Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Sociedad del espectáculoArteLa salvación de la memoria china: los retratos de Yuan Wu que...

La salvación de la memoria china: los retratos de Yuan Wu que no se verán en su país

Yuan Wu es un veterano pintor afincado en Pekín, aunque también cuenta con un apartamento en el centro de Manhattan. Es lo bastante mayor para haber vivido la Revolución Cultural. Su proyecto actual consiste en un centenar de retratos épicos de destacados intelectuales chinos asesinados u obligados a suicidarse durante la Revolución Cultural (1966-1976), un periodo de extraordinaria agitación en China, cuando la intelectualidad del país fue vilipendiada y obligada a soportar infinitas hostilidades e incluso la violencia ante el intento del gobierno de nivelar definitivamente toda insinuación de jerarquía. Por su inteligencia intelectual y su avanzado nivel de estudios, el destino de los profesores, escritores y artistas fue especialmente aciago.

En aquel momento, la existencia de los intelectuales chinos distaba de ser atractiva: muchos tuvieron suerte de escapar con vida. Hoy, visto en retrospectiva, da la impresión de que Mao quiso asegurarse de que su ideal de sociedad sin clases se mantuviese para siempre. Su propósito era imponer el sometimiento mediante el castigo constante, sirviéndose de la humillación, el encarcelamiento y el asesinato para acabar con las distinciones de clase que separaban a los académicos, científicos, artistas y otros intelectuales de las masas. Como cabría imaginar, la matanza que siguió a la arbitraria, inviable y destructivamente caprichosa idea de Mao de que la actividad intelectual la podrían llevar a cabo personas sin formación, o destruidas por completo al ser consideradas carentes de utilidad social alguna, estaba condenada desde el principio. Fue lo que ocurrió, a pesar de que la idea per se pudiera tener algún mérito teórico, al menos al comienzo del cambio.

El problema es que esa teoría suele fallar en la práctica. El envío de la intelligentsia china al campo empujó a los intelectuales chinos en la dirección de un populismo que era, como mínimo, un profundo error intelectual. No hace falta ser de derechas para sentir consternación ante el dilatado caos y la división de clases que provocó la Revolución Cultural, a pesar de su intención de acabar con todas las distinciones jerárquicas en la cultura. China, cuyo pensamiento ha sido comunal durante buena parte de su historia, no estaba imponiendo algo innovador a la sociedad, sino más bien obligando a la gente a ser partícipes de una mentalidad de grupo. Tomadas por lo que en puridad son, las acciones emprendidas en este periodo rozaban el populismo, donde se concedía una especial importancia a la creación de una sociedad sin ninguna jerarquía en absoluto, un fin perseguido con denuedo, pero imposible de materializar. Se pueden elogiar los propósitos de esos intentos de cambio, pero, hasta la fecha, ha resultado imposible rehacer las relaciones sociales como reflejo de una igualdad absoluta. Enviar a los profesores a cultivar la tierra en los campos de China, lejos de los pasillos de la academia, es un desperdicio de talento, por muy sincero que fuese el deseo del Gobierno de una sociedad sin clases.

Ha pasado el suficiente tiempo desde el fin de la Revolución Cultural, por lo que podemos intentar calibrar los daños ocasionados durante este periodo. El proyecto pictórico del destacado pintor Yuan Wu es un valiente intento de recordar a un grupo de personas que fueron perseguidas, hasta el punto de perder la vida, simplemente por su talento y su intelectualidad. En aquella época, la antipatía por las personas culturalmente dotadas alcanzó cotas muy altas, y provocó reacciones asesinas. Es difícil explicar la medida en que el desorden, el odio y la violencia reinaron en el país, alimentados por el quijotesco empeño de Mao en la revolución continua. Algunos podrían aducir que era un intento bienintencionado, aunque fútil, de nivelar las jerarquías culturales; pero la generalización de la violencia desgarró el país, e incluso provocó graves rupturas familiares, ya que algunos hijos denunciaron a sus padres.

