Cuando la violenta aparición del SARS, la ya olvidada neumonía asiática, la madre de todas las epidemias del siglo XXI, sucedieron varias anécdotas divertidas.
Por ejemplo, acuñamos el dicho “no es lo mismo una neumonía asiática que una asiática con neumonía”; tal era el nivel de confusión entonces, que se reprodujo luego con la gripe aviar y más tarde con la pandemia gripal de 2009.
Pero quizá las dos mas curiosas fueron la del dinero y la de los aires acondicionados.
De un importante institución bancaria me llamaron para preguntar por las precauciones que se debían adoptar ante la llegada de una gran partida de billetes de Hong Kong, el epicentro de la epidemia. Aunque me hubiese gustado contestar “dénmelo, que ya yo me ocupo….” les dije que sólo lavarse las manos, como también fuera de las epidemias. Del Banco me repusieron que siempre tocaban el dinero con guantes, y ahí acabó la historia.
Unos días después llamó un importador de equipos de aire acondicionado. Estaba muy preocupado porque había oído que la nueva enfermedad se transmitía por el aire. Parecía ignorar que de Asia venían sólo los equipos. El aire lo poníamos nosotros.