¿Qué cuenta mejor la emigración a California de los granjeros arruinados en los años treinta: los reportajes que John Steinbeck publicó en ‘The San Francisco News’ o su novela ‘Las uvas de la ira’? ¿Es más real la ficción que la realidad?
‘Los vagabundos de la cosecha’ es el título que agrupa los siete reportajes en los que Steinbeck retrató la América más miserable. La que en los años posteriores al crack del 29 empujó a la indigencia a un ejército de desdichados. Primero fueron los inmigrantes, pero cuando quisieron defender sus derechos los expulsaron. Luego fueron los propios americanos. Unos cincuenta mil trabajadores temporeros que encontraban en los campos de California una vía para sobrevivir. Eran en la época de la cosecha.
“Mientras se desplazan de cosecha en cosecha –escribe Steinbeck–, una única necesidad, un solo imperativo ocupa su mente: volver a comprar una pequeña parcela, instalarse allí y poner fin a su vagabundeo. Basta ir a los poblados de chabolas donde las familias viven en el suelo, sin casa, ni cama, ni enseres de ningún tipo; basta con mirar esos rostros fuertes y resueltos, algunas veces llenos de dolor, las más –cuando ven que sus tierras, ahora propiedad de una empresa, están sin labrar– llenos de rabia, para comprender que esta nueva raza ya no se moverá de aquí, que se le debe prestar atención”.
Leí las historias de estos hombres que a menudo vieron “cómo sus hijos se les morían por el camino” en 2005, en mi primer año de universidad. He tratado de buscar el libro, que lo creía escondido entre algunos papeles, pero no lo he encontrado. Es una de las cosas más frustrantes: estar convencido de que tienes un libro y descubrir que no es así. Quería repasarlo, confirmar las buenas impresiones que me produjo cuando lo leí. Ya no recuerdo si Steinbeck escribía en primera o tercera persona, cómo de efectivas eran sus descripciones, ni cómo reproducía las descripciones…
Solo sé que al terminarlo puse ‘Las uvas de la ira’ en la reserva. Y ahí sigue, ocho años después. Quiero leerlo, quiero conocer a Tom Joad. Pero, ¿no me ha presentado ya Steinbeck a los verdaderos Tom Joad? ¿Por qué habría de sumergirme en una novela si ya leí lo que vieron los ojos del escritor?
Escribo esto porque Javier Marías, en su última columna, dice que las novelas cuentan mejor “la vida privada de las naciones” que las que pretenden “trazar un ‘fresco’ de su época”. Sé que seguramente ‘Las uvas de la ira’ no entra en esa categoría de novela a la que se refiere Marías: “Yo veo el Londres del siglo XIX en las obras de Dickens, llenas de personajes estrafalarios e inverosímiles, de casualidades que bordean lo inaceptable y de exageraciones sin cuento, que el Madrid de Galdós, que a menudo me resulta acartonado, sobre todo en tantos diálogos impasables y en tantas estampas apegadas en exceso a la literalidad de su tiempo, es decir, al reportaje”.
Marías, que ha alcanzado su madurez narrativa de la mano de una primera persona capaz de levantar una reflexión sobre una gota de sangre que se lee en treinta minutos, cree que “uno de los reproches más tontos y rancios que se pueden hacer a una ficción es señalar que la gente no habla ‘así’, esto es, como los personajes”. “La reproducción exacta de las peculiaridades verbales de los individuos –añade– no deja de ser un abuso y una grosería”. La reproducción de la realidad, en suma.
“La gran novela americana del siglo XXI es un reportaje”, escribe el periodista Marc Bassets en el arranque de su reseña de ‘The unwinding’. Ganador del National Book Award al mejor libro de no ficción del 2013, este trabajo analiza las “desigualdades económicas, laminación de las clases medias, deslocalizaciones industriales, polarización política, desregulación y poder voraz de los lobbies y Wall Street” acontecidos en los últimos treinta años en Estados Unidos. Dentro de unas décadas, concluye Bassets, “quien quiera conocer cómo era Estados Unidos entre finales del siglo XX y principios del siglo XXI deberá leerlo”.
‘Thank you for your service’, de David Finkel, aborda otra realidad: la de los soldados que combatieron en Irak y Afganistán y ahora naufragan en su vuelta a la rutina: “La guerra después de la guerra”. Y sigue escribiendo Marc Bassets: “El libro de Finkel y ‘The unwinding’, de George Packer, forman un díptico: desvelan el paisaje tras una década de guerras y crisis”. Con las armas del periodismo narrativo. Ese periodismo de chaleco y corbata como el de Gay Talese, quien se reconoce influido por escritores de ficción como Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, John O’Hara o Irwan Shaw. O el que en español practica la argentina Leila Guerriero poniendo música a sus textos… gracias a su oído para la poesía.
¿Es más real entonces la ficción que la realidad?
‘Las uvas de la ira’ sigue en mi lista de pendientes. Como ‘Libertad’, de Jonathan Franzen, “la primera gran novela norteamericana del siglo XXI”. Esta semana espero recibir los dos últimos libros que he comprado: ‘The unwinding’ y ‘Thank you for your service’.