Las consecuencias fueron interminablemente trágicas, y el Gobierno chino ha hecho todo lo posible por impedir cualquier reconocimiento público de su memoria. Es evidente que estos retratos no contarán con un espacio de exposición en China, por lo que este extraordinario homenaje de Yuan Wu, tan bellamente pintado y conmovedor, tendrá que verse fuera del país. Las obras de Yuan Wu, que retrata una serie de acontecimientos trascendentales y de largo alcance, no representan directamente la violencia perpetrada contra la intelectualidad china. Sin embargo, al mismo tiempo, en los retratos de estas personas sumamente inteligentes y creativas a las que homenajea Yuan Wu, este no presta solo atención a su aspecto físico, sino también, implícitamente, a la destrucción de sus vidas. De hecho, la objetividad de los retratos extiende nuestra solidaridad al pathos de las vidas perdidas; la imaginería de Yuan Wu retrata la atípica valentía y la extraordinaria personalidad de este trágico grupo, hoy extirpado de la memoria histórica.

El realismo de Yuan Wu, en realidad, tiene sus raíces en retratos oficiales chinos que se remontan siglos atrás. El tamaño de las obras es poco habitual: las grandes dimensiones de los cuadros es una forma literal de expresar los logros y la posición del grupo. Sin embargo, a los que ostentan el poder en China se les da muy bien borrar la memoria, e intentan activamente que no se hable de los acontecimientos que tuvieron lugar: apartarlos de la vista, apartarlos de la mente. Es como si la Revolución Cultural nunca hubiese sucedido. Esto es más que trágico: en cuanto al intento de eliminar la historia más violenta de China en los últimos tiempos es una continuación de la política. ¿Cómo puede resucitar un pintor un pasado que su país no quiere reconocer? ¿Cómo crea el artista un memorial político, cuando la consecuencia será un severo castigo?

Las extraordinarias imágenes de Yuan Wu se aprecian fuera de la cultura china, sobre todo porque las autoridades temen que su presencia pueda dar pie a un debate sobre los excesos de la ideología. Hacer un buen trabajo intelectual es imposible en un ambiente envenenado por unas rígidas creencias políticas; hemos de suspender nuestras opiniones en aras de una investigación abierta, sin cortapisas ideológicas, en las artes y en la academia, en las humanidades y en las ciencias. De lo contrario, el trabajo refleja la realidad del Gobierno, y no la verdad de la investigación factual. Si consideramos las pinturas de Yuan Wu una forma de investigación abierta, una forma de búsqueda moral, su logro trasciende la presentación de una verdad convencional para ser una verdad mayor de la memoria, representada en la forma de un monumento público, como muestran estos retratos.

Puesto que las obras no se verán en China, su influencia social será inevitablemente menos incisiva. Es desconcertante pensar que esta serie de obras es provocadora: son solo imágenes de personas. Sin embargo, las circunstancias que rodean a la pérdida de la vida de estos individuos hacen que los cuadros de Yuan Wu sean profundamente conmovedores. En cuanto retratos de intelectuales independientes, manifiestan su resistencia a la cultura totalitaria. Los rostros del artista son, literalmente, de un orden mayor: manifiestan la independencia, el punto de vista objetivo de una importante generación de académicos librepensadores. Sin embargo, las circunstancias que rodean sus muertes son terribles, y su historia no se puede cambiar. Aunque quizá el Gobierno chino no opine lo mismo, en esta extraordinaria secuencia no existe ninguna ideología: solo las implicaciones radicales de la memoria, la determinación del artista de mantener vivas las imágenes de los muertos. Es fácil decir que el contexto y los orígenes de estas pinturas son un desafío a la ideología maoísta, pero las obras son, en sí mismas, simples retratos. Su carácter acusatorio proviene de las trágicas circunstancias que rodean a las personas retratadas. Por tanto, aunque en estas obras de arte no podamos ver la violencia que se cobró la vida de estas personas, sus imágenes se enlazan por sí mismas con el terrorismo de la época. En la pintura de Yuan Wu, la memoria mantiene vivas a las víctimas y al mismo tiempo se enfrenta a las fuerzas letales a las que sucumbieron. La imaginación sirve para reificar un relato que las autoridades se han esforzado en borrar.

