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Mientras tantoLa noche que salva un río invisible

La noche que salva un río invisible


 

 

en las honduras de las hojas muertas

iba buscando un nido

Zbigniew Herbert

 

 

Regresamos con la boca macerada

por boxeadores expertos

en perder las formas

e imponer sus argumentos

golpeando en las orejas

para que si tenía este pueblo y sus maestros

alguna voluntad de escuchar

la perdiera.

 

Regresamos con los ojos amoratados

a un país devastado

a una noche que se ha ido haciendo de cobalto

con palabras erizadas como alambre de concertina

clarinetes convertidos en lanzas

lanzallamas que habían sido

sulfatadoras

azufre que había servido

para espantar a las hormigas

y fabricar cohetes de juguete.

 

Regresamos

como no es posible

a un país irreconocible

buscando enemigos por doquier.

¿Era la única manera

de salir de la miseria, de la ira, de la historia?

 

Regresamos

con las manos heridas

de aplaudir, de trabajar, de no hacer nada.

 

Regresamos a un espejo

que no existió jamás.

 

Regresamos al punto de partida

sabiendo que no es así

que lo que fuimos ya no lo seremos

que lo que seremos no está escrito

que la forma en que las naciones

se cuentan su pasado

es mitología, leyenda, viento

que en algunas cabezas resuena

como música celestial.

Aquí también se ha matado mucho

hasta ayer mismo

y hay quien ha convertido la memoria

en un campo de manzanos

donde ahorcar a los que quieren recordar

porque los asesinos más recientes

están dispuestos a perdonar la vida

a los que no la perdieron en su día.

 

Regresamos

a un hombre económico

que tiene la cara de nuestro padre

a unos hijos

que somos nosotros

y que no solo no hemos aprendido la lección

sino que le echamos la culpa

de todas nuestras desgracias.

 

Regresamos

por un puente de hierro

que salva un río invisible

noche y día

y que no comunica con la infancia

sino con un error

hecho de poemas

espejismos

la dificultad de distinguir

nuestros deseos

de nuestros sueños

de darnos cuenta

de que estábamos equivocados

de que la vida era esto

y lo que queda es un campo de ortigas

un ferrocarril que va demasiado de prisa

libros que ya olvidamos

y la necesidad de desmentir lo que nos prometen

sin recurrir a más violencia

que la de poner sobre la mesa

palabras que se acerquen tanto a la verdad

como un incendio,

y resistir.

 

Regresamos:

Cuaderno de caligrafía:

si emprendemos un viaje

que sea al interior.

No hay otra forma de empezar.

 

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