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Mientras tantoLa moda como fenómeno de masas

La moda como fenómeno de masas


 

 

«Cada uno de los pobres mortales se ve afligido por los temores contrapuestos de ser ordinario y de ser excéntrico. Los hombres, y especialmente las mujeres, están continuamente imitando y evitando la imitación; tratando de ser singular y a la vez igual que los demás»

H. G. Wells

 

Mi padre es de los que piensa que vestirse es una necesidad básica que, aunque creada por el ser humano, no deja de ser una función vital como respirar, comer, dormir y reproducirse. Yo pienso lo mismo, pero encuentro especialmente gratificante el hecho de poder convertir una necesidad (que tenemos que llevar a cabo día a día) en una pasión y a lo sumo, en una profesión. Disfruto con la ropa y por lo tanto el hecho de levantarme cada mañana y ponerme unos pantalones bonitos con una camiseta que me favorezca es una especie de placer que no deja de ser banal, pero que no deja de ser placer. Entiendo y asumo que esto pueda parecer –o ser- demasiado absurdo y superficial, pero no deja de ser una realidad. Si todo esto no existiese, si la moda no se hubiese desarrollado como tal, no niego que a lo mejor las cosas serian un poco más fáciles, como cuando llevábamos uniforme al colegio. Tardaríamos a lo sumo 2 minutos en vestirnos todos los días con, imaginemos, una tela de lana recia hasta los pies en invierno y una capa de lino en verano. No catalogaríamos (con maldad o sin ella) a las personas por lo que llevan puesto ni supondríamos la cantidad de dinero que tiene que tener esa señora por gastarse 9.000 euros (¡9.000 euros!) en un bolso de Chanel. Por que la moda es todo, y es nada. Nadie va a querer más a alguien por tener más gusto o más estilo al vestir. Pero habla por si sola. Describe –en parte- a algunas personas. Casi siempre juzga, y casi siempre mal. No tienes por que ser más frívolo que el de al lado por gastarte tu dinero en ropa –también hay frívolos desnudos-.

 

Supongo que es cierto que la industria de la moda es un mundo secundario el cual no es ni la mitad de importante que la naturaleza, las letras, la medicina, el arte o la música pero es un mundo complementario a todo, o a casi todo. Porque los Beatles fueron moda. Porque Annie Hall fue moda. Porque mi universidad es moda. Porque la calle es moda. Porque hasta mi padre es moda.

 

 

El dinero llama al dinero

 

En 1987 un empresario francés materializó esta célebre frase creando un grupo de lujo que albergaría a las industrias vinícolas, relojeras, automovilísticas y especialmente de moda más selectas del mundo. Convertirse en el padre del lujo y de esa manera hacer que marcas como Dior, Louis Vuitton, Aston Martin o Don Perignon se convirtieran en hermanas. Todos para uno, y uno para todos.

 

Así, LVMH (Louis Vuitton Moët Henessy) es el conglomerado francés de bienes de lujo más grande del planeta y su dueño, Bernard Arnault, el décimo hombre más rico del mundo y una de las 100 personas más influyentes, amén de la revista Forbes.

 

Desde que este monsieur entró en la industria, la moda se ha convertido en una compra-venta de diseñadores, directores creativos y modelos que se mueven de una firma a otra cual jugadores de fútbol, cobrando en muchos casos las mismas cantidades que ellos en sus fichajes a otras marcas. Una mafia donde los plagios y los corta y pega a la venta en tiendas más asequibles como Zara (antes o después la joya de la corona española tenia que salir) se han convertido en el pan de cada día.

 

Como en cualquier negocio poderoso, todo se acaba contaminando. El encanto de un pequeño taller se convierte en una lucha por mantenerse, por ganar más, por ser más. Lo que empieza como un sueño puede acabar convirtiéndose en una ambición en la que los ceros de las cuentas bancarias son los guías espirituales de los titulares de estas.

 

Es la moda del siglo XXI. Y el siglo XXI es dinero.

 

 

Antecedentes

 

Hasta finales del siglo XIX y principios del XX no existían diseñadores como los concebimos hoy en día. Toda la moda era creada por modistos y sastres por lo que en cierta manera, cada modelo era único y las confecciones, al ser todas exclusivas y artesanales, eran casi de alta costura. Es por tanto en esta época cuando el oficio de diseñador comienza a concebirse y desarrollarse como tal, y cuando la moda va a expandirse creando y asentando las bases que perdurarán hasta la actualidad.