Podemos, a través de la lente de la obra de Yuan Wu, explorar el papel que el arte desempeña en mantener la historia abierta a la interpretación. Los acontecimientos tienen un final, pero el arte –que, con suerte, dura para siempre– mantiene en nuestro pensamiento la existencia de esta generación perdida. Los chinos han sido muy hábiles a la hora de mantener el recuerdo de sus logros, pero ahora tienden al revisionismo histórico. La represión que sigue dominando la cultura china es posible gracias a la eliminación de los hechos. El silencio ejecuta el borrado activo de las verdades que incomodan al Gobierno. Por tanto, la memoria histórica se convierte en un artefacto político, moldeado por la ideología del momento. Sin duda se podría hablar de si la destreza de Yuan Wu es un artefacto de su arte, pero eso solo empañaría la finalidad general de las obras: la restitución de la dignidad de un grupo de personas cuyas vidas fueron truncadas por la ideología. Aunque no podemos recuperar a los muertos, sí podemos asegurar que su existencia no se desvanezca. El arte de Yuan Wu sirve para proteger a los muertos del olvido; un olvido político que las autoridades están encantadas de organizar.

Las palabras y las imágenes solo son los medios de que disponemos para mantener la existencia de los sujetos del artista. Los intelectuales que vemos en el arte de Yuan Wu desaparecieron a manos de la violencia ideológica, la cual cambia rápidamente, en función del espíritu de la época. Si el arte no puede generar cambio, tal vez haga algo más significativo: puede rescatar a las personas y los sucesos del desprecio y la indiferencia. Con el tiempo, los sucesos que tanto nos había preocupado se desvanecen, y dejan solo un rastro de su existencia. Ante eso, tenemos la obligación de combatir el borrado de los acontecimientos perturbadores, asegurándonos de que se reconstruyen y vuelven a cobrar vida. ¿Cómo se hace? Por medio de su plasmación deliberada en las artes. La historia establece la consciencia de lo que tuvo lugar, al margen de si fue benigno o movido por la malicia. Es obvio que Yuan Wu quiere presentar una imagen ajustada a la realidad de lo que sucedió en una época de caos y desconfianza. Se cerciora de que su arte se adecúe a la gravedad de los acontecimientos que está condenando implícitamente. La fuerza de sus pinturas está a la altura de la finalidad del recuerdo. En cuanto dotado pintor, su arte produce un juicio difícil de olvidar.

Los sucesos que tuvieron lugar durante la Revolución Cultural reaparecen en la obra del artista. Nada se pierde: la obra se convierte en un acto de tácita rebelión. Si miramos algunos de los retratos por separado, sabiendo que esos hombres destacaron en sus respectivos campos, resulta evidente que la causa de su sufrimiento fue una intolerancia dirigida hacia el logro y el intelectualismo, sellos distintivos del logro personal, no de la política progresista. En el retrato de Lao She, vemos a un escritor activo y muy respetado que fue obligado a suicidarse en 1966, el primer año de la Revolución Cultural. Activo al principio en Pekín, en 1946 visitó Estados Unidos por invitación del Gobierno, y tradujo varias obras chinas de ficción al inglés. En 1949, decidió volver a China. Después trabajó como novelista y gestor literario para varias asociaciones artísticas chinas. Se desempeñó en estas tareas hasta 1966, cuando los Guardias Rojos lo agredieron físicamente. Tras sufrir más hostigamientos, Lao She fue obligado a suicidarse. En 1978, el Gobierno chino restituyó su estatus como “Artista del Pueblo”. Esto es solo una sinopsis de la vida de un hombre con talento y esforzado trabajador que fue destruida por el extremismo político.

