Conocida mundialmente como la peque, apodo que recibe cariñosamente por su baja estatura, Paula Pareto se convirtió en una leyenda, en un emblema del deporte y de la pasión por su disciplina, a la cual visibilizó, cautivando a otras chicas que se animaron a seguirla.
Sin embargo, no es solo el podio lo que la transformó en una mujer gigante sino su grandeza para difundir valores e inspirar a la juventud, enseñándoles la importancia de la educación, la perseverancia y el esfuerzo para alcanzar una meta.
¿Quién pensaría que era posible graduarse en medicina mientras se compite en los Juegos Olímpicos? Paula lo creyó y lo logró. En el Día Internacional de la Mujer compartimos su testimonio, muy valioso para entender qué es ser una mujer con capacidad para dejar un legado y convertirse en una referente de la valentía y la motivación.
El judo, ¿un deporte para varones?
Paula comenzó a tomar clases en el arte marcial que la hizo mundialmente famosa a los nueve años, en San Fernando, provincia de Buenos Aires, donde hoy aún vive.
“Mi papá decidió llevarnos a mi hermano y a mí a la escuelita de judo para que aprendiéramos a defendernos. Yo dije esto está bueno, siempre fui un poco vergonzosa y era la oportunidad de empezar una actividad acompañada. Yo ya tenía una base de gimnasia deportiva, que me ayudó mucho, hizo que no me pareciera tan difícil. Así arranque”, recuerda.
Paula era la única niña en el grupo y no faltaba quien le dijera a ella o a sus padres, que ese es un deporte de hombres.
“Por eso siempre destaco a mi familia, porque la respuesta de ellos siempre fue: El judo es un deporte, y cada persona elije el deporte que más le gusta. Hasta el día de hoy agradezco ese apoyo”, comenta.
Un proyecto de vida
El tiempo fue pasando y el judo dejó de ser una afición para transformarse en un objetivo serio en la historia de Paula.
No sabe si hubo un momento preciso en el cual se ido dio cuenta que era buena para este deporte, simplemente empezó a ganar torneos, y algunos de los profesores que la veían le decían que tenía posibilidades. En 2003, tuvo su primera competencia internacional.
Luego, en el 2004, había un Juego Panamericano en Puerto Rico y sucedió algo muy curioso.
“No iba a concurrir porque no tenía los medios económicos para viajar, pero le robaron el auto a mi mamá y con el dinero del seguro ella me dijo que iba a solventar ese gasto, yo siempre digo casualidad, causalidad, y el incondicional apoyo de la familia”.
Paula fue la única participante argentina y quedo primera, aunque recuerda que su madre tuvo que viajar en colectivo durante dos años: «un esfuerzo no lo haces solo vos, lo hace también tu entorno, y siempre aprovecho para agradecerlo.”
Y los éxitos deportivos continuaron. En 2007, se disputó el mundial de Judo en Rio de Janeiro, y era clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Beijing.
“La realidad es que nunca había ido a un mundial. Fui con la idea de tomarlo como experiencia. De repente fui pasando una, dos, tres luchas, y cuando me di cuenta estaba en la semifinal y ya clasificada. Fue una verdadera sorpresa, el darme cuenta de que estaba por el camino correcto. Hacía tiempo me venían diciendo que ya era deportista de alto rendimiento, (pero) yo lo negaba, sentía que solo entrenaba, me esforzaba y competía”, cuenta.
En ese torneo se clasificó para los Juegos Olímpicos, que terminaron por convertirla en “una deportista de elite”, como expresa Paula sonriendo con la humildad que la caracteriza.
Primera mujer argentina en ganar la medalla de oro
Paula participó en cuatro Juegos Olímpicos en su carrera: en Beijing 2008 ganó la medalla de bronce; en Londres 2012 obtuvo el Diploma Olímpico por su quinto puesto; se consagró campeona olímpica en Río 2016 y finalizó su carrera deportiva con un séptimo puesto en Tokio 2020.
En Beijing, su propia expectativa no era muy alta y fue una gran sorpresa sacar una medalla de bronce, que fue la primera para el judo argentino.
“Yo pensaba qué loco que venga de mi mano, porque yo entreno en el día a día para mejorar, para representar al país, pero de ahí a conseguir esta primera medalla olímpica es algo que hasta hoy no me deja de sorprender y toda la familia del judo argentino estaba fascinada”, dijo.
En Río 2016, llegó la primera medalla femenina de oro en la historia argentina, una hito que desconocía hasta que luego del triunfo, le estaba esperando la prensa y uno de los periodistas le preguntó qué sentía al ser la primera mujer en ganar una medalla dorada en Argentina.