 

Worth y sobre todo Poiret fueron los primeros diseñadores, los cuales crearon modelos acordes a su época, el primero ligado a los corsés extremos que desfiguraban los cuerpos de las mujeres –llegando en algunos casos a provocar la muerte al comprimir los órganos- y el segundo como el liberador que eliminó los corsés de sus creaciones.

 

Con la I Guerra Mundial llegaron Coco Chanel y los pantalones masculinos. Gracias a ella, la moda fue un nexo incondicional entre las mujeres y su recién estrenada liberación ya que esta se hizo más cómoda y liviana para que pudieran realizar los trabajos que quedaban libres a medida que los hombres se iban alistando. La mujer dejó de ser el objeto bonito que lucía vestidos imposibles. La moda reflejó el cambio social que ellas merecían.

 

Con esto y más, la moda siempre ha sido el espejo de la sociedad del momento. En la época de entreguerras, y con la consiguiente vuelta al trabajo de los hombres, surgió un grupo de mujeres independientes que no estaban dispuestas a volver a la sombra de sus maridos y que encontraron en el pelo corto, los pechos planos, los vestidos sueltos y los ojos oscuros su espíritu de rebeldía. Es así como en los locos años 20, las garçonne demostraron a las reprimidas damas de la época que podían fumar, beber y vivir tanto o más que sus hombres.

 

A finales de los 40, finalizada la II Guerra Mundial y con la economía devastada, se crearon trajes de chaquetas combinables para que pudiesen utilizarse en numerosas ocasiones y que pareciesen modelos distintos al del día anterior.

 

Los 50 reflejaron toda la grandiosidad estadounidense del mundo del cine con sus grandes iconos como Audrey Hepburn o Marilyn Monroe y los 60 con Andy Warhol, su Pop Art y el fenómeno fan adolescente.

 

Los 70 fueron la herencia de Woodstock, Janis Joplin, pantalones de campana, Bob Dylan, drogas, drogas y más drogas con Lucy en el cielo y sus diamantes.

 

La cima de todas las extravagancias con la cocaína, las hombreras imposibles y la música de Spandau Ballet –vestidos de arriba a abajo por Yves Saint Laurent- fueron los 80.

 

Y finalmente los sobrios 90 de Calvin Klein, del minimalismo, de los coletazos de los 80, del SIDA y del blanco y negro.

 

 

Actualmente

 

Actualmente la industria de la moda genera unos beneficios de billones (de dólares, de euros, de dinero) en todo el mundo, con un peso más que considerable en la economía mundial.

 

Dos son los personajes claves que bien podrían apedillarse Corleone si fueran hermanos, socios (Dios nos pille confesados) o italianos.

 

Bernard Arnault podría considerarse el alter ego francés de Amancio Ortega en cuanto a que los dos han llegado a la misma cima usando el mismo equipo de montaña, solo que cada uno ha escalado por laderas diferentes. El empresario francés ha creado su imperio dedicándose a comprar firmas de otros, mientras que el gallego ha sido el creador de todas las marcas que alberga Inditex. Las firmas de LVMH se venden envueltas en papel de seda para las clases más altas de la sociedad mientras que las del grupo español son, en su mayoría, marcas para todos los públicos. Ambos son los hombres mas ricos de su país natal y comparten ese mismo hermetismo hacia su persona, vida privada e intimidad. El círculo de amistades de los dos se reduce a un grupo pequeño de personas, su familia y amigos de toda la vida así como sus colaboradores más directos. Únicamente ellos saben como son, cuales son sus costumbres o cómo son sus casas. Sólo la prensa económica puede hablar de ellos.

 

«La vocación de LVMH es ser embajador del arte de vivir occidental más refinado«, reza en la página web del grupo. 21 marcas de vinos y licores (Moët Chandon, Don Perignon) 13 marcas de moda (Louis Vuitton, Loewe, Kenzo), 11 marcas de perfumes y cosmética (Guerlain, Sephora) y 7 marcas de relojes (Bulgari, Chaumet) repartidas en mas de 2.500 tiendas y 80.000 empleados.