El suicidio forzoso de Lao She es un ejemplo de la brutalidad de la Revolución Cultural. Su destino obliga a preguntar: ¿hasta qué punto se puede absolutizar la política? En la Revolución Cultural, el impulso hacia un tejido social absoluto causó un daño terrible. Las relaciones sociales quedaron destruidas. Lao She era el tipo de hombre que se presta fácilmente a participar en la vida pública. Al parecer, esperaba crear lazos entre el pueblo a través de las artes. Sin embargo, las organizaciones para las que trabajaba se consideraron inaceptables durante la Revolución Cultural. Escribir se tachaba de innecesario e irrelevante. Esto dio lugar al juicio político extremista de un hombre razonable.

La personalidad de Lao She se hace patente en el cuadro de Yuan Wu: vemos a una persona serena, que dirige a sus espectadores una mirada firme, aunque ligeramente melancólica. Es como si fuese consciente, con antelación, del destino que lo aguardaba. Aun así, su pose no es ni mucho menos conciliadora. La actitud del hombre muestra profundidad emocional, que choca con los violentos sinsentidos de la época. La pintura pide a sus espectadores que no dejen de ser conscientes de un periodo en que se abandonaron las reglas. Por tanto, el retrato presenta la interpretación tácita pero muy expresiva de alguien destruido por la pureza política. A pesar de que, en este retrato, como los demás de la serie, no muestra ninguna violencia, sabemos cuáles fueron las circunstancias que rodearon su muerte. El cuadro nos presenta a Lao She como un hombre serio y consumado que murió sin ningún motivo.

Fu Lei nació en 1908; se suicidó en 1966. Fue profesor, escritor y traductor de francés, tras haber estudiado en París. Produjo traducciones muy respetadas de Balzac, Romain Rolland y Voltaire una vez que volvió a China, pero fue perseguido por los Guardias Rojos durante cuatro días y tres noches en los albores de la Revolución Cultural. En consecuencia, Fu Lei y su mujer se quitaron la vida en septiembre de 1966. Fu Lei, reconocido como un hombre de espíritu resuelto, es otro ejemplo de intelectual talentoso cuya vida le fue arrebatada por la ideología política; una de las muchas personas que contribuyeron a los logros intelectuales de la sociedad china y que fueron destruidas. El empeño y el logro de Fu Lei, ejemplares en la intelectualidad china, fueron borrados sin más. Liu Xing, un importante novelista contemporáneo, nació en 1916. Se afilió al Partido Comunista en 1936, y vivió durante décadas en las áreas rurales, entre los agricultores. Su novela más famosa, History of Entrepeneurship, versa sobre la vida rural. En 1966, en los comienzos de la Revolución Cultural, fue vilipendiado y calificado de “escritor negro” y “autoridad reaccionaria”. Un año después fue acusado de espiar en Sichuan durante la guerra contra Japón, y su pareja, Ma Wei, fue víctima de la persecución hasta su muerte. Sin embargo, Liu Xing se negó a dar marcha atrás y se mantuvo fiel a la verdad bajo una extraordinaria presión. Murió en 1978 a los sesenta y dos años.

En el retrato de Yuan Wu, Liu Xing tiene una complexión apagada, bigote y una apariencia levemente preocupada. Le rodean los ojos unos círculos blancos. Para los estadounidenses, es difícil entender plenamente el grado de sufrimiento que padecieron Liu Xing y los demás sujetos de la serie de Yuan Wu. Lo cultural arrolló China de manera muy destructiva, y la vida de las personas aquí consideradas demuestra que un pequeño grupo de personas tuvieron la valentía de soportar las presiones contra ellos, en incluso de plantarles cara. Su actividad académica y su creatividad contrastan con la tragedia de sus vidas. En el último retrato, el de Jian Bosan, que era de etnia uiugur, se vuelve a evidenciar el grado de persecución que sufrieron los intelectuales. Jian Bosan era un destacado historiador marxista de Changde. Participó en el Movimiento 4 de Mayo y, tras la fundación de la República Popular de China, en numerosas organizaciones académicas. Dio clases en las universidades de Yenching y de Pekín. Los escritos de Jian Bosan son generalmente valorados como destacados ejemplos de su campo. Sin embargo, la Revolución Cultural dio lugar a la persecución y humillación de Jian Bosan, y, en 1968, cuando tenía setenta años, el talentoso académico y su esposa se suicidaron con somníferos. El retrato pintado por Yuan Wu muestra a una persona decidida, seria, con el cabello cano y mirada severa.

