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La luz en el cuarto oscuro

 

 

El tema de aquel día en Nowbat e-Shoma (“Tu turno”, en lengua persa), el programa interactivo que presenta Pooneh Ghoddosi era: “¿Cuál es tu tabú en la vida?”. Caminaba directamente sobre la línea roja de lo correcto en Irán.

       Entraron decenas de llamadas en directo para compartir una retahíla de experiencias vetadas: infidelidades, desamor, abortos, víctimas de violencia doméstica, torturas, ateísmo o chicas con operaciones estéticas. Un joven llamó desde una remota provincia iraní: “El tabú en mi pueblo es ver este programa y la BBC, sabemos que lo vemos todos, pero jamás lo comentamos”.

       Así, clandestino e ilegal es el retrato del canal de televisión que en un año ha puesto patas arriba el panorama audiovisual y social de la república islámica. A pesar de que en teoría no existe.

       Se ha convertido en el canal más respetado y singular en uno de los países que ha desarrollado con más destreza y ferocidad la maquinaria de la censura. Irán encabeza junto a Corea del Norte, Turkmenistán y Eritrea la lista de países que más periodistas encarcelan al año. Hace tan sólo una semana, la corresponsal del diario El País fue expulsada de Irán.

       Por eso mismo, la aventura a la que se lanzó la BBC el 14 de enero de 2009 con un presupuesto de 18 millones de euros era la más ambiciosa de todas las de su servicio mundial: un canal de televisión por satélite para toda la comunidad persa, más de 100 millones de hablantes en Irán, Afganistán y Tayikistán. Desde Londres desplegó corresponsales iraníes en Dusambé, Beirut, Jerusalén, Washington, Dubái, Estambul y abrió una oficina en Kabul.

Para el Gobierno de Irán y sus ciudadanos debía haber sido tan sólo un canal más de la centena que emite por satélite, la mayoría ilegalmente. Un elemento más del zapping cotidiano en Irán.

       Hace años que las azoteas de Teherán están infestadas de discretas y populosísimas colonias de platos sintonizadores de televisión por satélite. Brotan de cientos en cientos. Aproximadamente el 60% de los hogares iraníes tiene un receptor ilegal en casa. En la capital estas setas metálicas son omnipresentes y permiten a las familias levantar con sutileza el velo de la televisión oficial y asomarse fuera de la república islámica.

       El mismo mes del lanzamiento del nuevo canal, quizás oliéndose que no sería “uno más”, el ministro de Cultura iraní, Mohamad Hossein Safar-Harandi, se apresuró a anunciar que la nueva televisión sería ilegal, por tanto no tendría ni corresponsales ni oficina y si la BBC en inglés compartía imágenes con el nuevo canal de la casa serían expulsados del país. Luego esta amenaza se extendió a todas las agencias extranjeras. Haciendo imposible al nuevo equipo persa de la BBC conseguir imágenes. Por último, el ministro lanzó un consejillo a los periodistas locales: que se abstuviesen de colaborar con instituciones “ilegales”. El que quiera que entienda.

       A pesar de todo eso, la maraña de receptores ilegales domésticos siguieron permitiendo que a 5.000 kilómetros de la capital de Irán, en un estudio de Londres, Pooneh Ghoddosi pudiese conectar en directo, con un ligero toque sobre el icono de un teléfono en pantalla del plató, a una mujer de Afganistán con un iraní que vive en Noruega. Por ejemplo. Y que debatan sobre si la ONU es una institución útil.

       El programa de Pooneh es el buque insignia del servicio persa de la BBC, durante 50 minutos da voz a gente corriente vía e-mail, llamadas o webcam que debate sobre todo tipo de asuntos. Además repasan la actualidad de la blogosfera iraní o Twitter. Recientemente, las discusiones han girado en torno a las sanciones internacionales, el medio ambiente, la pena capital o jóvenes que viven su homosexualidad en un país en el que oficialmente no existe.

