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BrújulaLa estela de plata vieja de un poeta entre Neda, Majadahonda y...

La estela de plata vieja de un poeta entre Neda, Majadahonda y Olomouc

Los más viejos del lugar recordarán a Vicente Araguas (Xuvia-Neda, A Coruña, España, 1950) como cantautor de un movimiento fundacional de nueva canción gallega, Voces Ceibes (Voces Libres), y un poemario que algunos atesoran desde que se publicó, en 1978: Paisaxe de Glasgow. Profesor, poeta, periodista y crítico literario, tiene todo el sentido que su tesis doctoral en Filología Inglesa estuviera dedicado al autor de ‘Like a Rolling Stone’: O mundo poético de Bob Dylan, y que su libro más reciente (Ensinar poesía na escola: Enseñar poesía en la escuela) salga a la par que su último poemario: Ronsel de prata vella (KV 4). Con afirmaciones que parecen y son toda una declaración política y moral (“las patrias para quien las quiera”, tan útiles y desdeñadas en esta nueva era de nacionalismo, populismo y ombliguismo en que se buscan, como casi siempre, chivos expiatorios en los otros, los distintos, los que huyen, los que vienen y hacen lo mismo que tantos españoles, y tantos gallegos, hicieron antes), este poemario está formado por cuatro movimientos, que son cuatro tempos, caudalosos, que se van desplegando con el mar de fondo de la cuarta sinfonía de Johannes Brahms: ‘Allegro non troppo’, ‘Andante moderato’, ‘Allegro giocoso poco meno presto’ y ‘Allegro energico e passionato’, el poeta va dando pistas secretas y no tan secretas de su cosmovisión y la pasión que mantiene alerta su estro poético y su intleligencia, con una interlocutora que suscita tanto misterio como curiosidad y de la que dice: “Na miña rexión natal”, aseguras,/ “os corazóns multiplican o efecto/ da neve, e o lume arde na roda/ morava dos pavos” (“En mi región natal”, aseguras, “los corazones multiplican el efecto de la nieve, y el fuego arde en la rueda morava de los pavos”). La melopea del cantor acaba encontrando una suerte de tempo atento y demorado, en el que los propios versos son un encabalgamiento que se llena de sentido, como si el poeta viera claramente lo que piensa mientras lo escribe sobre una superficie líquida, que la tinta trata de troquelar para que se perpetúe tanto en la memoria del que escribe como en la del que, asombrado, lee, y se reconoce: que la poesía cuando hace diana es un bebedizo de doloroso goce. Se ve en algunos de los poemas más logrados de esta estela de plata que enlaza tres ámbitos existenciales de Araguas: Xuvia-Neda, en Galicia, donde nació; Majadahonda, a las afueras de Madrid, donde vive, y Olomouc, en la República Checa, donde encontró una vida multiplicada y donde pasa temporadas y parece que carga su tintero emocional (la traducción es, me temo, una pobre aproximación al original): “marzo y abril/ vienen a ser tan nuestros/ que da miedo, como/ lo hace pensar cuanto damos/ a cada momento en que nos convertimos/ en seres imprevistos (…) Yo quiero reconocer en la alegría/ que me otorgas, señales de humo/ que subiendo, subiendo/ llega al cielo de Estelalba,/ el lugar del que venimos/ y al que tendremos que llegar como lobos/ solitarios como somos alcancemos/ ser naves solitarias; aquellas/ del poeta tan grande, perseguido/ por razones tan oscuras como ciertos amores./ El nuestro, la claridad/ de la lluvia en esta tierra donde tú moras/ tan nuestra, tan mía también”. Ríos subterráneos que los poemas horadan como un berbiquí silencioso bajo las fronteras erizadas de prejuicios y miedos. Araguas las salva una y otra vez gracias a los salvoconductos que expide el amor, y que no están libres de toda perturbación, que la vida consiste en eso. Pero él (traductor y editor por cierto de una más que valiosa antología: Sombras de porcelana brava. Diecisiete poetas portuguesas (1955-1987), publicada por Vaso Roto) no va por ello a dejar de luchar contra el desasosiego con tanto humor y retranca como alegría bien tirada. Porque él sabe que “soñar también es vivir”.

Ronsel de prata vella (KV 4), Vicente Araguas. Editorial Juglar

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