El impacto de estas tragedias, de los cuales solo se recoge una pequeña muestra en este artículo, es imposible de exagerar. La política extrema mató a China a la mejor gente que el país producía. La Revolución Cultural duró diez años, desde 1966 hasta 1976, cuando murió Mao. Los sucintos datos biográficos de las personas retratadas –algunos de los mejores académicos, intelectuales y escritores de China– que he incluido muestran la medida de sus capacidades y logros. Debemos recordar que sus “delitos” consistieron en la independencia intelectual y el logro ante la hostilidad y la violencia continuas. La situación es más que trágica, y el Gobierno chino se niega a afrontar su responsabilidad en el trato violento que se le dispensó a un grupo de personas realmente necesarias. La intolerancia del Gobierno era parte del espíritu de la época. Normalmente, los estudios culturales critican el poder, en vez de defender el statu quo; pero la Revolución China intentó transformar o limitar las vías de conocimiento para amoldarlas a lo que se juzgaba políticamente correcto, y lo hizo exigiendo una adhesión deshumanizadora a unos principios abstractos. Pero sabemos que la investigación académica se sostiene sobre un conjunto de principios distintos, con un afán objetivo. Este trabajo precisa indagación intelectual, no la claudicación a la política imperante en la época.

No se puede hacer nada respecto a los acontecimientos que ya han sucedido, pero podemos negarnos a olvidar. El sufrimiento adquiere dignidad cuando las personas mantenemos vivo su recuerdo; no hay otra forma de mantener una relación útil con el pasado. Sin embargo, la estrechez de nuestras limitaciones puede resultar una ventaja para aquellos que, como Yuan Wu, se niegan a pasar por alto los excesos violentos de la Revolución Cultural. Dada su distancia histórica –acabó en 1976, hace casi cincuenta años–, es importante asegurarnos de que no se olvide su carácter destructivo. Las muertes y los suicidios que tuvieron lugar entre 1966 y 1976 fueron resultado de una ideología social que utilizó la violencia para justificar sus ideales. Eso está a solo un paso del énfasis del populismo en que la población general condene a quienes se dedican a las actividades intelectuales: la escritura, la academia, la investigación. Las pinturas de Yuan Wu dejan patente, con su realismo, que se mató a una generación de personas intelectualmente activas a causa de la pureza ideológica. El homenaje del artista va más allá de la mera descripción, hacia una interpretación veraz –aunque no se explicite– de la integridad de los sujetos.

Como proyecto, la cantidad de obras es en sí misma admirable. Al pintar a tantos sujetos, Yuan Wu muestra que el sufrimiento fue muy extendido. Además, que sean tantas obras indica la decisión de Yuan Wu de presentar hasta qué punto se vio afectado un grupo de personas talentosas. La historia se puede mantener de varias maneras: mediante la transmisión oral, como investigación académica o como arte. Yuan Wu, consumado pintor en Pekín y Nueva York, posee la destreza técnica necesaria para crear obras de gran tamaño y alcance. Sus intenciones son modélicas: la imaginativa preservación de personas extraordinarias que fueron víctimas del exceso social y político. Como la imaginería, convincente por su nivel de detalle y su realismo, es arte, la obra apela a nuestra imaginación como forma de comprender la historia. La obra de Yuan Wu es universal en el sentido de que se puede entender como las sugerentes imágenes de la época. Aunque solo vemos retratos, saber cuál fue el destino de estas personas hace que experimentemos una tristeza más profunda. Es evidente que estos retratos no se verán en China: sirven como condena indirecta de Mao, cuyas decisiones en ese periodo fueron terriblemente totalitarias y destructivas; pero en la China Continental no se encontrará ningún reconocimiento del gran daño causado por la Revolución Cultural.

