Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoLa salvaguarda del papel

La salvaguarda del papel


Hace algunos años, en un pueblo del sur, comenzaron las obras para convertir en museo una de las mansiones más antiguas, abandonada durante mucho tiempo. A través de los muretes volcados se adentraban a la casona jóvenes con curiosidad. Luego salían de allí muertos de miedo o fascinados con vetustos tesoros para enseñar a sus padres, entre los que se contaban aquellas sábanas sepias de periódicos de trasantaño, con portadas míticas como la del Titanic.

Quienes han vaciado alguna vez una casa vieja saben que lo común es toparse con alguna pila de periódicos; detenerse de pronto para hojear el papel de recio gramaje, casi fósil por el rigor mortis del paso del tiempo; y asistir a una lectura que resucita, con expresiones y vocabularios a veces ya extinguidos, la vida de un día de hace tantísimos años. Esos periódicos de los que Rafael Mainar ya dijo en 1906 en El arte del periodista que debían tener «más de narrativo que de didáctico; más de conversación que de discurso».

En aquella casa señorial se guardarían periódicos seculares acaso por el placer fetiche de su dueño de conservar ejemplares históricos; o bien, nunca se sabe, como combustible que nunca ardió para avivar la llama de la lumbre. Todas esas metamorfosis de los periódicos que, breve y magistralmente, describe Cortázar en su cuento El diario a diario. Pero quizás la mayor transformación que sufre el periódico de papel es la que lo encamina a su propia extinción.

En los últimos años, con el nacimiento de soportes digitales que venían a resquebrajar la galaxia Gutenberg, el futuro del papel ha sido uno de los palos más tocados en las tertulias del oficio, en congresos académicos y en encuestas, en institutos y universidades. En su libro El último que apague la luz, el periodista Lluís Bassets advirtió en 2013 de las consecuencias. «… entre el uso de las redes sociales y el viejo periódico matutino que se leía junto al desayuno hay una distancia sideral. Hemos pasado de una idea objetiva de la realidad al territorio de la subjetividad».

Para volver al territorio de los hechos y del pensamiento crítico hay voces, como la del programa de Europa Creativa, que siguen defendiendo el valor de la prensa y la cultura impresa como soporte de alfabetización, de lectura crítica. Es claro el sinsentido de un producto informativo que sale al mercado cuando ya todos saben, con mayor o menor grado de conocimiento, las noticias del día que se albergan en sus páginas. Pero el periodismo narrativo es otra cosa. Requiere un arropo distinto de la información diaria. Los relatos reales escritos con maestría literaria predisponen al lector a concentrarse como si se adentrara al mundo nuevo de una novela. Con la misma mansedumbre y delicadeza. La misma calidez que cultiva el espíritu. Un silencio mayor. ¿Será el periodismo narrativo la salvaguarda del papel?

Además de semanarios y revistas, esta literatura de no ficción encuentra en el libro, no solo el fetiche de papel por antonomasia, sino el hogar donde a veces las palabras están bajo un mejor y perdurable abrigo. Arrumbar en las hemerotecas artículos que merezcan ser salvados de la quema del tiempo supondría, como se lamentaba Alfonso Ussía de la producción literaria de su amigo Jaime Campmany, «un mal lujo».

Y a pesar de que la tan vaticinada capitulación del papel se agudice por el célere descenso de las ventas de periódicos en esta inquietante crisis del coronavirus, es un alivio recordar las palabras de Bassets: «Debemos mirar el futuro con esperanza y resolución. Y sobre todo debemos pelearlo de la única forma que sabemos: con periodismo excelente, con informaciones bien verificadas como bien narradas». Porque en un mundo de griteríos gárrulos y confusos, la verificación y la narración son las claves para combatir el ruido, la desinformación, y poder así abrirse camino en medio del enjambre que vislumbró Byung-Chul Han.

De modo que más que dejarse llevar por cantos nostálgicos de sirena que recuerdan mejores tiempos, cabe tener presente estas palabras del profesor de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo, Ignacio Blanco: «El periodismo está llamado a vivir una nueva edad de oro, al convertirse en la única referencia de los hechos contrastados y comprobados (…) Es necesario inculcar en las nuevas generaciones el pensamiento crítico que les convierta en ciudadanos autónomos y responsables, capaces de discernir contenidos nocivos y de identificar la naturaleza y la fuente de procedencia de los mensajes».

Y así, aunque parezca casi imposible, dentro de mucho, cuando jóvenes de siglos venideros se aventuren a irrumpir en las ruinas de una vieja casa, hallarán, si es que todavía se siguieron fabricando y conservando, algún pliego del siglo XXI. Y ojalá se valore no solo por su antigüedad, no solo por los hechos históricos de la portada, sino por la fascinación cognitiva. Por lo bien que se explicaba con palabras llanas y verdaderas el convulso mundo de ayer. ¿Será el periodismo narrativo la salvaguarda del papel?

Más del autor

-publicidad-spot_img