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Mientras tantoLa sed del sur

La sed del sur


China es uno de los países que mejor representa los desafíos que encara el planeta en cuanto a medio ambiente y distribución de recursos por el modelo de desarrollo imperante a nivel global. La crisis del agua es un caso paradigmático que, además, está de plena actualidad. El territorio chino alberga a una quinta parte de la población mundial (1.300 millones de personas) pero apenas dispone del 7% de las reservas globales de agua. A eso se añaden otros desequilibrios que agravan la situación. Un tercio del territorio, al sur del río Yangtsé, concentra el 81% de los recursos hídricos del país. En términos demográficos, además, la mitad oriental es la que está más densamente poblada y las ciudades están inmersas en un proceso de crecimiento desenfrenado. Los habitantes de las ciudades consumen más agua que los que viven en el campo.

Históricamente, el norte ha sido la parte del país que más ha sufrido por el agua. Sin embargo, lo que preocupa estos días es la sequía del sur. Las imágenes de tierra resquebrajada, ganado muerto de sed y niños esperando por el racionamiento de agua han conmocionado a todos.

Esta situación plantea varios interrogantes. En primer lugar, por qué se producen estas sequías en una zona tradicionalmente abundante en recursos hídricos, como es el sur del río Yangtsé. En la prensa china se habla de meses sin lluvia y se apunta al calentamiento global como factor de cambio. Los glaciares del Himalaya, que constituyen reservas de agua muy importantes en la región, están disminuyendo a pasos agigantados; pero otro elemento a tener en cuenta para comprender la escasez de lluvias es la deforestación.

Entre otras políticas, la sed del sur pone en tela de juicio el trasvase de aguas desde el Yangtzé y sus afluentes hasta la cuenca del río Amarillo que planean las autoridades chinas. Según la argumentación oficial, con este megaproyecto se pretende solucionar el desequilibrio natural entre un norte escaso y un sur abundante en agua. Como la Presa de las Tres Gargantas, la idea del trasvase entre los dos principales ríos de China tiene una larga historia. La propuso Mao Zedong en 1952 y fue rescatada del olvido en la década de 1990. Desde hace unos años se está estudiando su viabilidad, pero parece que las autoridades ya lo han encauzado pese a los elevados costes económicos, ecológicos y humanos (masivos desplazamientos de población) que conlleva. Con megaproyectos como éste o la mencionada Presa de las Tres Gargantas está visto que China busca hacerse un hueco en la historia universal de la ingeniería hidráulica. Tradición no le falta, lo atestiguan obras como el Gran Canal Imperial, construido entre Hangzhou y Beijing en los siglos V-VII, o el proyecto de irrigación más antiguo del mundo en funcionamiento, Dujiangyan, situado en la provincia suroccidental de Sichuan y que data del siglo III a.C. Los megaproyectos del siglo XXI también encaran dificultades técnicas, pero sobre todo debate social. Quizás sería mejor orientar las soluciones hacia una explotación de los recursos más eficiente, equitativa y sostenible.

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