Las personas que tenían veinte años en 1976, cuando terminó dicho periodo, rondan ahora los setenta años. La población afectada por la Revolución Cultural fallecerá pronto. Sin embargo, los chinos tienen una memoria excelente, y, para los historiadores, el lapso entre la Revolución Cultural y el presente es muy breve. Yuan Wu ha pintado a las víctimas del periodo empleando un realismo muy detallado; su estilo, que hace hincapié en la integridad de las víctimas, transmite el aspecto trágico de la época. Esa manera de pintar es probablemente la mejor forma de ver la violencia de la Revolución Cultural sin faltar a la verdad. Se deben recordar las muertes producidas, y el arte es un medio excelente para recordar. Yuan Wu recupera el pasado concentrándose en el rostro de sus sujetos. Sus creaciones intentan establecer la compasión por los muertos. El humanismo de su arte, con suerte, obtendrá el reconocimiento fuera de China, tal vez en Nueva York, donde puede encontrarse un público conocedor de la historia reciente de China. De hecho, en la ciudad hay una considerable población oriunda de la China Continental. Sigue habiendo un gran interés en la Revolución Cultural, y en Hong Kong y Taiwán se están escribiendo libros sobre el tema. Si los historiadores no pueden escribir públicamente, entonces las obras de Yuan Wu plantearán un argumento parecido por medios visuales. Hay que agradecerle al artista la perseverancia, la destreza y la profundidad emocional con que ha acometido este importante proyecto.

 

Siete intelectuales chinos

Lao She

Lao She (3 de febrero de 1899-24 de agosto de 1966), cuyo nombre real era Shu Qingchun y el de cortesía Sheyu, nació en el seno de una familia manchú en Pekín.

1939. Se publica en inglés la traducción de Jin Ping Mei en inglés, The Golden Lotus, a cargo de Lao She [Flor de ciruelo en vasito de oro, en España]. Esta edición es la traducción más canónica de Jin Ping Mei en Occidente, y se ha reeditado en cuatro ocasiones.

1946. Es invitado por el Departamento de Estado norteamericano a impartir clases en el país durante un año, y publica el segundo volumen de Four Generations Together, Stealing a Life, ese mismo año.

1949. Tras recibir cartas de más de treinta amigos de los círculos literarios y artísticos, decide volver a China. Se marcha de Estados Unidos en octubre y llega a Tianjín en diciembre.

1950. Se crea la Chinese Folk Literature Research Association, donde ejerce de vicepresidente.

1953. Es elegido presidente de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de China y vicepresidente de la Asociación de Escritores.

Novelista chino moderno, escritor, maestro del lenguaje, artista del pueblo y dramaturgo del Renyi de Pekín. Fue el primer escritor de la nueva China en ser condecorado con el título de “Artista del Pueblo”. Entre sus obras más representativas figuran las novelas La verdadera historia del camello Xiangzi y Four Generations in One Hall, y las obras de teatro La casa de té y El canal de la barba del dragón. El 24 de agosto de 1966, debido a los salvajes ataques y la persecución del movimiento de la Revolución Cultural, fue víctima de palizas e insultos en medio de los asaltos y humillaciones de los Guardias Rojos. Lao She fue obligado a suicidarse en el lago Taiping de Pekín. En 1978, la figura de Lao She fue recuperada en la memoria y se le devolvió el título de “Artista del Pueblo”.

 

Fu Lei

Fu Lei (7 de abril de 1908-3 de septiembre de 1966), de etnia han, nació en la provincia de Jiangsu y fue traductor, escritor, educador, crítico de arte y uno de los más importantes fundadores de la Asociación China para la Promoción de la Democracia (Progreso Democrático).

Fu Lei estudió en la Universidad de París en su juventud. Tradujo una gran cantidad de obras francesas de autores como Balzac, Romain Rolland, Voltaire y otros muy releva tes. A principios de la década de 1960, Fu Lei se incorporó a la Sociedad Francesa de Investigación sobre Balzac por sus sobresalientes aportaciones a la traducción de las obras del autor de La comedia humana.

