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Mientras tantoLa realidad supera al mundo

La realidad supera al mundo


 

Cuenca, 30 de abril de 2023

En una de las recientes postreras jornadas del, a esta hora, prácticamente extinguido mes de abril, visité, ya a punto de concluir, en la sala Andrea D’Odorico del Teatro Español de Madrid, la exposición «Teatro del privado horror», de Francisco Nieva, comisariada por su marido José Pedreira, consistente en 55 reproducciones ampliadas de las hojas de un cuaderno que Nieva elaboró entre los años 1978 y 1980. El dramaturgo lo donó a la RAE y la académica institución realizó una edición facsímil que regaló a los académicos como obsequio de Navidad en 2015.

Sorprende la alta calidad de los dibujos del escritor. Paco Nieva no era un autor de atractivos textos teatrales con una simple y comedida afición a dibujar -como ocurre en el caso de García Lorca, por ejemplo-, sino que él, cuando se incorporó a las filas del Postismo en los años 40, era sólo pintor y aún no escribía. Siempre mostraba mucho orgullo por el hecho de pertenecer a ese movimiento vanguardista fundado por Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi. En sus memorias, Las cosas como fueron, declara contundente que si algún mérito tiene su escritura ello se lo debe absolutamente al magisterio de Eduardo Chicharro, con quien colaboró en el planteamiento y confección de la novela chicharriana El pájaro en la nieve. Más de una obra de teatro suya calca versos enteros de la praxis postista.

Francisco Nieva, desde luego, tanto en sus textos como en su plástica, no es un creador realista, no se limita a reproducir el mundo, el acontecer que, llana y estadísticamente, en el mundo sucede, sino que su expresión es soberanamente imaginativa. La primera proposición del Tractatus logico-philosophicus del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, afirma que «El mundo es todo lo que acaece», o «lo que es el caso», según la traducción. Únicamente eso: lo que pasa en el mundo es solamente lo que es el mundo, sin salirse de los estrictos sucesos. Sin embargo, también lo apunta Wittgenstein, la realidad supera al mundo, porque la realidad se derrama a su gusto sobre toda posibilidad virtual. La realidad, entonces, puede ser una serie de mundos infinitos, propios, no sujetos a lógica.

Nieva, en su escritura y en su pintura (él asimismo esboza, con desatada sugestión y profesionalidad, los figurines para la escena), crea no un mundo cerrado, incapaz de sobrepasar su condición, sino un haz de universos empeñados en una propensión constante de total libertad. La inmediata impresión del cuaderno que aquí se expone es tomarlo como un muy acreditado pasaje surrealista, ya que el propio término del movimiento vanguardista francés nos sitúa en una noción que desborda el simple confín de lo que entendemos por real, es decir, por mundano.

La sensatez es tranquilizadora, se acopla al ritmo cotidiano del mundo, pero es sosa. La locura, aun siendo, o pudiendo ser, una tremenda sensación amarga, es grandemente cualificable por su asombrosa creatividad.

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