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La mujer que azotaba a los caballos

Confieso que debiera escribir más a menudo. Y también follar, puestos a decirlo, pero es que últimamente mis múltiples quehaceres me impiden lo uno y lo otro. Ay que ver, estoy como el Zar de la Noche (hola querido, hace mucho que no me pone Vd. un comentario), lo que he sido y lo que soy. Será la edad, como dice mi amiga María “llegada una edad”. Pues eso, una lástima. En fin, quería dedicar este post al pony play, una práctica erótico festiva muy adecuada ahora que llega el buen tiempo, especialmente indicada para los amantes del mundo equino. Me explico: esto es que uno asume el rol de un animal, de un caballo pero también hay kittenplay, por ejemplo, porque como en todo lo relacionado con el sexo, esto va en gustos. Yo confieso que me gustaría más lo de gatita, porque me van más los felinos…

 

El ponyplay está muy extendido fuera de España (que yo sepa aquí el Cis o el Ine todavía no han hecho ninguna encuesta al respecto) y consiste básicamente en que uno hace de montura, con correajes, silla y toda la parafernalia y en él se sube la dómina, que hace de amazona, claro está. Cada uno debe vivir y sentir su rol al máximo, porque sino, no mola: o sea, el que hace de caballo no puede estar pendiente del móvil o hablando de cine. Tiene que relinchar y ya está. Así que la jinete le va guiando por el campo (por eso decía que era una práctica súper adecuada para la época primaveral que no hace tanto frío como en invierno), azotándole (por algo es una práctica dentro del abanico BDSM) y guiándolo hasta el destino. En este vídeo de youtube podréis ver una explicación bien clarita donde una chica con cara de no haber roto un plato en su vida (pero sí algunos glúteos) lo explica muy pero que muy bien: www.youtube.com/watch?v=v5V1LWy799g

 

A mi, que no tengo coche ni otro vehículo a motor, lo del ponyplay me parece la mar de práctico, y de lo más sostenible y ecológico. Eso sí, rápido no debe ser. Me estoy planteando agenciarme una montura de éstas para cuando vaya a ver a mis padres al pueblo, eso sí, tendría que salir el miércoles de Madrid para llegar el sábado. Y siendo mi familia como es todo iban a ser pegas. Vamos, me imagino la cara de mi padre viendo a “mi caballo”, y eso que a él le gustan mucho los animales, no os creáis, porque en su día tuvimos cabras y un burro llamado Cordobés que era muy simpático y comía chorizos. Pero seguro que mi progenitor me decía: “Hija, pero qué es esto, hombre, que ya tienes una edad, así no puedes venir al pueblo, ay Dios, qué van a decir los vecinos”. Sieeempre los dichosos vecinos y el qué dirán. Voy a hablar con el Mariano, que tiene un corral en la entrada del pueblo, a ver si puedo dejar allí al pony y así no se enteran.

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