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Mientras tantoLa Huerta del Edén

La Huerta del Edén


 

La Pepi

 

El martes de la semana pasada me encontraba haciendo zapping cuando me topé en Canal Sur Televisión con las semifinales del Carnaval de Cádiz. Justo en ese momento comenzaba la actuación de la agrupación de “El Selu”, uno de los chirigoteros más populares, que cuenta con numerosos premios. Este año, aprovechando que se celebra el bicentenario de la Constitución de Cádiz, su chirigota se llamaba “Viva la Pepi”, siendo la Pepi una limpiadora del Oratorio de San Felipe Neri, donde se proclamó “La Pepa”.

 

La verdad es que, no siendo yo amigo de estos folclores, mi predisposición inicial no era la más adecuada para ver la actuación completa y pasé los primeros minutos con el dedo en el botón de vuelta al canal anterior, esperando la primera patochada de la agrupación para ejecutarlos virtualmente de forma inmisericorde. Gradualmente, fui pasando de un estado en que intentaba reprimir mis risas a otro en que me abandoné al disfrute del espectáculo como uno más de los asistentes al Teatro Falla. El pensamiento que permaneció en mí tras la actuación era el de haber asistido a un despliegue de virtudes que, aplicadas a otras labores más productivas, hubieran hecho de “El Selu” un emprendedor de éxito. Planificación, control de costes, creatividad, toma de riesgos calculados, trabajo en equipo, dedicación, detección de tendencias sociológicas y, sobre todo, conocimiento de la clientela son cualidades básicas para triunfar en la actividad empresarial y raras de encontrar todas ellas juntas en una organización y no digamos ya en un individuo.

 

En la biografía de Steve Jobs, de Walter Isaacson, se relata que la industria informática floreció en el área de San Francisco gracias a la unión de contracultura e investigación. Parece ser que las grandes innovaciones del Xerox PARC (de las que se nutrieron tanto Jobs como Bill Gates) no fueron imaginadas, sino que fueron “vistas” por los investigadores en sus viajes provocados por el LSD. Según pensaba Jobs, los individuos que provocan los grandes saltos cualitativos en la humanidad son aquellos que están en la frontera entre el arte y las ciencias.

 

A la vista está que en Cádiz hay una jartá de arte, pero el resto de condiciones necesarias para que se dé el progreso económico parece que no son las de la California en que vivió Jobs. No tenemos nada parecido al Xerox PARC, ni a la Universidad de Stanford, ni tenemos una industria de inversiones en Capital Riesgo como la que aparece en la película “La Red Social”, tan básica para que se puedan financiar empresas que apuesten por la innovación y, para rematar, tal vez debido al desprestigio de la palabra empresario y al desmotivador entorno, la elección de carrera preferida de los jóvenes es ser funcionario.

 

El artículo que el conocido columnista Sherman McCoy escribió como balance de la gestión de Chaves al frente de la Junta de Andalucía no puede ser más desolador. Una sociedad burocratizada y subsidiada, es la conclusión del mismo, que ha perdido la ocasión de engancharse al tren de la modernidad, a pesar de haber sido beneficiaria del mayor proyecto de solidaridad de la historia: los Fondos de Cohesión de la Unión Europea.

 

Como habrá alguno que me dirá que McCoy es un liberal y que, por tanto, hay en su opinión un sesgo anti-socialista, quiero añadir otra referencia, un artículo de hace dieciséis años de Antonio Muñoz Molina (poco sospechoso de derechismo), recogido en su libro La Huerta del Edén. Esto es lo que nos contaba Muñoz Molina en 1996: “…con la democracia y los gobiernos de izquierdas no llegó para Andalucía la liberación de la ignorancia, ni del atraso, ni de la superstición, ni del folclorismo. Lo que vino, lo que ya nos inunda, es exactamente lo contrario, la fiebre irracional e intimidatoria por todas las fiestas y tradiciones posibles, la vanagloria inepta en los localismos, más agresivos y cerrados, la feria eterna, la romería y la procesión eternas, programadas por la autoridad, alentadas por la radio y la televisión públicas, convertidas en una especie de narcótico brutal o en un inmenso decorado que oculta la triste obstinación de las cosas reales: la epidemia invencible del paro, por ejemplo, el desmantelamiento del ferrocarril en las comarcas más pobres, el abandono o la venta o la simple pérdida por incompetencia y desidia de las pocas fuentes de riqueza verdadera que aún nos quedaban, como el aceite de oliva».

 

Hace pocos meses leí un libro muy interesante de Jim Rogers, socio, en los inicios de su carrera profesional, del famoso especulador y filántropo George Soros, que se llama “Investment Biker”. El libro es el diario de ruta de una vuelta al mundo en moto, trufado de reflexiones sobre la historia económica de los países que va visitando. Cuando llega a Argentina nos cuenta cómo la degradación de esa sociedad se produjo por una mala gestión de un golpe de fortuna. La nación se hizo inmensamente rica como consecuencia de la popularización en Europa, tras la primera guerra mundial, de la carne de ternera, cosa que no hubiera podido ocurrir sin la invención de los buques frigoríficos y sin la Gran Guerra. Lo que marca el destino del país fueron las medidas tomadas cuando llegó la primera crisis, después de la abundancia. En vez de optar por hacerse más competitivos, optaron por el populismo. El resto de la historia es de sobra conocida.

 

Algo similar nos ha sucedido a los andaluces. Mientras hemos podido alimentarnos del maná no nos hemos preocupado de mejorar nuestras habilidades como cazadores. Si algo tiene de bueno la lamentable situación actual es que nos va a forzar a crecer o morir. A pesar del pesimismo reinante, la actuación de la agrupación de “El Selu” me invita a pensar que no todo está perdido.   

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