Hojeó distraídamente la libreta. Entre esos números de teléfono, ni uno que le apeteciera marcar
Patrick Modiano, Para que no te pierdas en el barrio
Avergonzarse forma parte del juego
que venimos interpretando
desde que descubrimos que crecer
era un lento vertiginoso acre
pedregoso tobogán hacia la muerte.
Pero vemos aquellas fotografías
afortunadamente todas todavía en blanco y negro
(o en un color velado por la agonía de una época)
y pensamos que éramos cómplices
de una revolución hecha sobre todo
de sentimientos puros
un deseo inconcebible
hecho de literatura, cine y la necesidad imperiosa de decir no
a todo eso
lo que constituía
la depravación política y moral de nuestros padres.
No había nada que explicar.
Éramos solitarios
porque no había nadie capaz
de entender con cuánto rigor soñábamos:
se sufría muy bien entonces
con motivos tan relevantes como ser uno mismo,
y por una carta
por una llamada telefónica
por una cita
el corazón atómico latía como un pistón de cuarzo y rosas.
En agendas ajadas están aquellos nombres
en papel sepia están los poemas
como grímpolas y gallardetes
de lo que íbamos a ser.
Nada de compasión, ni mucho menos de nostalgia.
Fue como suele ser.
El mismo mar bate la costa de la inteligencia
un cadáver desfigurado
la boca mustia, los dientes sucios
y la ropa echada a perder.
Éramos así.
Muchachos impacientes y patéticos.
No preguntes a mis novias de entonces.
Han dejado como yo
de ser lo que eran.
Los recuerdos fabrican falsas memorias.
El tiempo juega esas malas pasadas.
Este verano he vuelto a recorrer la misma Avenida Atlántida.
El mar es el mismo.
Mentiría si dijera que no tengo nada que ver
con aquel rufián de las palabras
y del narcisismo.
Pero hemos aprendido algo.
Yo también.
Con un libro de Modiano no se alcanza la madurez
solo un cierto sabor a sangre y plomo
en el cielo del paladar,
nubosidad variable
una identidad que se va descomponiendo
como el humo de los cigarrillos
que en realidad nunca aprendí a fumar.
(No tiene sentido indagar en esas viejas agendas ajadas.
Salvo que quieras perpetrar una novela).