“Así me enteré de la hazaña, son cosas que me emocionan y no las puedo explicar”, relata con lágrimas en los ojos.
Muchas chicas deportistas se acercaron luego reconociendo que había roto esta barrera, el techo de cristal, que sirvió para empoderar a las mujeres, y se interesasen por el judo. Muchos profesores comentan que ahora en algunos entrenamientos incluso puede haber ahora más chicas que chicos.
“Yo siempre digo que no hay deportes de nenes y de nenas, hay deporte, todos pueden hacer todo en su justa medida, de acuerdo con las capacidades y con la fuerza física de cada uno”, afirma.
Ser campeona olímpica y estudiar una carrera universitaria
Ya desde su paso por el colegio secundario y posteriormente en la universidad tuvo que aprender a organizarse y optimizar los tiempos para cumplir sus obligaciones académicas y al mismo tiempo honrar a la Argentina con el máximo galardón deportivo. También ahí reconoce ayudas y da agradecimientos.
“Mis compañeros me ayudaban a ponerme al día con las tareas pendientes y los profesores la verdad es que siempre fueron muy amenos en cuanto a la comprensión por mis ausencias y reagendaban exámenes. Mi propósito siempre fue cumplir con la parte deportiva y con la escolar como correspondía. Creo que siempre me dieron los tiempos porque podía organizarme y también aprovechar para estudiar durante los viajes”, narra.
Y añade: “mucha gente me decía: no vas a poder cumplir con todo, es una carrera que lleva muchas horas, mi mamá es médica y hasta sus propios colegas se lo cuestionaban”.
También recuerda que cuando iba a las consultas de traumatología por sus lesiones, le preguntaban qué iba a estudiar y cuando respondía medicina, miraban a su madre y le preguntaban porque lo permitía. “Mi mamá siempre respondía: porque es lo que le gusta y nosotros como padres la apoyamos”.
“Realmente es lo que me interesaba, por eso cuando doy charlas siempre destaco que la clave está en hacer lo que te gusta, por supuesto que conlleva esfuerzo”, aclara.
Lo tenía todo organizado, hasta las horas de sueño. Sabía que tenía tanta cantidad de horas para dormir, para estudiar y para entrenar. Las dos responsabilidades la obligaban a rendir al máximo y aprovechar el tiempo.
“Por supuesto también se hacen sacrificios: tuve que suspender salidas, volverme antes de los cumpleaños, y contar con un grupo de amigos que me apoyaban, que lo entendían y que hoy continúan siendo mis amistades”, explica.
Estudiante y atleta
Paula se llevaba los apuntes de la Universidad a las competiciones y los Juegos Olímpicos.
“De hecho, me cargaban mis amigas, mis amigos, especialmente mi entrenadora, que en ratos libres me sugería vamos un rato a pasear y yo le respondía: no, yo me quedo estudiando. Le causaba mucha gracia porque decía que yo tenía un trono. Como muchos hoteles eran chicos y no hay escritorios, yo me armaba uno en la cama con almohadas de un lado y del otro la computadora arriba. Ella volvía después de dos horas, me encontraba en la misma posición y me decía: seguís en el trono. Actualmente nos acordamos de eso y nos reímos mucho”.
Otra anécdota divertida recuerda es que una vez, volviendo de un torneo hubo unas turbulencias muy fuertes en el avión mientras ella continuaba estudiando, porque llegaba a las 6:00 de la mañana y a las 9 AM tenía un examen.
“Y una amiga mía me dice: No ves que se va a caer el avión y vos seguís estudiando, a lo cual yo le respondí: Hay un 90% de probabilidades que no se caiga y tengo que aprobar este examen”.
Un nuevo sueño
Paula ya dejó hace unos años la vida de deportista de elite, en 2014 se licenció como doctora en medina, se especializó en traumatología y forma parte del cuerpo médico del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), donde además es entrenadora y coordina el Programa de Alto de Desarrollo de Alto Rendimiento para jóvenes deportistas sub18.
Además, es integrante de la Mesa Directiva del Comité Olímpico Argentino y fue elegida como una de las candidatas para integrar la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional.
“Todos tenemos una pasión, hay que descubrir su por qué. Las nuevas generaciones tienen un manejo de la frustración pésimo. Yo lo veo como entrenadora. Ganar o perder son posibilidades, ahora frustrarte está en vos; en no haber podido sacar el redito positivo de la situación, un aprendizaje que te sirva para la próxima, y esto también se traslada a la vida”.
Paula tiene ahora otro reto y otro sueño: “Poder lograr otra medalla para el judo argentino, pero esta vez del otro lado, junto al cuerpo técnico”.
Texto Natalia Montagna, del Centro de Información de Buenos Aires.