En un país que implementó el llamado socialismo real, ¿es posible ser críticos con el sistema capitalista sin caer en la nostalgia estalinista? Si la lucha por el socialismo ha demostrado el devenir totalitario de los regímenes, ¿será que el que neoliberalismo es la única alternativa?
Estas son algunas de las preguntas que me surgen tras leer y traducir a Vladimir Sabourín. Su arma poética, aunque no está cargada de futuro -representa más bien una realidad distópica y proletaria de lo cotidiano-, nos enfrenta a las contradicciones del sistema capitalista sin caer en una nostalgia por los dos regímenes que marcaron su vida: la Cuba y la Bulgaria comunistas. Nacido en Santiago de Cuba en 1967 y criado y formado en la República Popular de Bulgaria, Sabourín nos adentra, con un lenguaje a veces enrevesado y otras muy directo, en el día a día de la clase obrera y la descripción de su alienada cotidianidad.
Términos como conciencia de clase o lucha de clases parecen totalmente desfasados en el mundo globalizado de hoy. Regímenes como el de Cuba y China, que tímidamente o de manera totalmente descarada han ido aceptando y promulgando las reglas de la economía de mercado mundial –aunque conservando su inevitable toque autoritario propio del estalinismo–, son dos ejemplos de espejos donde no mirarse. La pregunta es: ¿entonces qué nos queda?
A nadie le agrada que empresas multinacionales destrocen los ecosistemas o que gobiernos autoproclamados democráticos hagan de la guerra un negocio, pero en este contexto de ausencia de referentes políticos, sociales y económicos no hay una receta mágica. Sabourín es consciente de ello y su voz no pretende ofrecernos la pócima mágica, pero tampoco evita posicionarse: su poesía es crítica con el capitalismo, con la destrucción de los ecosistemas y el consumismo, pero también con la llamada burguesía roja y burocratizada propia de los regímenes “comunistas”.
Sabourín no huye de la reivindicación de cierta terminología propia del movimiento obrero revolucionario –sin duda un recurso poético arriesgado en un contexto post-socialista como el suyo– así como tampoco evita señalar con el dedo a los totalitarismos y sus arbitrarias liquidaciones.
Entre mares dorados y buques oxidados, entre la muerte y muchachas blancas (y no tan blancas), entre Trotsky y Stalin, entre ocultas y no tan ocultas alusiones a Manrique y a Pasolini, entre centros comerciales y parques infantiles, entre paraísos perdidos y lejanos, Sabourín nos acerca al grito obrero del capitalismo decadente, tan lleno de rabia, que revienta de cada uno de sus versos.
Marco Vidal González (Sanlúcar de Barrameda, 1995) es un friki de las tortugas. Le gusta la dialectología y leer poesía, así como escribirla y traducirla. Es uno de los redactores de la revista búlgara Нова социална поезия (Nueva Poesía Social). No puede parar de escuchar Boards of Canada. Ha traducido “Nueva Poesía Social. La Antología”, “Muchacha blanca”, “El muchacho azul” y “Urban Perfume”. Puedes seguirlo en La Tortuga Búlgara.