Uno de los dogmas del capitalismo popular más arraigados, y probadamente falsos, es aquel mito de que la privatización lleva consigo la competencia, y con ello, la bajada de tarifas y beneficios para el consumidor. Hace un par de décadas que los hechos han venido contrarrestando la propaganda de los neoliberales. A menudo, en sectores estratégicos como la energía o las telecomunicaciones, se acaban creando oligopolios que concuerdan precios; de competencia, nada. Como el sector privado, al contrario que el público, ha de mirar –y mucho- por aumentar los beneficios, es de cajón que acabará pagando el bolsillo del consumidor. Pero, por mucho que el sentido común desmienta el dogma de la ortodoxia neoliberal, el discurso caló tan hondo que muchos creen todavía que la privatización de un sector abarata la factura, como también que la empresa privada es per se más eficiente que la pública. Aunque, insisto, la realidad nos desvele una y otra vez que no es así. Que le pregunten a los ingleses, que vieron cómo la calidad de su red ferroviaria se despeñaba tras su liberalización.
Por falsos que fuesen, con esos argumentos se privatizaron en los 90 servicios tan estratégicos como las telecomunciaciones y energía. En este último caso, es un poco más complicado: funcionaban varias compañías, aunque operaban regionalmente y en régimen de monopolio. Eran empresas privadas, salvo Endesa, que fue engordando en los años previos a su privatización, con la absorción de varias compañías, entre ellas alguna que se rescató en situación de quiebra. Otra vieja historia: la empresa con problemas es absorbida por la pública y, una vez saneada, se privatiza.
Como recordaba ayer Toni Garrido en el programa de radio Asuntos Propios, en España tenemos la tercera factura más cara de Europa, y sin embargo les debemos a las compañías eléctricas 24.000 millones de euros, en concepto del déficit entre lo que dicen ellos que cuesta la energía y lo que pagamos los consumidores. Lo que más sorprende es el rocambolesco método de subastas diarias en los que se decide el precio de la energía, y teniendo en cuenta que los que venden y compran son los mismos, no hace falta ser un fanático de las teorías conspirativas para entender que ninguno va a esforzarse por llegar al precio más barato. Y que tampoco se esforzarán por ahorrar energía, sino por vender cuanto más mejor. Me quedan muchas dudas; sobre todo, si tiene una base legal la reclamación de las compañías del famoso déficit tarifario. O sea, si de hecho vamos a tener que ‘devolverles’ esos 24.000 millones.
Toni se indigna: ¡pero si esto era nuestro! -al menos lo era Endesa-, y sugiere que, si tanto déficit hay… que nos lo devuelvan. Como recuerdan los chicos de Asuntos Propios, lo que antes era casi un sacrilegio, cosa de locos marxistas sin remedio, ahora se plantea cada vez con más frecuencia: la re-nacionalización de los servicios públicos. Será que nos estamos dando cuenta de que nos han timado.
Así que ojo, porque el PP llevaba en su programa la privatización –veladamente, claro- de los pocos servicios públicos que siguen en manos privadas, como Correos y la Renfe, que, tras millonarias inversiones en alta velocidad, es hoy una de las empresas públicas más rentables. Hay que defenderlas, porque son nuestras. Todo lo demás ya se está privatizando, y con Madrid a la vanguardia: desde la gestión de los hospitales públicos hasta los polideportivos. Con Los Mercados –es decir, los banqueros- apretando para que se efectúen recortes y reformas, pero sólo en lo que ellos quieren, y con una clase política aliada con los intereses del capital y no con los de sus pueblos, los gobiernos de toda Europa encontrarán un terreno abonado para otra oleada de privatizaciones como la de los 90. La ventaja es que hoy estamos más indignados que entonces, y además la experiencia ya nos ha probado que el mito de la eficiencia privada es sencillamente una mentira. Creo que los indignados de toda Europa, el movimiento del 15M en España –que sigue vivo aunque parezca aletargado-, deberían unir sus fuerzas y priorizar esa lucha entre sus demandas: la defensa de los servicios públicos, desde el transporte a la luz, pasando por la sanidad y la educación, y, por supuesto, el agua.
* Siempre pedagógico y desternillante escuchar Asuntos Propios: en la web de RTVE se pueden escuchar todos los podcasts.