 

Arnault estuvo metido en el mundo empresarial desde su nacimiento. Su padre, un empresario del sector de la construcción, le dejó en herencia la empresa familiar que el joven Bernard vendió a finales de los 70 a una familia de empresarios alemana por 1.000 millones de pesetas. Esta fue su primera operación financiera importante que le permitió contar con el capital suficiente para lanzarse a operaciones comerciales más ambiciosas. Con la llegada de los socialistas al poder a principios de los 80 y el temor a que esto arruinara sus planes, el empresario se marchó a Estados Unidos en busca de nuevos proyectos. Fue allí donde, con la ayuda de su más estrecho colaborador, Pierre Godé, Arnault comenzó a perfilar su nuevo objetivo empresarial; entrar en la industria del lujo por la puerta grande. En 1984 fundan el grupo LVMH y regresan a Francia donde se enfrentaron a poderosos competidores para hacerse con el imperio textil Agache Willot que incluía la casa Dior. El gobierno socialista, del que en su momento había huido el empresario, le seleccionó a él para hacerse cargo de la empresa. Los críticos de Arnault (que no son pocos) le acusaron ya en aquel momento de haber utilizado influencias internacionales económicas y políticas sobre el gobierno de Laurent Fabius para ser el elegido y beneficiarse de más de 7.000 millones de pesetas en préstamos oficiales, con el compromiso de salvar los puestos de trabajo. Agache Willot tenía entonces 30.000 empleados y poco después del paso a manos de Arnault, que se desprende de una treintena de fábricas textiles deficitarias del grupo, se queda en menos de 10.000.

 

La forma fría con la que el empresario francés ha resuelto siempre los conflictos laborales chocó siempre en el mundo del lujo parisino dónde la mayoría de las casas de moda que cayeron bajo su monopolio eran empresas familiares que no vieron otra salida para salvar sus negocios. Además, el hecho de que Arnault fichara a diseñadores extranjeros para la mayoría de las firmas francesas que adquirió (Marc Jacobs para Louis Vuitton, John Galliano en Dior o Alexander McQueen en Givenchy) provocó en su momento un buen número de criticas. Sin embargo, esta práctica acabó siendo aceptada e imitada por otras firmas, siendo un hecho normal en la industria de la moda actual.

 

En 2012, LVMH facturó 28.000 millones de euros con unas ganancias de 6.000 millones, un 18% más que el año anterior.

 

Además, el grupo francés lleva a cabo numerosas causas de restauración, enriquecimiento y patrocinio del arte y la cultura. Que Arnault es un apasionado del arte y un gran coleccionista no es ningún secreto. En una entrevista para la revista francesa Le espetacle du monde (de propiedad ídem) el mismo lo definía como «el mejor medio para manifestar nuestra fe en la libertad». Una admiración por el arte que imparte a través de diversas iniciativas tanto para los niños de primaria como estudiantes de arte o jóvenes artistas y diseñadores a través de becas y programas educativos. Además, LVMH proporciona un soporte económico continuo para la investigación médica y colabora con numerosas fundaciones y asociaciones de ayuda a los niños así como distintas ONG.

 

Por su parte, el grupo INDITEX* obtuvo un beneficio neto de 2.360 millones de euros en 2012 con unas ventas de casi 16.000 millones de euros, un 16% más que en 2011.

 

*Podría escribir largo y tendido sobre el grupo Inditex y la historia de Zara, ya que no exageraría al afirmar que uno de los factores que mas ha influido en que la moda actual sea un fenómeno de masas haya sido la existencia de una tienda Zara por cada esquina. Pero todo lo que fuese a poner seria más de lo mismo sobre lo mucho, muchísimo, que se sabe ya de este tema. Bien por los numerosísimos estudios que se han hecho –el caso de Zara es analizado a nivel mundial como un caso único y sobresaliente dentro del mercado en el que se desenvuelve siendo estudiado por universidades, agencias, empresas y demás profesionales- o bien por sabiduría popular, el caso es que centrarme en Zara me parecería demasiado fácil, evidente y repetitivo. Sobra decir que Amancio Ortega, creador, fundador y dueño de Inditex, es el tercer hombre más rico del mundo con una fortuna de 57.000 millones de dólares y su empresa Inditex, fundada en 1985 y que alberga un total de 9 marcas, con 6.000 tiendas y más de 120.000 empleados, es el grupo de fabricación y distribución textil número uno a nivel mundial.  En 2001 se creó la fundación Amancio Ortega, una institución privada y sin animo de lucro que tiene como objetivo promover todo tipo de actividades en campos como la educación, la cultura, la investigación y la ciencia.