       En la polémica han participado representantes de las posturas más conservadores hasta de las más progresistas. “No hay ningún tema que no nos atrevamos a plantear, siempre con educación y decoro”, subraya la presentadora.

       Hace un año una charla televisada sobre un tema así ofreciendo opiniones dispares era inimaginable en Irán. Y hasta el nacimiento de este canal ninguna de ese centenar de cadenas privadas que emiten por satélite se había atrevido. Ni siquiera la poderosa industria de “Teherangeles” -los casi 50 canales de entretenimiento que emiten desde Los Ángeles- o Voice of América (VoA), el medio oficial de la Casa Blanca y de indisimulada línea editorial contra el gobierno de Irán. Nadie había ofrecido, con respeto y equidad, dos puntos de vista dispares sobre un mismo tema.

       Quizás es por eso que tras un mes de emisiones la BBC denunció el sabotaje de su señal. El gobierno de Irán interfería por primera vez mediante ondas magnéticas la señal satelital de esta cadena, impidiendo su emisión. En el caso de Voice of America, a pesar de años de emisión ilegal, nunca había sido boicoteada hasta entonces, quizás no habían dado tanto dolor de cabeza a la administración de Ahmadinejad.

       A pesar del acoso y asfixia inicial, durante los primeros 30 días uno de cada cinco iraníes con parabólica sintonizó el nuevo canal, medio millón de búsquedas en Google “preguntaron” cómo verlo y más de 300.000 blogs persas lo mencionaron.

       Ante el boicot, la BBC duplicó sus esfuerzos con dos nuevos satélites y dobló las horas de parrilla. Sólo un año más tarde, según la revista Newsweek, el canal ya es una de las 20 instituciones más influyentes en la republica islámica. Único medio de comunicación en una lista plagada de líderes espirituales y políticos.

       Y aunque filtrada y censurada, la web de la nueva tele es la más visitada de la corporación británica, sólo detrás del propio servicio en inglés y por delante de BBC Mundo, en español.

       Durante las primeras pruebas de emisión en las que lanzaban desde Londres imágenes intermitentes y débiles de apenas unos minutos, recibieron decenas de e-mails desde Irán. “¡Os podemos ver!”, decían. Desconcertante. Aún ni habían anunciado la frecuencia.

 

 

       Sadeq Saba, actual director del canal persa, lleva más de 20 años como periodista con las siglas de la BBC figurando al lado de su nombre. Insiste en que la clave del éxito sólo puede llegar a través de la diversidad, la imparcialidad y la honestidad.

       “Otros canales son de oposición y sólo la gente que está en contra del gobierno los ve, para reforzar y alimentar sus prejuicios. Nuestro trabajo es el contrario: explicar sin prejuicios. Dudar de todo”, explica Saba.

       “No es fácil para el gobierno iraní decir que somos una herramienta del imperialismo británico o unos conspiradores, cualquiera puede vernos y sacar sus conclusiones. Pensar por su cuenta. Y el mayor temor que tienen es éste, que nos puede ver todo el mundo. Incluso las personas en las que el gobierno ha confiado sus valores. Desde el ayatolá Jamenei hasta la oposición. Por eso nos consideran peligrosos”, remata.

       Entre los méritos logrados destaca haber dado voz a 5.000 personas en el programa Nowbat e-Shoma, televisar un debate entre personalidades próximas al gobierno y a la oposición o haber sido el único canal en Irán en mostrar el ataque de Israel sobre Gaza en 2009. Esto marcó un hito en el periodismo iraní. Tras muchas negociaciones, Saba consiguió que autorizasen un corresponsal de su equipo en Jerusalén. “Mientras los canales oficiales en Irán trataban de convencer de la atrocidad del ataque israelí, nosotros simplemente lo mostrábamos”, afirma.

       Pero estos logros son migajas. Son sólo consecuencias de algo más prodigioso: cómo han logrado ser el medio más creíble en el país sin tener presencia física en Irán.

