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La (re)lectura de la historia

 

Acerarse al conocimiento a veces es doloroso. Pero siempre es emocionante. Ha sido este un fin de semana de convivencia con Silvia Rivera Cusicanqui. ¿No le suena? Bueno, puede ser por el monopolio, por la propiedad privada que Euroocidente mantiene sobre el «conocimiento» bendecido en los altares de universidades y críticas literarias.

 

Esta socióloga boliviana de origen aymara se enfrenta a su entorno con una capacidad de crítica y sorpresa envidiable. Hace realidad un principio en el que yo creo: la historia no lo es si no contiene el componente sociológico y ese matiz no es honesto si no parte de una mirada ideológica sobre la realidad. Claro que hay que desnudar las palabras y no pensar que ideología, sociología o historia son eso que enseñan en la mayoría de escuelas o universidades: un conjunto de pseudoverdades convertidas en ley por obra y gracias de los amanuenses autorizados por el poder.

 

Con Silvia he viajado en estos días por la Bolivia del siglo XVII y XVIII, me he acercado a los complejos mecanismos con los que la colonia, primero, y la república independiente, después, fue desproveyendo de identidad, de etnicidad y, por tanto, de poder, a los campesinos indígenas. He tratado de limpiarme de la mirada europea para adentrarme en los complicados sistemas de contrapesos en los modelos de poder prehispánicos en los que territorio, pisos ecológicos, género y funcionalidad estaban imbricados de forma compleja y necesaria. También veo con más claridad la lógica de las dos repúblicas instalada durante la colonia y, de algún modo, vigente aún en muchos de los planteamientos autonomistas de los pueblos originarios en lucha en Otramérica: dispuestos a coexistir siempre que los dejen vivir de forma paralela.

 

Me duele el conocimiento y esta (re) lectura de las violencias (re) encubiertas en Bolivia porque yo, personalmente, sí asumo la cuota de responsabilidad (que no culpa) que me toca. Me duele porque entiendo que el profundo daño histórico que ha producido –que produce- el modelo europeo, que ahora intelectuales como Bauman, Giddens o Habermas, será difícil de superar. Me alegra saber que las y los intelectuales subalternos lo tienen claro y que, a pesar de la ceguera de Eurooccidente, siguen trabajando para (re) construir las «verdades» y proponer otras formas.

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