La sucursal en los Países Bajos del Hermitage ruso se convierte en un imán para viajeros, historiadores y soñadores con su Expedición a la Ruta de la Seda. Por primera vez, el museo de San Petersburgo ha cedido 250 piezas (desde una mano de Buda datada entre los siglos II y III de nuestra era a la inquietante cabeza de un monje de los siglos VIII al IX) que permiten recorrer con la imaginación (y el estudio) “los desiertos, estepas y cordilleras” (como escribía Isabel Ferrer el pasado lunes en El País) de una ruta “marcada hoy en parte por el petróleo y el opio”, pero que durante 1.700 años “la mítica vía terrestre que dominó el comercio entre Europa, India y el Lejano Oriente” sigue conservando “intacto su poder de atracción”.