Michael Seidman es uno de los renovadores más sugestivos de esa riada interminable de novedades bibliográficas sobre la Segunda República y la Guerra Civil española. Solo sobre la última se estiman unos 20.000 volúmenes en constante crecimiento, que en la mayoría de las ocasiones transitan por los mismos caminos trillados o repiten indolentemente similares letanías históricas. Pese a todo, y como demuestra este profesor de historia europea de la Universidad de Carolina del Norte, no está todo dicho. Aún quedan lagunas explicativas y ámbitos por explorar sin las anteojeras del presente. Seidman ensaya una nueva vía en La victoria nacional. La eficacia contrarrevolucionaria en la Guerra Civil (Alianza), demostrando la importancia de la mirada comparativa más allá de la realidad sociopolítica del continente europeo.
El lector de La victoria nacional se encontrará ante un juicioso trabajo sobre la historia social y económica del bando sublevado. Seidman está interesado, por encima de todo, en la vida cotidiana de los individuos concretos, como ya demostró suficientemente bien con A ras de suelo (Alianza). Parte de una premisa polémica: Franco fue el líder contrarrevolucionario con más éxito de la época. Pero no se queda en la simple constatación, sino que intenta encontrar los motivos a esta victoria frente a los republicanos y la izquierda revolucionaria. Sin obviar el apoyo de italianos y alemanes, se trata de explicar esa eficacia nacional del título, es decir, aquello que les ofreció una importante ventaja competitiva sobre un enemigo que partía desde mejores posiciones. Y es que, como el propio autor destaca, también las fracasadas fuerzas contrarrevolucionarias en Rusia y China recibieron un mayor soporte internacional.
Además, se aleja un poco de las notorias tesis culturales (aunque dedica un interesante capítulo a lo que considera el neotradicionalismo católico) para apostar por la vida material y la importancia de las medidas económicas adoptadas por los nacionales. Tampoco se pierde en consideraciones sobre el liderazgo de Franco, porque su interés primordial es el hombre y la mujer anónima, que desde el campo de batalla o la retaguardia favorecieron la victoria nacional. Puede que muchas de las consideraciones de este hispanista llamen la atención y sean discutidas con tesón, pero no se le puede achacar desconocimiento sobre las fuentes primarias. Seidman es un magnífico artesano del pasado y no se pierde en inanes polémicas político-historiográficas para llegar a una conclusión demoledora. La superioridad de los nacionales estuvo en el control de la inflación, el cobro de impuestos, la producción de los alimentos, el fomento de la cría de ganado y en la oferta de servicios estatales. O, lo que es lo mismo, la guerra la perdió quien más hambre pasó. Otra cuestión más funesta, por supuesto, es la de cómo se consiguieron este tipo de ventajas.
Pero no quiero terminar esta reseña sin recomendar otra obra que debe complementar a la de Seidman: La Guerra Civil española. Imágenes para la historia (Lunwerg). A lo largo de doscientas páginas, Paco Elvira nos invita a conocer la mirada de aquellos trágicos protagonistas. Y es que, como señala en su prólogo el escritor Ignacio Martínez Pisón – autor a su vez de otro recomendable trabajo sobre esta época turbulenta, Enterrar a los muertos (Seix Barral)-, las guerras son fotogénicas. De esta manera, podemos acercarnos al miedo, a la muerte, a la insensatez de la política, a la celebración de la victoria o, incluso, al juego de los más pequeños. Y todo ello, a través de las expresivas lentes de algunos de los más reconocidos fotógrafos de la contienda. Robert Capa, Gerda Taro, Albert- Louis Deschamps, Santos Yubero o Agustí Centelles pudieron capturar la guerra con sus cámaras y nos legaron instantáneas que, en ocasiones, nos pueden revelar más que cualquier libro sobre la guerra civil.