 

Auténtico periodismo ciudadano

El no tener corresponsal ni oficina en Teherán podría haber sido un fastidio, pero no un obstáculo insalvable. Pero tener prohibido –bajo amenaza- el uso de imágenes grabadas por los compañeros de la BBC inglesa o por agencias era una mordaza descomunal. Impedía emitir imágenes de prácticamente cualquier evento que no recogiese la agencia oficial de noticias iraní. Les condenaba a la ceguera informativa.

       El equipo de Saba comenzó entonces a explorar tímidamente la emisión de contenidos producidos por ciudadanos para paliar la escasez de imágenes. Un pequeño equipo se dedicó a recopilar vídeos que enviaban algunos usuarios –muy pocos-, la mayoría sobre lugares turísticos o celebraciones populares. Muy inocente todo hasta las elecciones presidenciales de Irán en 2009 y las postreras manifestaciones de la marea verde que denunciaba un supuesto fraude electoral. Fue el punto de inflexión.

       “Hasta entonces los iraníes producían vídeos o imágenes con escaso valor informativo, sin embargo en 2009 la actividad en blogs y en redes sociales se disparó; eso sumado a las restricciones que las agencias internacionales tenían para cubrir las numerosas protestas animó a los iraníes a grabar vídeos o fotos y compartirlos fuera de Irán”, explica Sina Motallebi, redactor jefe y responsable de contenidos multimedia.

       “Antes de las elecciones también se grababa ese tipo de material, pero lo compartían vía sms con sus amigos y familiares y no salía de ese círculo”, explica el periodista.

       Tras las elecciones del 12 de junio, Irán entró en efervescencia. Por primera vez en los 30 años de régimen teocrático, un movimiento espontáneo tomaba las calles de las principales ciudades iraníes. Manifestaciones, protestas, disturbios y represión, a diario. El mundo entero quería saber qué pasaba y sin embargo las imágenes llegaban con cuentagotas. El gobierno iraní bloqueó YouTube, Facebook, Twitter e interfirió las señales de sms de los móviles. La mayoría de ese movimiento burbujeaba en la red. Durante las protestas, la redacción de Londres llegó a recibir más de 10.000 e-mails en un solo día. La web del servicio persa disparó los millones de visitas.

       “La unidad interactiva de la BBC Persa se convirtió en el catalizador de información sobre todo lo que ocurría en Irán en ese momento para el resto del mundo”, remarca Motallebi.

       Esto revolucionó los propios cimientos de la cadena británica, el servicio persa se convirtió en la vanguardia del periodismo ciudadano dentro de la corporación. Pero la BBC ha ridiculizado el concepto que se tiene de “periodismo ciudadano”: la mayoría de los medios europeos lo entiende como un sinónimo de “barra libre” en el que ciudadanos desinteresadamente elaboran contenidos gratis que, en la mayoría de los casos, se emite sin más mediación. Para la BBC y su estricto libro de estilo esto es inadmisible.

              Para confiar en la información generada por ciudadanos, el equipo humano se multiplicó y desarrolló una labor detectivesca. Se comprobaba cada vídeo y cada imagen recibida. Se contrastaba con celo lo relatado en los e-mails recibidos con los contactos de los periodistas en el país, con información de contexto, incluso si la luz del sol o las sombras correspondían con la hora que se mencionaba. A la mínima duda, se desecha el material. Sólo un 10% de lo enviado se utiliza.

       “No debe haber la mínima sospecha, el más mínimo error. La precisión es la esencia de la BBC, lo que ha construido su fama mundial. Pero en el servicio persa aún lo es más. El mínimo tropiezo daría al traste con todo nuestro trabajo. No podemos permitirnos fallar”, afirma rotundo el director. “Debemos ser aún más precisos que la BBC inglesa, ya que comprendemos mejor la escena iraní”, añade Saba.

       “A menudo – explica Marian, de la unidad interactiva- acabamos emocionalmente noqueados, recibimos imágenes muy duras, de brutalidad. Y es frustrante: es difícil discernir si hacemos lo correcto y en muchos casos desechamos el material o esperamos días o semanas hasta estar seguros”. “Es mejor sacar una información tarde o no sacarla, a que sea errónea”, se jacta Saba.

