Hace unos días la Asociación Médica Americana (AMA) aprobó la clasificación de la obesidad como una enfermedad. De esta manera, por ejemplo, un 35,7% de los adultos estadounidenses (según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC) y un 17% de los españoles (de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud 2011-2012) han pasado a ser considerados oficialmente enfermos. Como argumenta la AMA, calificar la obesidad como una enfermedad puede contribuir a que se mejore su tratamiento y prevención y a que se dediquen mayores recursos económicos y científicos a estudiar las patologías que lleva asociadas (como problemas cardíacos, diabetes tipo 2, hipertensión o algunos tipos de cáncer). No hay que olvidar que también es una cuestión de dinero: en 2008 los costes médicos relacionados con la obesidad en Estados Unidos rozaron los 150.000 millones de dólares.
La obesidad ha llevado siempre aparejada una estigmatización de las personas que la sufren, que son considerados débiles por no tener la suficiente fuerza de voluntad para adelgazar. Si se convierten en enfermos, parte de esa culpabilidad podría verse mitigada, porque la obesidad empezaría a ser tratada de manera seria desde las consultas de los profesionales médicos. Los pacientes pasarían de culpables a corresponsables de su patología, algo que también repercutiría en la propia relación médico-paciente, ya que como demostró un reciente estudio, los médicos tienen menos empatía con los pacientes obesos y eso dificulta la comunicación entre ellos.
Sin embargo, algunos expertos critican la medida y destacan que una tercera parte de las personas clasificadas como obesas (todas aquellas con un Índice de Masa Corporal superior a 30) no ven aumentado por ello el riesgo de sufrir enfermedades cardiacas o diabetes. El problema es que no es tan sencillo determinar si la obesidad es causa o por el contrario es consecuencia de otras patologías. Muchas veces las personas obesas sufren enfermedades mentales pero no siempre está claro si éstas provocaron la obesidad (por ejemplo a causa de la medicación) o si el paciente desarrolló una patología psiquiátrica debido al rechazo social derivado de su aspecto físico.
Por ello, lo importante es que, más allá de clasificaciones, la obesidad sea abordada de manera global, por profesionales de todas las áreas implicadas (cardiólogos, nutricionistas, psicólogos, endocrinos, etc.) y con la participación activa de los propios pacientes en su tratamiento.