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BrújulaLa suerte de Kafka

La suerte de Kafka

Kafka se ve llevado, por el dolor, a escribir en aforismos, y no en otro género literario. Experiencia del dolor, que puede estar, igualmente, en el origen de los aforismos de Lichtenberg y de Pascal, entre otros. Fue, para el autor de La transformación, una nueva forma, la aforística, de decir su dolor, de atajarlo.

Bálsamo, pues, para Kafka, acogido a esta forma literaria: epifanía de una vida, ahora sí, exclusivamente sometida a las leyes de la escritura. Forma que desde Heráclito y la Biblia nos acompaña y nos ilumina. Y siempre con el mismo nombre. Este nombre, “aforismo”, es común a todas las lenguas occidentales. Procedente, el término, de la lengua griega (“límite, delimitación, corte, separación, reducción a términos significativos”) se trasplanta al latín y a todas las lenguas neolatinas, así como a las anglosajonas. ¿Hay cosas que sólo se dejan decir en aforismos? Tal vez sea así. Donde no llega el poema, la novela, la obra dramática, el ensayo y otros géneros, ¿llegaría el aforismo, la más elemental de las formas literarias? Esta escritura breve y fragmentaria, este decir desprevenido, esta forma artística discontinua, acoge y acota lo imprevisto, lo que viene de no se sabe dónde y que tiene la virtud de mostrar lo indemostrable.

Kafka, prometido, por su tuberculosis pulmonar, a la muerte, se ve urgido a acudir a este decir fulgurante que es el aforismo. Llega a escribir ciento nueve: esta colección de escuetos aforismos recibe el título de Aforismos de Zürau o “Tú eres la tarea”. Aforismos. Escritos en cinco meses, fueron publicados póstumamente. Uno de ellos reza así: “Una jaula fue en busca de un pájaro”. Bien puede aplicarse este hermético aforismo al lenguaje. A todo recién nacido le está esperando, podría decirse, la “jaula” del lenguaje. Aquí entrará inmediatamente y en ella morará, luego, toda su vida. Hay lenguaje, no habría libertad. Como si el lenguaje fuera una “cárcel”, aquella de la que Nietzsche se queja e intenta salir, fuera como fuera, sin lograrlo.

De la paloma de Kant se cuenta que un día pensó que “si no hubiera aire podría volar más raudamente”. Cualquiera puede haber conjeturado, asimismo, que, si no hubiera lenguaje, uso del lenguaje, malentendidos no habría: de este modo, la vida humana lograría ser más plácida y llevadera.

¿Es posible despertar al lenguaje? Cabe no ignorar sus leyes, y saber que la palabra conlleva efectos. Bien dijo, al respecto, el poeta Hölderlin: “El lenguaje es el bien más peligroso”.

Kafka, que no busca para así encontrar, quería escribir, en este tiempo de enfermedad, “solo si puedo elevar el mundo a lo puro, verdadero e inmutable”.

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