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Mientras tantoLa farsa paraguaya

La farsa paraguaya


 

Hace tres años, el 28 de junio de 2009, el dinosaurio nos recordó que seguía ahí. En Tegucigalpa, unos gorilas sacaban del país al presidente constitucional en pijama y aseguraban que eso era para salvaguardar la democracia. Estados Unidos había vuelto a tejer para las oligarquías y la derecha rancia sacaba los colmillos. Mientras, Europa susurraba incomodidad y la OEA escenificaba un disgusto que le duró nada en comparación con la represión que aún hoy no ha cesado.

 

Este pasado viernes, tres años después, el dinosaurio se fue al sur de excursión para demostrar como en 24 horas se puede escenificar la codicia y la ilegalidad. Fernando Lugo, un presidente de papel sin apoyos políticos, era derrocado «constitucionalmente» –otra vez– por los poderes de siempre, los del agronegocio paraguayo, en una farsa que no ha tenido respuesta por parte de Europa o de Estados Unidos. Pero la gran diferencia es que Paraguay pertenece a Unasur y Unasur no se ha quedado de brazos cruzados.

 

Es difícil que el  nuevo –e ilegítimo– presidente de Paraguay resista el órdago de Brasil (socio del 60% de los negocios paraguayos) y del resto de vecinos. Es impensable que la población se aguante otro déjà vu dictatorial en uno de los países con la historia más triste de las Américas (hogar de caudillos infames, laboratorio de Estados Unidos, campo fértil para la Operación Cóndor, tierra de servidumbre y esclavismo hasta el día de hoy).

 

La farsa paraguaya nos ha puesto tristes. Espero, y deseo, que Unasur demuestre que las cosas son ya diferentes en la región. Espero, necesito, que la farsa escenificada en Asunción termine pronto y que cuando despertemos no haya dinosaurios pastando en territorio guaraní. 

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