La navidad, como lo supimos en Guinea, es una nada. Ahora, más. Las navidades no son nada, absolutamente nada. Y es precisamente este hecho el que le confiere una importancia sin precedentes. A propósito: hemos llegado a Malabo y hemos hablando con los que se extrañan de que un servidor haya llevado tanto tiempo sin escribir en su blog. ¿Por qué llevas tanto tiempo sin publicar un nuevo artículo en tu blog de Fronterad? Aprovechando que es navidad, doy una respuesta deportiva a la inquisición de los cobardes que viajan en Ferrari, si pudieran, y esperan que sea un triste escritor el que les recuerde su estratosférica dejación. Ahora que estamos a cuatro de días de navidad, habrá en toda Guinea una súper inflación en todo: los ñames de cierta amiga mía duplicarán su precio, el dinde que comerán asado los cameruneses dejará de haber, y si Nguema Obiang no regala unas cajas de chicharro y un cebú, muchos van a comer yuca a secas, o acudirán a los restaurantes a acompañar el masticado de la yuca con el olor del pollo asado. Cerca de las doce de la noche del día 24, las mujeres se colgarán los bolsos de Luis Vuitón y los hombres se perfumarán con Valentino e irán a recibir la hostia de la mano del santo obispo. Estamos hablando de esta hostia que dan precisamente a esta hora. Luego irán en paz después de besar los pies del niño-cristo.
Ah, cuando llegue la hora de la ofrenda, los del PDGE, ministros, diputados y alcaldes, seguidos de todos los ministrables y diputables, seguidos de todas las chicas de mala reputación, mostrarán los billetes de cinco mil que echarán en la alforja esta que hacen circular unos monaguillos que ya se comunican por whatsapp. Ah, resulta que como la France no apreció el carácter autoinmune de Teodorín, y esto puede ser noticia bomba, acá facebook está bloqueado, y entonces vas a un cíber café y ves que los chicos, y también mayorcitos, se entretienen con feísimas canciones de youtube, o esperando cuál va a ser la suerte de D José Mourinho, que era un bocazas que se quedó sin saliva y sin coxones, y a ahora va a la puta calle. Pues bien, descubierto el hecho de que la natividad es un tiempo donde se infla todo, y en que los acomplejados tiran la casa por la ventana, hemos de terminar diciendo que es un sufrimiento para las narices que la natividad guineana no coincida con la época lluviosa, y sí con una sequía pertinaz. Lo decimos porque también se inflan, o se hinchan a gustoso propósito, la vejiga y el estómago, y como aquí no hay agua ni hay casas decentes, todo el pis, la caca y el jugo sifilítico se quedan en la calle misma, en una pared, y lo hueles si vas de peatón y te toca un callejón sin salida como zona habitual de residencia. Y esto que el general-presidente Obiang ya sabe que estamos a las puertas mismas del 2020, fecha en que habrá llovido y la caca y el pus, más el jugo sifilítico, habrán sido arrastrados a la mar océana y estrenaremos país emergente que habrá echado ancla por siempre. Ahora que hemos terminado, que cualquier cobarde estómago gonflado y agradecido siga preguntado por qué llevamos tanto tiempo sin publicar en nuestro blog.
Malabo, 21 de diciembre del año 2015