 

Casos como el de Bernard Arnault o Amancio Ortega van de la mano de otros grandes líderes dentro del sector como Ana Wintour (editora de Vogue America) o Tom Ford (diseñador de moda considerado como uno de los renovadores de la moda del siglo XXI). Empresarios, diseñadores, fotógrafos o periodistas que se colocan cada año en las listas más importantes ya sea como los más ricos, influyentes o brillantes junto a políticos, premios nobeles y líderes de opinión.

 

Actualmente, la moda ha dejado de ser un fenómeno de las grandes elites para convertirse en un fenómeno de masas. Aunque los compradores de Alta Costura siguen constituyendo un factor importante dentro del sector, los avances en las nuevas tecnologías han hecho posible que modelos creados por los grandes modistos se puedan adquirir en un plazo mínimo en las boutiques más selectas de cualquier parte del mundo, y que más adelante modelos casi idénticos a estos se vendan en tiendas más asequibles por lo que cualquier persona puede adquirir prendas «a la última moda». Las fotografías de las pasarelas de París o Nueva York llegan en poco segundos –vía internet- a todo el mundo. La innovación en los procesos de producción permiten que en muy poco tiempo estos modelos (o más bien piezas inspiradas en ellos) se encuentren en las tiendas de moda masivas.

 

Actualmente cualquier persona puede elegir qué vestir y cómo vestirlo. Aunque exista una corriente que marque la moda más actual o las últimas tendencias –que son las prendas que marcan los diseñadores con sus distintas colecciones y que después van a plagiarse, inspirarse y reproducirse a lo largo y ancho de todo el mundo- existen muchas otras corrientes que no dejan de ser modas, tribus, más o menos perdurables, y que expresan (en parte) cómo y qué somos. Por lo tanto, el planteamiento que la escritora cubana Mª Rosa Noda hace en su libro Una nueva moda (Promesa, 2004) al afirmar que la moda es parte de la naturaleza social del hombre crea una doble moral: muchas personas afirman que no se visten de determinada manera para gustar a los demás y que lo hacen de acuerdo a su gusto y estilo propio. Pero debemos plantearnos si de verdad la moda tendría sentido para una persona que viviese aislada, la cual se vestiría de acuerdo a sus necesidades. Si nos vestimos sólo para gustarnos a nosotros mismos, ¿por qué en la intimidad de nuestras casas nos ponemos camisetas con logos de bebidas y viejos pantalones de chándal? es evidente que el motivo no es otro que la simple comodidad, pero entonces también gastaríamos parte de nuestro dinero en comprar ropa bonita de andar por casa, cuando la realidad es que no suele ser así y preferimos invertirlo en preciosos vestidos que en preciosos pijamas. La respuesta pues nos la da la autora al partir de la certeza de que la moda, en la mayoría de los casos, «existe solamente dentro de un contexto social y que siempre busca una reacción, un efecto secundario por parte de quienes nos rodean«. Esta reacción puede ser desde pasar desapercibido para ir a comprar el pan, a vestirte más elegante para una cena con amigos. Es cierto que no se tiene por qué pretender gustar a todo el mundo por nuestra forma de vestir y que nos vestimos en primer lugar para agradarnos a nosotros mismos, pero si delante de nosotros sólo estuviese la nada, tiraríamos a la basura los incómodos zapatos de tacón.

 

 

Conclusión

 

«Añadimos piezas de ropa al armario como se añade agua a un río que ya está a rebosar«. Consumismo, superficialidad, obsesión o pasión. Lo que está claro es que el Mago de Oz no hubiese sido lo mismo sin los zapatos rojos de brillantes que diseñó expresamente para la película el figurinista Cecil Beaton, y que nadie podrá olvidar el traje Chanel de chaqueta rosa que llevaba Jackie Kennedy el día que John Fitzgerald Kennedy quiso saludar y eligió un descapotable. Son sólo dos, únicamente dos jemplos de los miles que podríamos citar de las grandiosidades de la moda. Porque  absolutamente todos los grandes acontecimientos que han marcado nuestra existencia, desde el principio hasta el final, podrían explicarse con la moda como telón de fondo.

 

Y es que, como sentencia Mª Rosa Noda, «pocas tiranías han sido tan absolutas como la de moda».


Eme Uve Ele



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