       Una vez que se decide utilizar unas imágenes comienza el trabajo de artesanía periodística: se ensamblan varias piezas, se rellena de contenido y se rebozan con información de contexto, por último se explica de dónde y cómo llega ese material. Se borran nombres, referencias y se cambian voces para proteger la identidad de los emisores. El resultado final es la punta de un iceberg.

       Por supuesto, hay quien envía historias con pretensión de engañar. “Aunque no es habitual porque la situación es lo suficiente seria como para bromear”, matiza Marian. “En Irán tener un móvil es como tener un arma, enseguida la policía puede requisarlo, creen que es peligroso, que pueden estar grabando algo”, detalla.

 

 

La carga personal

“La responsabilidad con los ciudadanos que envían estos materiales es enorme. Al prestárnoslos ponen en peligro su propia vida. Hay que tenerlo muy presente. No se trata de que confían en nosotros como medio, sino que ellos mismos corren un serio riesgo”, dice con pesar. “Llamar a nuestro programa, incluso cuando el tema es algo tan simplón como mascotas domésticas, es terriblemente ilegal en Irán. A menudo las llamadas se cortan o son intervenidas”, añade la presentadora Pooneh Ghoddosi.

       Sina Motallebi, redactor jefe, sabe de qué va todo eso. En 2003, a su pesar, ganó fama mundial por ser uno de los primeros blogueros en todo el mundo en ser encarcelado. Como periodista no es extraño en la república islámica ser retenido, pero como escritor de un blog fue una novedad. Las autoridades querían que sirviese de escarmiento. Gracias a una gran movilización de la blogosfera mundial logró la libertad. “Yo sólo quería hacer periodismo independiente, escribir libre y pagué las consecuencias”, relata.

       “Estoy muy orgulloso de mi equipo”, se sincera Sadeq Saba. “Todos son grandes profesionales. Muchos aún tienen familiares y amigos en Irán, vínculos emocionales en definitiva. Les he visto incluso llorar y minutos después salir en antena con objetividad, conteniéndose y dejando al margen los sentimientos. Es duro”.

       Las canas de Sadeq Saba y su experiencia dan cierto aplomo a un equipo de 140 profesionales eminentemente jóvenes. La mayoría han sido reclutados en Irán, muchos trabajaban en prensa escrita y no tenían experiencia en televisión. Para la mayoría trabajar en la BBC supone también una decisión vital. El compromiso con la información puede suponer en la práctica el exilio. “A veces me entristece -dice Faren, una joven presentadora-, pero amo este trabajo y aquí soy útil”.

       “Esta casa no es ningún nicho de opositores, en mi equipo hay de todo, hasta gente que trabajaba en la agencia oficial de noticias allí, hay gente más conservadora o más liberal; pero eso es irrelevante: todos deben ser objetivos. Les exijo mucho, pero responden bien”, explica el director.

       “Puede que no le gustemos al gobierno iraní, pero ellos para nosotros no son ningún enemigo. Sólo el gobierno de uno de los países en los que emitimos. Yo sé que pese a lo que digan en público, nos ven y, en el fondo de sus corazones los miembros del gobierno, saben que sólo hacemos buen periodismo”.

       A pesar de estas buenas intenciones y a pesar también de que esta misma semana ha visto reducida su asignación, la BBC se alimenta de dinero público. Es el gobierno británico es el que financia un canal en lengua persa y siempre existe la sospecha del porqué. La pregunta es obligada.

       “Yo sé que nunca podré sacar de la cabeza de mucha gente la idea de que recibimos dinero público y que algo tiene que haber detrás. Siempre sospecharán. Es difícil explicar que nuestra línea editorial es totalmente independiente, que sólo hay trabajo periodístico. Tampoco lo pretendo. Los iraníes no necesitan necesariamente confiar en nuestros motivos para confiar en nuestra información. Mi deber es garantizar que la nuestra sea la más equilibrada y veraz que puedan encontrar”, afirma rotundo el director.

