Los nadie son los invisibles, los arrancados de la historia, los homo sacer, prescindibles, sucios, inservibles, residuos humanos que se acumulan en los barrios miseria, en las comunidades enquistadas en la tierra, en mítines y asambleas populares.
Los nadie llevan siglos librando batallas, pero ahora están en una guerra. Tan sangrienta como las mundiales, más universal que éstas, más peligrosa que cualquier guerra contemplada por la Humanidad hasta el día de hoy.
La guerra de Los nadie a veces es invisible también. Otras veces, se cuela en las páginas de sucesos de periódicos: unos descabezados acá, unas violaciones allá, unas represalias que huelen a carne quemada. Otras, logran meterse en las de economía: que tal proyecto minero está bloqueado, que la seguridad jurídica está en riesgo en tal país, que un presidente acusa a su población de salvaje, de antidesarrollo.
Y es que la guerra de Los nadie sí tiene trincheras y enemigos. La mayoría de los espacios están preñados de riquezas naturales, otros son lugares donde deben acontecer reformas urbanísticas o megaproyectos turísticos donde los residuos humanos son molestos. Los enemigos suelen vestir traje y corbata, hablan de responsabilidad corporativa, de economía sostenible y de desarrollo, pero guardan en el maletín sus proyectos de inversión que no crecen si no es con la sangre de Los nadie.
La guerra es global, pero tiene algunos epicentros. Y acá, en México, desde donde este otramericano escribe hoy, la guerra es brutal, pero puede ser opaca. Mientras Carlos Slim “limpia” el centro del DF de residuos, en el interior, el poder político y el poder del crimen organizado hablan cada día el mismo idioma. Cuando hay algún malentendido: bombazo. Mientras, Los nadie se arman, han decidido autodefenderse de unos criminales y de un Estado criminal con armas y argumentos. Ya hay rondas comunitarias armadas en comunidades de ocho Estados de la Federación y el fenómeno crece, se contagia como se riegan las epidemias por las poblaciones de Los nadie.
El problema de la guerra de Los nadie es que el día que reviente del todo no tendrá límite. Es cierto: son los invisibles, los arrancados de la historia, los homo sacer, prescindibles, los sucios e inservibles, los residuos humanos… pero a diferencia de los que importan, Los nadie conjugan a la perfección el verbo resistir y saben atrincherarse en el sustantivo dignidad. Esa combinación admite pocos paliativos.