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ArpaLa frontera no es una línea. Srebrenica, 20 años

La frontera no es una línea. Srebrenica, 20 años

 

Son las cinco de la mañana del 12 de julio de 2015. Todo el mundo duerme plácidamente en Srebrenica. Los ecos del 20 aniversario se van apagando y aquí en el memorial de Potocâri todavía quedan algunos andamios por desmontar y mucha basura por recoger.

 

He venido hasta aquí para intentar asimilar, quizás por última vez, lo que aquí aconteció hace ya 20 años. Las guerras son siempre crueles, pero esta de Bosnia fue extrema. Las fronteras son líneas que se pueden ver en los mapas, pero que cuando vas haciendo camino desaparecen, se hacen invisibles, igual que las fronteras que hay en la mente humana y que de manera inconsciente hacen del bien o del mal una línea de comportamiento a seguir. No soy psicólogo para estudiar e interpretar la mente humana. Tampoco soy escritor para que mis pensamientos fluyan y a través del teclado se hagan realidades en forma de palabras. Soy fotógrafo de corazón y de pasión y mirando por el visor de mis cámaras es como mejor entiendo lo que pasa a mi alrededor. Pero lo de ayer tampoco lo entendí.

 

He buscado, leído y visto mucho sobre el genocidio para tener todos los elementos posibles como referencia y que mis ojos y mi mente estén preparadas para trabajar con comodidad. Ayer en ningún momento me sentí cómodo, no era capaz de ver nada que me impactara, y sin embargo todo lo que estaba pasando lo era. En principio pensé que era un día de esos que no salen las cosas como a uno le gustaría, y así transcurrió toda la mañana, mientras yo seguía captando imágenes. Cuando por la tarde me puse a editar el trabajo me di cuenta de lo que había pasado.

 

Cuando las cosas se ven y se estudian desde la acomodada Europa tienen una perspectiva. Pero, como diría un taurino, hay que bajar al albero para enfrentarse con este toro de la barbarie humana. Es aquí y en ningún otro sitio donde se ven las realidades.

 

Voy buscando imágenes de esperanza, pero no las veo porque simplemente no las hay. Las heridas están abiertas y cada vez son más profundas. En Sarajevo hablo con una mujer joven, la persona que dirige el hotel donde me hospedo. Cuando la pregunto por el futuro, el suyo y el de su país, me dice que no hay esperanza. Los que pueden cambiar esto no quieren hacerlo y la vieja y decadente Europa tampoco es capaz de poner orden.

 

Esto último lo añado yo después de ver cómo esta antigua y absurda idea de la Europa unida se desvanece por egoísmos y falta de valentía. En un país, Bosnia, donde las religiones, las nacionalidades e incluso los vecinos a duras penas se soportan, cada vez que vengo me enamoro un poco más de él. Me siento bosnio hasta los huesos. Eso sí, de los buenos, de los que dejan vivir e intentan hacer lo propio. En este país mis fronteras mentales no existen a pesar del caos que reina. Volveré una y otra vez aquí porque a pesar de todo he encontrado amor y belleza a partes iguales. La próxima vez que venga no traeré nada preparado, me limitaré a disfrutar de lo que aquí se me ofrece sin tratar de entender nada. Porque si lo hago volveré a tener esa sensación de ahogo como cuando ayer fotografiaba el dolor, la rabia y la impotencia que todas esas personas que perdieron a un ser querido sentían ante la sinrazón de un crimen que ha quedado impune ante los ojos de todo el mundo, pero que ha dejado satisfechos a algunos que creen que su justicia es infalible. Héroes y villanos, belleza y dolor, fronteras que se sienten pero que no se ven.

 

Simplemente, Bosnia.

 

 

Posdata. Hago mío el pensamiento del gran fotógrafo James Nachtwey: “Porque sé que si algún día dejo que mi carrera sea más importante que mi compasión habré vendido mi alma. La única manera de justificar mi papel es respetando a aquellos que sufren. La medida en que lo logro es la medida en la que se me acepta, y en la que yo mismo puedo aceptarme”.

 

 

 

 

Javier García Pérez es fotógrafo. De sus 50 años lleva 28 dedicados a la radio y a la fotografía. Trabajo en la Cadena Cope como técnico de servicios exteriores, por lo que suele viajar a eventos nacionales e internacionales. Actualmente está en proceso de formación de su propia compañía, GPress, como agencia de fotografía y escuela de fotoperiodismo. 

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