La lluvia, como un gabinete de excepción,
ha dictado el tono del día
un cordón sanitario de herrumbre
pesar por las promesas incumplidas
autoindulgencia con el año perdido
que no ha sido tal.
Narcisistas empedernidos
nos abrazamos a las grandes palabras
como niños consentidos.
Para que no se derrumbe el mundo
bastaría con que estuviéramos de acuerdo
en que un ramo de tulipanes recién cortados
en un jarrón lleno de agua
un atardecer de invierno
como el que llegará sin falta
nos permitiría ser cómplices
no de un crimen
sino de compartir
con Antonio Machado,
Michel de Montaigne,
tal vez Franz
(no más de doscientos libros)
un instante en el que la belleza
no está en discusión
ni la trama de los afectos
ni la quebradiza identidad.
¿Importa quiénes somos?
Dentro está el orden
del mundo
un tal Vermeer
un puñado de certezas.
Fuera está el frío
los temores
los enemigos.
Vamos.
Este es el tiempo de los deseos.