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Mientras tantoLa felicidad tiene mucho que ver con la igualdad o las tres...

La felicidad tiene mucho que ver con la igualdad o las tres funciones de los impuestos


 

Ha pasado mucho más inadvertido, pero el informe del Centro de Invetigaciones Sociológicas (CIS) que se publicó esta semana también preguntaba sobre los impuestos. Algunos de sus resultados mostraron, quizás, la necesidad de que hay de realizar cierta pedagogía respecto a su función. Es sorprendente, por ejemplo, que apenas un 10,4% de los encuestados respondieran que «los impuestos son un medio para redistribuir mejor la riqueza en la sociedad», mientras quue un 32,1% contestaron que «son algo que el Estado nos obliga a pagar sin saber muy bien a cambio de qué». Menos mal que un 54% dio su aprobación a la frase de que «son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios públicos». Pero a la pregunta siguiente, «¿diría Ud. que, en conjunto, la sociedad se beneficia mucho, bastante, poco o nada de lo que pagamos a las administraciones públicas en impuestos y cotizaciones?», el 55,6% dice que «poco». Y a la siguiente, «¿diría Ud. que las administraciones públicas le dan más de lo que Ud. paga en impuestos y cotizaciones, más o menos de lo paga, o menos de lo que paga en impuestos y cotizaciones?», el 61,7% responde que «menos de lo que paga».

 

¿Para qué sirven de verdad los impuestos? Principalmente, para tres cosas:

 

1. Redistribuir la riqueza. Ésa debería ser su principal función, sobre todo para un militante de la igualdad. Para quienes creen que la felicidad tiene mucho que ver con el igualitarismo, con la redistribución de los bienes y de los males, de los costes y de los beneficios. No hay nada peor en una sociedad, sea pequeña o grande, sea una familia o una empresa, que alguien tenga un constante sentimiento de agravio porque le caigan en desgracia todas las cargas y ninguna de las glorias. Los sistemas se inventan siempre justificaciones para explicar la desigualdad y lo peor es acabar creyéndoselas, asumiéndolas. El ex ministro griego Yanis Varoufakis, en «Economía sin corbata», el libro que dedica a su hija, lo advierte desde el primer momento. El mejor antídoto contra ello es un viejísimo lema que dice que a cada quien hay que exigirle lo que puede dar, pero a cada cual hay que darle lo que necesita. Y todos necesitamos más o menos lo mismo. Piénsenlo. Aunque piensen también que esta igualdad que defendemos es exigente, reclama responsabilidad incluso antes que la generosidad. Y es casi enemiga de la uniformidad: de cada uno según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades.

 

Deberíamos necesitar vivir en un entorno en el que nadie disfruta de privilegios ni es víctima de la carestía. Deberíamos necesitar vivir en un entorno en el que todos tenemos un nivel de vida parecido.

 

Los agraviados deberían tomar conciencia de la necesidad de la igualdad con más fuerza que los privilegiados, pero si los igualitaristas no se ganan a los segundos, no hay nada que hacer. Las conquistas serían por un rato. Y necesitamos soluciones permanentes. La desigualdad se construye rápido, reconstruir un mundo igualitario es muy costoso.

 

Un partido político, para caminar hacia esa igualdad, ha propuesto el establecimiento de un salario máximo. Así planteado, seguro que no tiene éxito. La vía impositiva es la mejor. Lo enseñó Roosevelt, al establecer un tipo marginal de IRPF del 94%. Quizás ésa sea una vacuna al capitalismo contra su tendencia natural a la concentración del poder y la riqueza.

 

2. Los impuestos también son económicamente eficientes porque sirven para evitar que se hinchen burbujas. Sobre todo si son justos, progresivos y gravan con mayores tipos a las rentas más altas. El consumo tiene límites. Quienes más rentas obtienen no dedican todas ellas consumir, por mucho que les gusten la ropa cara, las joyas, los yates, los grandes viajes o los buenos restaurantes. Lo que les sobra después de consumir hasta hartarse lo dedican a invertir para sacar rendimientos y muchas veces no en la economía productiva, sino en la financiera. E hinchan burbujas. Las economías tienen límites en lo que a absorción de capitales se refiere. Por eso, los impuestos cumplirían la función de reducir el capital ocioso existente en una economía transfiriéndolo a quienes obtienen menores rentas e incrementar su capacidad de consumo, lo que, a su vez, impulsaría la economía productiva, dado que tendría que fabricar más bienes y servicios. Hay dos momentos en la historia en que se hincharon burbujas tremendas: finales de los años veinte y finales de los años 2000. Ambos periodos coinciden en el tiempo con las mayores bajadas de impuestos de la historia.

 

3. Los impuestos también son instrumentos potentes contra la inflación, sobre todo en periodos de crisis económica en que los ricos mantienen su poder adquisitivo y por tanto elevada demanda de productos y servicios, al tiempo que los pobres, siempre más afectados por las recesiones, se ven doblemente castigados porque los productos básicos se vuelven todavía menos accesibles.

 

 

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