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La joven afgana a la que obligaron a abandonar la escuela, pero que no quiere renunciar a la educación

Mursal Fasihi, de 17 años, todavía no se cree que no pueda volver a la escuela. Fasihi, como todas las chicas en edad de asistir a la escuela secundaria, no puede volver a las aulas debido a las reglas impuestas por los  talibanes en el país.

«No está bien que decidan por nosotras, que nos ordenen ir con un mahram [un compañero masculino], que debemos ocultar nuestras caras y que dejemos de asistir a la escuela», explica, aludiendo a una serie de normas que en la práctica restringen participación de las mujeres y las niñas en la vida pública.

La última vez que Fasihi vio el interior de una escuela fue cuando se presentó al examen final de undécimo grado en julio de 2021. Un mes después, los talibanes arrasaban Afganistán, una reconquista que terminó con la caída de Kabul el 15 de agosto.

«Extraño a mis amigos, a mis maestros y mi escuela»

Algunos de sus amigos pudieron salir de Afganistán y ahora continúan su educación en el extranjero.  «Echo mucho de menos a mis amigos, a mis maestros y mi escuela. Mi colegio era un lugar estupendo, pero ahora no puedo ir», afirma.

Su sueño de convertirse en médico es ahora incierto, pero su deseo no se extingue. Para ocupar su tiempo libre sin dejar de sentirse productiva, Fasihi se unió a la Red de Educadores de Pares Juveniles (Y-PEER), una iniciativa regional dirigida por y para los jóvenes, apoyada por la agencia de salud reproductiva de las Naciones Unidas, el Fondo de las Naciones Unidas para la Población.

La Red pretende que los jóvenes adquieran las habilidades necesarias para enfrentarse a los retos que tienen por delante. Fasihi se unió a una sesión de formación en julio pasado y ahora es una de las 25 capacitadoras de Y-PEER en Afganistán.

La formación le sirvió para comprender los diversos problemas a los que se enfrentan los jóvenes afganos en su día a día. Como joven educada en Kabul, no se percató de cuántas niñas, especialmente las que viven en la pobreza o en zonas remotas, sufren experiencias negativas como el matrimonio precoz y el embarazo adolescente.

Un aumento de la pobreza sin precedentes

El aumento sin precedentes de la pobreza, a consecuencia de la crisis económica que se produjo con el regreso de los talibanes al poder en Afganistán, puso en primer plano el debate sobre estas cuestiones. La desesperación de muchas familias les impulsó a casar a sus hijas pequeñas, liberándose de la responsabilidad de su cuidado y protección.

«Es triste porque ¿cómo puede un niño traer a otro niño a este mundo y criarlo?», señaló. «A nuestra edad, solo somos niños. Deberíamos estar estudiando, aspirando a grandes metas. Todavía no ha llegado el momento de casarnos».

Esperando a que pasen los nubarrones

Aunque el deseo de recibir una educación formal sigue suspendido indefinidamente, el ser educadora de compañeras le aporta a un sentido y un propósito.

Además de enseñar a las jóvenes sobre los peligros del matrimonio precoz y el embarazo adolescente, comparte su esperanza de un futuro mejor.

«Cuando pasen los nubarrones, veremos un amanecer brillante«, dijo al UNFPA.

«Espero que las chicas no se rindan. Es normal tener miedo, está bien llorar, pero rendirse no puede ser una opción. Espero que continúen aprendiendo de cualquier forma posible. Ojalá alguien nos ayude, o las escuelas volverán a abrir», explicó.

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