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Mientras tantoLa profundidad científica del lenguaje (1) Semántica formal

La profundidad científica del lenguaje (1) Semántica formal


 

Nos situamos en California en los años 60-70. Richard Montague, matemático y filósofo, realiza una sorprendente declaración: “There is in my opinion no important theoretical difference between natural languages and the artificial languages of logicians; indeed, I consider it possible to comprehend the syntax and semantics of both kinds of language within a single natural and mathematically precise theory”. No hay diferencias teóricas sustanciales entre los lenguajes naturales y los lenguajes artificiales. Es posible unir semántica y sintaxis de ambos lenguajes con una sola teoría precisa, tanto matemática como natural.


El sueño de la inteligencia artificial. Montague construye esa teoría en una gramática que se empezó a conocer desde entonces como ‘semántica formal’. Se pretende encontrar, de aquello que llamamos significado, una definición científica tanto de su esencia como de su funcionamiento. Significado en términos algebraicos, división categorial de las unidades significativas del lenguaje y reglas de funcionamiento para su composición y creación.

 

La semántica en el ámbito de la conversación cotidiana está asociada a un nivel primitivo del significado de cada sentencia. Para cualquier argumento apelar a la semántica deja al argumento fácil de refutar en cuanto a que su tesis aparece en la argumentación carente de la relevancia suficiente. La ‘cuestión semántica’ es degradada a un segundo grado dentro de la discusión. El acuerdo acerca de la misma se supone que queda implícito porque no aporta una cantidad de información digna de ser considerada en el rumbo del proceso discursivo.

 

De alguna manera se acepta que en esa cuestión semántica la horquilla de desacuerdo pueda tener un grado indefinido. Desde esta perspectiva, extendida en tanto que ese trato hacia la semántica forma parte del uso cotidiano del lenguaje da lugar a la pregunta por el interés que puede suscitar un estudio semántico riguroso.

 

La pregunta es, ¿existe alguna razón por la cual esté justificado aproximarse a un trato más serio y con mayor profundidad hacia la “mera cuestión semántica”?

 

El libro de Paul H. Portner, What is meaning, en la misma línea que Montague, apuesta por una respuesta afirmativa a esa pregunta señalando que la construcción semántica en un lenguaje va más allá que la mera convención, más allá de la arbitrariedad.

 

Según desarrolla en el primer capítulo que, aunque pueda considerarse que la referencia a un objeto externo por parte de un lenguaje determinado tenga, en una parte de su esencia, el perfil de un pacto o acuerdo entre los hablantes de ese lenguaje, hay un mecanismo de corrección de carácter necesario que tiene que ver con el uso del lenguaje y que no puede ser reducido al producto del acuerdo. 

 

Estos autores ven patrones de expresión del significado que necesitan de una explicación científica. Rechazan la idea de reducir el significado de las palabras a definiciones que implican más palabras. Como es frecuente en la filosofía se rechaza el regreso ad infinitum, manías profesionales. La información se manda en paquetitos bien diferenciados.

 

¿Qué significa entender el significado de cualquier cosa afirmada como sus condiciones de verdad?

 

Según define Portner, el lenguaje es una máquina de supervivencia para el ser humano, en él hay referencia a la realidad, o en él participa la realidad, de otro modo no serviría para ello. El significado está enlazado a la acción, a la realidad externa a la mente y al propio lenguaje, es el símbolo de la conexión entre uno y otro. Dado que el ser humano necesita la información para sobrevivir en el mundo, tiene que poder definir de forma correcta un estado de cosas. El significado configura la especificidad de un escenario, la composición estructural de la información que el ser humano puede recabar acerca del mundo.

 

Por eso se asocia directamente el significado a una definición concreta de un mundo posible que tiene en si las condiciones de verdad de la coexistencia de todos los elementos descritos en ese mundo posible. Cada unidad lingüística con significado plantea, dado el todo de la posibilidad, un nuevo mundo dentro de lo que puede ser. Un homenaje a la realidad total nunca alcanzada por el hombre, como cuando mira las estrellas y se imagina el universo

 

Las categorías de la semántica se van formalizando según su contribución al significado de la sentencia en la que ocurren. Las unidades que son un nombre tienen el referente como significado semántico, los predicados como unidad denotan proposiciones incompletas y el núcleo semántico de la sentencia está en la saturación de esas proposiciones incompletas, entendiendo saturación como la acción de la referencia de un argumento sobre un predicado.