       “En la práctica hemos demostrado que somos imparciales. Tras las elecciones, la mayoría de medios se apresuró a decir que había sido fraude, yo mismo defendí que no tenía por qué serlo. Fui muy criticado. Pero era indigno afirmar algo semejante sin datos fiables. Podía haber sido o no. Después de 20 años creo que sólo en la BBC se puede plantear eso, sólo aquí le dejan a uno ser cauto”, detalla Saba.

       Este canal es sólo una pieza del gran Servicio Mundial de la BBC, que emite en 33 idiomas diferentes. Un servicio que comenzó hace casi un siglo para acercar a los británicos que vivían en las colonias más lejanas del imperio y que hoy se define como una voz independiente en aquellos lugares donde no es posible. Por ejemplo, uno de los primeros servicios en emitir fue el español, durante la Guerra Civil española.

       De hecho, el papel de incómodo narrador en Irán no es nuevo para la BBC, las emisiones de la radio en lengua persa comenzaron durante la Segunda Guerra Mundial. En estos más de 70 años la corporación británica ha soportado acusaciones tanto de intentar derrocar al sha como de apoyarlo. En 1978, la BBC entrevistaba al ayatolá Jomeini, alma de la revolución islámica, desde Francia, donde el líder religioso vivía exiliado y emitía sus discursos, los mismos que el sha censuraba en Irán. Hoy es el propio régimen que nació tras la revolución el que señala al medio británico.

       La cadena inglesa nunca ha dejado de emitir radio, pero el retrato de sus oyentes 30 años después del triunfo de la revolución quedó petrificado en un puñado de hombres canosos que debaten y fuman en torno al transistor. Y eso en un país tan joven como Irán, en el que el 70% es menor de 30 años, excluía aún más a los jóvenes y a las mujeres. La televisión era una necesidad.

 

Una ventana al mundo

Sadeq Saba lo tenía claro. Él recuerda a su padre marchándose a otra habitación para poder escuchar en paz “esa emisora inglesa sobre política”, mientras él y sus hermanos escuchaban música. “Te puedes llevar la radio a tu habitación pero la tele, no. Así que debíamos ser un canal familiar”.

       Esta fue su apuesta. A diferencia de otros servicios de la BBC, además de ofrecer información Saba dedicó gran parte de su programación al entretenimiento: música, magazines sobre nuevas tecnologías e internet, documentales, programas infantiles…

       Roxanna Shapour, responsable de marketing, explica que la petición más común de los espectadores es “queremos saber del resto del mundo”. Los reportajes de viajes y documentales baten audiencias. El propio Sadeq Saba protagonizó para el servicio inglés una saga de gran éxito en la que recorría su país con el pretexto culinario. Una especie de Un país en la mochila iraní en el que Saba se paseaba en bazares, trataba de capturar escurridizos peces o bailaba patosamente danzas tradicionales. Fue traducido a una docena de idiomas y también triunfó en Irán.

       “Al mundo le enseñamos que Irán era mucho más que el tema nuclear y los ayatolás, ha sido la mejor campaña de turismo… ¡y gratis!”, bromea Saba. “Hablábamos con gente de todo el país, hombres y mujeres, de minorías o de provincias. Contaban sus preocupaciones, su vida diaria, sus sueños”, explica.

       Después de 20 años como periodista ésta es su mayor obsesión: dar voz a la gente corriente. “Es muy importante construir una cultura del diálogo: respetar y compartir ideas”, insiste. “Ver cómo viven otros y descubrir que no somos muy diferentes”.

       “La gente en Irán está aprendiendo sobre su país, sobre ellos mismos y sobre otros. Esto es lo que hacemos en Irán y esto es lo que no quieren. El gobierno quiere que su gente viva en la oscuridad. Nosotros somos la luz en este cuarto oscuro. Ahora se ve un poco mejor”, resume con solemnidad el veterano periodista.

       Sadeq Saba, hace una pausa y repite con solemnidad: “En realidad todo se trata de eso, somos la única luz en el cuarto oscuro”.

 


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