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Mientras tantoLa reliquia nacional

La reliquia nacional


 

Aquel día la lógica nació de un huevo y fue mortal, tan pronto tenía el guapo subido como agonizaba. Nadie intentaba ya teorizar el problema, cumplimentar el formulario que antaño nos pasó el dios de la cara legal, ni descarado, ni caradura, ni polifacético y sin arrugas de expresión: ¿Este modo de pensar es representativo de la mayoría?, ¿responde a razones válidas y a sentimientos nobles, o solo a intereses particulares que conducen a la irracionalidad y a la vileza? ¿Este modo de actuar es viable social y económicamente? Perezoso silencio de veinte minutos. No teníamos dónde ni para qué teorizar nada, la dimensión de las teorías se estaba desvaneciendo; en el futuro, todas serían el mismo sinsentido.

 

El objeto futurista, escurridizo hasta para los teóricos más autorizados, tenía forma de pistola, y la intención era la de un pistolero, pero ¿faltaba la efectividad…? Unos hablaban de gatillazos y otros de cartuchos de fogueo. El adversario se quitó el guante y gritaba: «¿Me he muerto? —Pero está vivo, nos está hablando—. Espera…, ¿qué has hecho?, ¿dónde compraste esto? —Se abre la crisis semántico-pragmática, todos nos ponemos agresivo-surrealistas—. ¡¿Me hago el muerto ya?!, ¡¿digo mi parte ahora o cuándo?!». Así sonaba el discurso político, como la razón poética hispánica, la creadora del arma lusoria que una vez velamos en el corral de la venta. ¡Habíamos desenterrado la reliquia nacional!

 

Por entonces a mí también me ilusionaba la nueva oportunidad de ser indígena, entre mediterránea y atlántica, más allá de lo irrelevante, de españolismos y catalanismos. Español y catalán recordaban a las lenguas élficas o compartían un nuevo atributo: Hasta en sus usos políticos, ambos eran creativos a la manera del siglo, ¡resistían como podían el parásito reaccionario que nos come la cabeza reducida, el código binario, la marca de la Baja Edad de los Metales!  

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