 

Al desarrollar esta perspectiva acerca del significado, queda asegurado que en cada afirmación que se haga acerca de la semántica lo afirmado no sobrepasará  la cantidad de información disponible que puede justificar esa afirmación.

 

Esto es lo que justifica a autores como Montague o Portner el defender una teoría del significado que lo defina como condiciones de verdad. Así pues se adopta la perspectiva de la teoría de conjuntos para tratar la semántica con respecto a su enfoque denotacional, se define significado en términos de relación entre las expresiones lingüísticas y su denotación. Todos los que defienden esta tesis aceptan lo que Tarski llamó la teoría de la verdad como correspondencia. Así tanto Tarski, como Frege, Davidson o Montague aceptan que las condiciones de la verdad no se marcan con respecto a las oraciones, sino con respecto a puntos de referencia determinados.

 

Como explica E. Vidal, en todo que pueda llamarse significado, lo afirmado va a mantener el grado de generalización mínima para transmitir la información en el máximo grado de explicitud posible que posibilite la comprobación empírica. Parece serio.

 

El punto débil de toda esta argumentación es que parte de una premisa a modo de axioma que Montague se encargó de defender: La no-diferencia entre el lenguaje formal y el lenguaje natural. La semántica formal entonces se realiza mediante la teoría interpretativa, o como dice E. Vidal, la semántica referencial: aquella que da por hecho que existe una correspondencia en el proceso entero sintáctico con un proceso semántico análogo pero que  hace abstracción de ese proceso y solo vincula la semántica al resultado de todo el proceso sintáctico.

 

Se elimina la idea de que haya un salto cualitativo entre los dos y que para igualarlos solo hace falta aumentar la riqueza y la complejidad del lenguaje formal. Se acepta de forma indubitable la correspondencia biunívoca entre la sintaxis y la semántica. ¿Ficción o realidad?

 

Esta teoría no solo da cuenta de cada unidad significativa del lenguaje sino que además incorpora la explicación acerca de la capacidad creativa del lenguaje en tanto que se acepta el principio de composicionalidad. Esto es: el significado de las piezas del lenguaje está basado en el significado de sus partes y la forma en la que estas están juntas.

 

El lenguaje compuesto de infinitas piezas significativas, formalizado en consecuencia con una teoría del significado como condiciones de verdad, puede catalogarse en la organización de los puntos de referencia que reflejan cada expresión como mundo posible dentro del universo de todo el conjunto de posibilidades.

 

Esto debe quedar aquí apuntado como una de las características principales de esta teoría de la semántica, de este punto de vista que adoptó Montague: se acepta como ideal regulativo que existe esta correspondencia, la analogía entre el lenguaje natural y el lenguaje formal. Se acepta incluso que se está estudiando un lenguaje que funciona únicamente también como ideal regulativo.

 

Separado del significado que maneja el usuario del habla cotidiana, este punto de vista de la semántica pretende encontrar y dejar subrayados los principios y generalizaciones interiorizadas que subyacen a una capacidad lingüística que no se abarca en la totalidad (de ahí la semántica referencial) pero que se pretende trabajar como si esa totalidad realmente existiera.

 

Desde un punto de vista tanto teórico como práctico parece la opción más adecuada para hablar de significado. Dado que es un punto medio entre la realidad y el lenguaje, tratémoslo como un punto medio entre la realidad de sí mismo y el lenguaje por el cual nosotros podemos pensar sobre él.

 

Acaso no será que empezaron así todas las verdaderas definiciones, en el punto en el que el cielo y la tierra se tocan en el mar, en el horizonte, soñando con que el ideal fuera, pero fuera siempre un sueño, para poder seguir viajando.

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