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Acordeón¿Qué hacer?La OTAN y la reconciliación de occidente con el mundo

La OTAN y la reconciliación de occidente con el mundo

El G-7 destinará 600.000 millones de dólares a infraestructuras para competir con China. El plan comprende países de ingresos medios y bajos en Europa del este, Asia, África, Latinoamérica y Próximo Oriente. Un cable submarino que vaya desde el sudeste asiático hasta el cuerno de África, una fábrica de vacunas en Senegal y otra serie de inversiones en esos países, aparecían en los titulares de diversos medios el domingo 26 de junio.

Se trata de reestablecer, con países de economías emergentes y del tercer mundo, unas relaciones que se redujeron tras la descolonización, y que aprovechó China para extender su inversión económica y su influjo político.

Por su parte, la cumbre de la OTAN del 29 de junio de 2022 en Madrid, a la que también acuden Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur, se propone construir un frente militarizado que circunscriba toda el Asia continental.

Aunque desde que comenzaron las guerras de Rusia contra los países de su frontera suroeste, y especialmente con Ucrania, el enemigo de occidente es Rusia, es ilustrativa también la presencia China en las costas del norte de Rusia.

En las ciudades que se asoman al océano Ártico, desde Mursmank en la frontera con Finlandia y Noruega, hasta Inchoun, frente a las costas de Alaska, las ciudades rusas tienen las señalizaciones de carreteras y ciudades en tres idiomas, ruso, inglés y chino.

China ha realizado una expansión por todo el mundo, de modo amigable y pacífico, y su presencia en África y Sudamérica es acogida sin recelo. El contraste entre la aceptación de China y el odio a España y Estados Unidos en Latinoamérica resulta chocante para quienes desarrollamos nuestra vida entre las dos orillas del Atlántico sur, y Latinoamérica resulta tan familiar como la península ibérica.

Algunos gobiernos y gobernantes latinoamericanos han pedido a España y al gobierno español que pidan disculpas por las injusticias y los genocidios que tuvieron lugar durante la colonia, como Armenia pide a Turquía.

Es cierto que la distancia temporal entre el conflicto de Turquía y Armenia es mucho menor que la de la conquista española de América, pero también ha habido acciones de desagravio y petición de perdón de Bélgica al Congo, por agravios e injusticias perpetrados desde siglos atrás hasta tiempos recientes.

Todavía es mucho más clamoroso el desagravio, la confesión de culpa y la petición de perdón del papa Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia Católica, a los científicos del mundo y al mundo de la ciencia, en el discurso en la catedral de Colonia a los científicos alemanes el 15 de noviembre de 1980,  por la condenación de Galileo en 1633, cuando el colonialismo europeo se desencadenaba con toda su violencia.

Después, y en virtud de la actualización de su autoconciencia a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica, como otras iglesias cristianas, ha pedido perdón por la inquisición, por sus irregularidades económicas, por los abusos sexuales, y por otras injusticias y desmanes.

Es verdad que algunos países, y no solamente Bélgica, han mostrado su arrepentimiento y deseo de reparación de diversos modos, especialmente los Estados Unidos de América, en el caso de la fundación de la República de Liberia, promovida por el presidente James Monroe en 1822, con la intención de desagraviar a los afroamericanos y devolverlos a la tierra prometida de su continente.

En España y otros países europeos y americanos, después de las dictaduras se han creado comisiones, observatorios, centros de investigación y otras instituciones de diverso tipo, que tienen como objeto actualizar el pasado de un modo veraz y prácticas una especie de justicia histórica.

Es verdad que no se puede juzgar a las otras culturas y a las culturas del pasado según los esquemas de valoración de la propia cultura. Porque sería una falta de comprensión de la propia cultura y de las otras, porque la distancia temporal es excesiva y no hay ningún tipo de continuidad institucional ni de representatividad posible para todas ellas.

Por ejemplo, se puede hacer un cómic sobre los desmanes y genocidios del ejército romano contra una tribu gala dirigida por sus héroes Ásterix y Óbelix, pero no tiene sentido que el presidente de la República Francesa pida a Roma que se disculpe y pida perdón a su pueblo.

La recuperación y sanación de la memoria histórica, en la medida de lo posible, no es solamente algo que necesitan las naciones cuando pasan de una dictadura a una democracia. También lo necesitan las democracias soberanas cuando son oprimidas por otras, aunque haya pasado mucho tiempo, si hay continuidad histórica y, con más motivo, cuando hay conciencia y sentimientos de  vejación.

También las democracias soberanas, y no sólo los modernos regímenes autoritarios, pueden oprimir y vejar. No es el caso del imperialismo de Castilla en el siglo XVI, ni de Inglaterra, Francia, Bélgica y Holanda en los siglos posteriores. Pero sí es el caso de Estados Unidos en el siglo XX con los países de Latinoamérica.

En el caso de los países europeos, sí es pertinente la reconciliación y el perdón en actos institucionales, en comisiones paritarias e institucionales, porque hay paridad institucional entre los gobiernos de todos los países que firmaron la constitución de la ONU en 1945.

Es pertinente, precisamente ahora, tras la cumbre de la OTAN de 2022, las comisiones paritarias de establecimiento de la memoria histórica entre Estados Unidos y los países de Latinoamérica, entre España y los de Latinoamérica, y entre los países europeos y los demás países colonizados por ellos. Precisamente para alcanzar esos objetivos propuestos al formarse la ONU, y que han quedado cancelados en la guerra entre Rusia y Ucrania, que actualiza de nuevo una situación como la de la paz armada, precursora de las dos guerra mundiales del siglo XX.

Los países del tercer mundo solo se alinearán con los países democráticos si son tratados como iguales. Si estos países les tratan mejor que China, ya que frecuentemente en el pasado les oprimieron como China o tuvo oportunidad de hacer. En otro caso, la opresión de los países autoritarios y la de los países democráticos son indiscernibles, y a veces, el valor  ético de los países también.

Si la OTAN busca restablecer relaciones perdidas con países antes colonizados tienen que ser relaciones nuevas. Solamente así se puede ganar la guerra contra los países autoritarios, y sólo así merece la pena luchar por ganarla. Y si eso ocurre, tal vez se consiga algo más de progreso jurídico y moral globales.

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