Fu Lei era una persona magnánima con gran voluntad resolutiva. En los albores de la Revolución Cultural fue cruelmente perseguido; los Guardias Rojos asaltaron su casa y fue humillado durante cuatro días y tres noches seguidas, castigado a permanecer de rodillas con una especie de capirote y otras formas de escarnio. A primeras horas de la mañana del 3 de septiembre de 1966 se ahorcó junto a su mujer, Zhu Meifu.

 

Liu Qing (2 de julio de 1916-13 de junio de 1978), cuyo nombre real era Liu Yunhua, nació en el condado de Wubao, en la provincia de Shaanxi, y es un famoso novelista contemporáneo. Se afilió al Partido Comunista de China en 1936, y se fue a Yan’an en 1938. En los primeros tiempos de la liberación fue miembro del consejo editorial y redactor jefe de suplementos en el China Youth Daily. En agosto de 1952 fue subsecretario del Comité del Partido en el condado de Chang’an, en la provincia de Shaanxi. Vivió durante décadas entre los agricultores. La mayoría de sus novelas se ambientan en la vida rural. Su obra maestra se titula History of Entrepreneurship.

En 1966, cuando empezó la Revolución Cultural, Liu Qing fue calificado de “autoritario y reaccionario”, de “escritor negro”. Se dijo que una vez en el poder “había tomado la vía capitalista”. Perdió la libertad y quedó física y psicológicamente destruido.

En septiembre de 1967 los secuaces de la Banda de los Cuatro difundieron el rumor de que Liu Qing había participado en actividades de espionaje en Sichuan durante la guerra contra Japón; dijeron que era uno de los principales “sospechosos” y que había sido la mano negra tras la Revolución Cultural, y lo volvieron a encerrar en un establo, donde fue torturado durante cuatro años. En ese lapso, su casa fue destruida y su pareja, Ma Wei, fue perseguida hasta hasta su muerte. Sin embargo, él siempre se mantuvo firme, inquebrantable, inflexible en defensa de la verdad, y resistió con determinación la cruel persecución que sufrió. Liu Qing falleció el 13 de junio de 1978 a los sesenta y dos años.

 

Jian Bozan

Jian Bozan (14 de abril de 1898-18 de diciembre de 1968), de etnia uiugur, nació en el condado de Taoyuan, en Changde. Este famoso historiador marxista chino y activista social fue uno de los más importantes fundadores de la ciencia histórica marxista china y miembro de una destacada familia.

En su juventud, Jian Bozan participó en el Movimiento del 4 de Mayo y en la Expedición del Norte. Tras la fundación de la República Popular China, Jian Bozan fue, consecutivamente, miembro del Comité de Cultura y Educación del Consejo de Estado (Gobierno Popular Central); miembro del Comité Central de Asuntos Étnicos, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Yenching; profesor y decano del Departamento de Historia de la Universidad de Pekín; vicepresidente del Central Institute for Nationalities; profesor del Departamento de Filosofía y Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de China; y director ejecutivo y secretario general de la Sociedad Histórica de China.

Su rigoe académica y sus prósperos escritos son muy elogiados por los historiadores. Algunas de sus principales obras son: The Course of Philosophy of History, The Outline of Chinese History (en dos volúmenes), The Collection of Chinese History y The Collection of Historical Issues.

Jian Bozan fue perseguido y humillado durante la Revolución Cultural. El 18 de diciembre de 1968, cuando tenía setenta años, se suicidó junto a su esposa con una sobredosis de somníferos.

 

Ye Quisun

Ye Qisun (1898-1977), Qisun por su nombre de cortesía, nació en Shanghái y fue físico, profesor y fundador de la física moderna china.

En 1918 (el séptimo año de la República de China), se licenció en la Escuela Tsinghua (hoy la Universidad Tsinghua). En junio de 1920 (el noveno año de la República de China) obtuvo el título de Ciencias por la Universidad de Chicago. En 1955 fue elegido miembro de la Academia Sínica, y también, ese mismo año, de la Academia de Ciencias China. Ye Qisun dedicó toda su vida a la enseñanza y a la investigación. Fue el primero que estudió el magnetismo en China. En sus inicios, colaboró con W. Duan y H. H. Palmer para determinar la constante de Planck, y creó el método correcto para la magnetización a alta presión, desde más de     200 atm a las 12.000. Fundó, además, el Departamento de Física de la Universidad Tsinghua y el Grupo Especial de Magnética de la Universidad de Pekín. En mayo de 1949, Ye Qisun fue nombrado presidente del Consejo de la Universidad Tsinghua.

