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Mientras tantoLa piel nacarada

La piel nacarada


 

No cree uno que Mas vaya a recular ni siquiera en la dialéctica. En realidad esto sería lo más difícil. Podría decirse que aquella es la estridencia que se sobrepone al runrún proveniente de la rebotica del president: la práctica de subir el volumen de la tele aunque nadie tenga problemas de audición. A veces se imagina en esa trastienda la fábrica de chocolate de Artur, donde cientos de ardillas pelan nueces bajo la atenta mirada de unos Oompa Loompas ávidos de cacao. El no de los empresarios es la denegación de un patrocinio, aunque esto es lo de menos. Lo de Más es lo que supone para un ego que estará ya asimilando un triunfo íntimo de mártir fantástico y dineros esquivos, mientras se abre la camisa para mostrar el vestido de superhéroe estelado, que es lo mismo que estrellado. Uno le vio en la entrevista con González y tenía los ojos más abiertos que nunca (y hasta la piel nacarada, como Charlie), lo cual, en su caso, parecía una debilidad del joven ante el viejo que lo ha visto todo, el miedo que, día a día, combate con la mirada sibilina afianzada en la retórica que le envuelve: una suerte de dictador sin sus monstruosidades, por supuesto, tan sólo el perfil social de alguien al que regalan los oídos en su particular Berchstesgaden. Ya ayer decía que los empresarios no hace falta que sean sino que estén, y mañana es posible que lo único necesario sea intuir su aura o incluso oler su perfume, que habrá de tener un inconfundible toque de madera independentista. Es sublime reclamar parlamento con la condición de ser el autor de la premisa principal, por lo que más que un acuerdo, a pesar de Rosell, se prevé la búsqueda de otra quimera que apenas sirve para distraer, entre otros muchos, a Homs, el Oompa Loompa jefe.

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