El establecimiento de la democracia no estaba en absoluto en la mente de los creadores de Naciones Unidas. Ni en la de sus inventores, Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética, ni en la de los 48 países que con ellos alumbraron la Organización en junio de 1945 en la ciudad de San Francisco.
La palabra democracia no aparece en el Preámbulo de la Carta (Constitución) de la ONU ni en ninguno de los 111 artículos de su texto. En ninguno. El entramado de la Onu, sus objetivos no abogaban por ello; ahora tampoco, pasados casi ochenta años de sus fundación.
Asombra, casi pasma diría yo, que el presidente del gobierno Pedro Sánchez en su reciente intervención en el púlpito de la Onu tuviese la audacia falaciosa de afirmar que España no había podido ingresar en esa Organización en junio de 1945 porque no era una democracia y no se le permitió hasta entonces. El aserto traduce una ignorancia o un cinismo enciclopédicos. La Organización de las Naciones Unidas nunca ha exigido credenciales democráticas a sus miembros. Baste sólo recordar que uno de sus padrinos era la Unión Soviética de Stalin que no podía dar clases de democracia a Franco ni a nadie, entre los miembros signatarios en aquel verano de 1945 había otros regímenes autocráticos, ha admitido a numerosas dictaduras a lo largo de su historia y hoy Corea del Norte, por ejemplo, esta sentada en ella como Italia, España, Holanda o Méjico. Nadie pidió al dictador coreano que abriera la boca para ver si era demócrata. No está en la Carta ni en el pálpito democrático de sus miembros dado que muchos de ellos son dictaduras. La rotundidad de Sánchez sólo puede obedecer a la estulticia de quien le redactó el discurso o a su obsesión personal con rejonear a Franco.
Si la España franquista no fue invitada a San Francisco se debió a que Franco había sido en cierta medida, en una fase de la guerra, aliado de la perdedora Alemania al enviar una División a luchar al lado del ejercito germano contra los rusos.( Los perdedores, Alemania, Italia, Japón tampoco ingresaron) Stalin, vencedor de la conflagración no iba a permitir que nuestro país entrara. Lo siguió vetando en los años siguientes mientras Estados Unidos hacia lo propio con los aliados de los soviéticos, Bulgaria, etc…Por fin, los dos grandes, señorialmente, dijeron que pelillos a la mar y entramos en 1955 en un paquete con Italia, Japón, Bulgaria y otros países. El impedimento a España, por lo tanto, no fue el carácter dictatorial del franquismo sino nuestra actuación en el conflicto mundial y, luego, el inicio de la guerra fría.
La Conferencia de San Francisco no fue a lo largo de las semanas una balsa de aceite. Hubo sarpullidos, uno importante la cuestión del veto omnímodo otorgado ( artículo 27) a los cinco grandes, Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China, privilegio aristocrático que fue resentido verbal y amargamente en los debates por diversos países, Méjico, Filipinas, Australia, etc..Pero les fue impuesto. Ni Estados Unidos ni la Unión Soviética hubieran participado en Naciones Unidas sin él. No hubo, sin embargo, la menor escaramuza o alusión para defender el ideal democrático.
Los que parieron la ONU, no buscaban la democracia, tenían como objetivo primordial preservar a las generaciones venideras “ del flagelo de la guerra” dado que la Conferencia inaugural tuvo lugar en momentos en que acababa la Guerra Mundial en Europa y se preveía la rendición del Japón. Una contienda que había costado millones de muertos. Los propósitos enumerados en la Carta hablan mucho de “mantener la paz y seguridad internacionales”, de “fomentar relaciones de amistad entre las naciones”, de solucionar los problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario, de estimular el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales “sin distinción por motivos de raza , sexo, idioma o religión” ( Preámbulo y artículo 1).
A nadie se le ocurre ahora enarbolar la democracia porque innumerables países argumentarían que no procede. Pensemos en China, actualmente una protagonista muy destacada de las relaciones internacionales, quien subrayaría inmediatamente que la concepción democrática de la que presumen los países occidentales no es admisible para otros sistemas u otras culturas. Decenas de países comulgarían con ello, ¿ aceptaría Cuba que ella no es democrática?, y las Naciones Unidas no están para divisiones.
La carta de la ONU habla sucintamente en su art. 55 del “respeto universal a los derechos humanos”. También aquí cada miembro lo entiende como quiere. Recordemos que hace unos quince días Venezuela, que no es exactamente modélica actualmente en ese terreno, fue elegida miembro del Comité que vigila el cumplimiento de ese precepto. El hecho es un tanto incongruente.
Vemos, pues, que las Naciones Unidas que tenían un objetivo precioso, el de evitar la guerra, no se preocupaba de la democracia en España o en ningún otro lugar del mundo a pesar de lo que afirmara nuestro doctor presidente.