Asistió a las reuniones con representantes de las ciencias naturales y fue elegido miembro de la Comisión Permanente del Comité Nacional y director del Comité de Planificación de la Federación de Sociedades de Ciencias Naturales de China.

En 1955, fue elegido miembro de la Academia de Ciencias de China.

En junio de 1967, durante la Revolución Cultural, fue víctima de una paliza a manos de los Guardias Rojas de la Universidad de Pekín y encarcelado; además, desvalijaron su casa, le suspendieron el sueldo y lo obligaron a “reformarse” mediante el trabajo.

Entre abril de 1968 y noviembre de 1969 fue detenido por la Oficina de la Comisión Militar Central. Tras su puesta en libertad, lo mantuvieron aislado y vigilado.

En mayo de 1972, la Universidad de Pekín concluyó que, en lo que respectaba a Ye Qisun, las “contradicciones entre el enemigo y nosotros” debían tratarse en correspondencia con ¡contradicciones en el seno del pueblo”.

El 13 de enero de 1977, fue declarado culpable de injusticia y murió a los setenta y nueve años. El 19 de enero de 1977 se celebró en Babaoshan (Pekín) el funeral por Ye Qisun.

 

Chen Yinque

Chen Yinque (3 de julio de 1890-7 de octubre de 1969), Heshou, por su nombre de cortesía, nació en el condado de Xiushui, en la provincia de Jiangxi. Fue historiador de la China moderna, investigador de la literatura clásica, lingüista y poeta. Impartió clases en las universidades Tsinghua, Asociada del Suroeste, de Hong Kong, de Guangxi, de Yenching, de Sun Yat-sen, entre otras. Lo llamaban “profesor de profesores”.

Es autor de, entre otros, de los libros A Brief Commentary on the Origin of the Sui and Tang Dynasties, The Commentary on the Political History of the Tang Dynasty, Draft on Yunbai Poetry Notes, Jinmingguan Collection, Liu Ru Shi Biography y Han Liu Tang Recording Dreams. Tras el inicio de la Revolución Cultural, Chen Yinque fue salvajemente torturado. Lo que más le entristeció fue el saqueo de la gran cantidad de libros y poemas que había recopilado durante muchos años.

Murió el 7 de octubre de 1969 en Cantón.

 

Rao Yutai

Rao Yutai (1 de diciembre de 1891-16 de octubre de 1968), Shuren por su nombre de cortesía, nació en Zhongling (Linchuan), en la provincia de Jiangxi. Fue físico y profesor, el primer académico de la Academia Sínica, miembro de la primera generación docente de la Academia China de las Ciencias y profesor de la Universidad de Pekín.

Fue a estudiar a Estados Unidos en 1913, donde obtuvo el título de Ciencias de la Universidad de Chicago en 1918 y un doctorado. En 1968 se incorporó como profesor al Departamento de Física de la Universidad de Pekín, donde fue decano entre 1933 y 1952, labor que compaginó con la de decano de la Escuela de Ciencias de la misma Universidad entre 1936 y 1949.

Rao Yutai se dedicaba fundamentalmente a la investigación de la conducción del calor y la espectroscopia molecular.

En junio de 1955, fue elegido miembro (el primer académico) de la División de Químicas Matemáticas de la Academia de Ciencias de China.

En 1966, durante la Revolución Cultural, fue atacado y perseguido, y sufrió muchísimo.

El 16 de octubre de 1968, cuando comenzó la “depuración de las filas de clase”, Rao Yutai se ahorcó en el campus de la Universidad de Pekín. En 1978 fue rehabilitado.

 

 

Traducción: Verónica Puertollano.

Original text in English

Más del autor

-publicidad-spot_img