen palabras no patrioteras, su traje está diciendo ‘pero soy uno de ustedes’”. Así es, las apariencias importan y será interesante oír a “Super Mario” –mejor dicho, verlo- a partir de noviembre, cuando asuma su cargo en Frankfurt.

 

Mano de hierro, guante de Hermés

 

El otro faro de estilo en la revuelta economía europea es Christine Lagarde (mis disculpas para Frau Merkel). Nombrada “una Confucio en Chanel”, Madame la Ministre es –y cito a «The Economist»- “una comunicadora magnífica”. Y, como ya dije, no solo las palabras comunican (aunque hable un perfecto inglés tras 25 años de carrera en Estados Unidos). Vale la pena estudiarla: esos pañuelos Hermés que lleva al cuello, su cabello de tinte blanco-plata “a lo Meryl Streep en la piel de la Wintour”, sus tailleurs de la casa Chanel y esa pose de digna nadadora son sus mejores cartas de presentación… y sus armas para la negociación.

 

Madre divorciada, abogada con destreza en las finanzas, ex girl scout, ex miembro del equipo nacional francés de natación sincronizada… uf, Lagarde es épica, un icono de elegancia. “Detrás de la ex modelo y Primera Dama Carla Bruni, ella es la figura pública francesa más reconocida y a la moda”, decía Mick O’ Reilly, editor de Gulf News. Pero estilosa no tiene por qué ser sinónimo de aparatosa. “Cuando tienes que estar corriendo todo el tiempo porque llegas tarde a una reunión, no puedes permitirte el lujo de usar stilettos o vestidos frou-frou que necesitan una plancha”, comentó ella misma recientemente. No, mujeres como ella tienen un solo mono de trabajo: los trajes de chaqueta, pero obviamente de Nina Ricci. 

 

El look “Lagarde” ha llegado hasta las páginas de “Vogue”. La editora de la versión italiana, la poderosa Franca Sozzani, dijo de ella: “Ya es prácticamente la ganadora (en relación a su candidatura para presidir el FMI). No hay concesiones para la frivolidad pero, al mismo tiempo, es elegante y sofisticada”. Y aunque podría seguir citando medios que destacan su bon chic («The Guardian», «The Telegraph», «Financial Times»), no creo que valga la pena. Lo cierto es que se ha escrito mucho -y muy bien- sobre ella, y muy poco sobre Agustín Carstens, el gobernador del Banco de México que también compite por el mando del organismo internacional. El Sr. Carstens deberá aprender la lección: El hábito no hace al monje, pero le ayuda a ser mejor.

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