Hay proyectos y negocios que sólo salen adelante si hay un iluminado detrás de ellos. Un loco, un insensato… los apelativos son múltiples. Eso es lo que sucedió con La Fageda, una cooperativa catalana de productos lácteos muy especial. Fundada en 1982, esta empresa fabricante de yogures y quesos está formada en su mayoría por discapacitados psíquicos que un buen día dejaron atrás los psiquiátricos para no regresar nunca.
Ésta es una historia de superación que muestra cómo el tesón y la voluntad pueden convertir a personas desahuciadas por la sociedad en sujetos activos y válidos. En 26 años, La Fageda ha pasado de ser el sueño de unos cuantos profesionales de la salud mental a convertirse en el tercer productor de yogures de Cataluña. A pesar de sus marcados fines sociales, la compañía gana dinero: En 2008 vendió 33 millones de yogures, la facturación total superó los diez millones de euros y generó un beneficio de 310.000 euros. “El 100% del beneficio se reinvierte en la cooperativa. No buscamos maximizarlo, sino autofinanciarnos”, comenta el gerente, Josep María Corbinos.
Actualmente en la empresa trabajan 137 personas, algunas con discapacidad intelectual y otras con trastornos mentales severos. Unos cuantos se ocupan de la jardinería, mantienen las zonas verdes de la comarca; otros cuidan de las vacas; y, finalmente, los hay que operan en la fabricación de lácteos propiamente dicha.
La aventura empresarial comenzó en los años 70, época en la que los hospitales psiquiátricos, más que curar, hacinaban miseria, celdas de castigo, enfermos atados con grilletes, en definitiva, pocas o nulas posibilidades de rehabilitación. “Cristóbal Colón, uno de los fundadores de la cooperativa, había trabajado en el psiquiátrico de Salt montando talleres de laborterapia (cerámica, macramé…), que tenían muy buena acogida. Pero no era un trabajo real, los ceniceros de los talleres se acumulaban en el almacén…”, cuenta Carme Jordá, directora asistencial de la cooperativa. Convencido de la capacidad rehabilitadora de la ocupación retribuida, el hombre con nombre de conquistador se dirigió a las autoridades de la zona para pedir ayuda, acompañado del otro fundador de La Fageda, el doctor Torrell. “Me imagino a aquellas personas distinguidas recibiendo a alguien que apenas hablaba catalán, que decía llamarse Cristóbal Colón y pretendía construir una empresa para los locos de la comarca”, cuenta Colón.
La visita acabó dando sus frutos: “El alcalde de Olot nos cedió unos locales donde empezamos a fabricar textiles e imaginería religiosa, algo muy habitual en la zona. Años después compramos la finca”, explica Jordá. Más tarde, en 1985 se iniciaron los trabajos de ganadería y dos años después, los del vivero. En la actualidad se producen aproximadamente 1,5 millones de plantas anuales para la reforestación, pero los lácteos son los que más aportan a la facturación de esta cooperativa de 250 socios.
“Existen dos áreas de trabajo: El servicio de terapia ocupacional para los que no tienen capacidad productiva suficiente, donde se encuentran unas 46 personas que dedican media jornada a las terapias y el resto a los talleres, la piscina… Y, después, el centro especial de trabajo, en el que hay más de 90 empleados”, especifica Jordá. La jornada es de siete horas y media diarias. Unos perciben el salario mínimo interprofesional y, además, existen distintos niveles de sueldo, según las funciones. “Trabajar es muy positivo para cualquiera pero más para ellos, que dejan de ser pacientes para convertirse en alguien que produce”, continúa Jordá.
Asimismo, los empleados pueden ser propietarios de la empresa: “El desembolso es simbólico, de 30 euros. No buscamos una aportación capitalista, sino que crezca la autoestima del que aporta la cantidad, que sienta que trabaja para sí mismo”, matiza Corbino. La Fageda ofrece también talleres y actividades de ocio y tiempo libre, y cuenta con un hogar residencia para los trabajadores que no tienen familia.
¿Cómo fueron llegando los discapacitados a esta finca enclavada en el parque volcánico de La Garrotxa (Girona)? “Había personas de la región que ingresaban en el hospital de forma ambulatoria. Después, conocíamos a enfermos institucionalizados pero con capacidades para vivir fuera si se les ofrecía una actividad”, señala Jordá. Entre estos últimos está, por ejemplo, Demetri (nombre supuesto), que padece psicosis y lleva en La Fageda desde sus comienzos. Tras la muerte de sus padres, se encontró solo en casa, viviendo entre ratas. Desde que trabaja en la cooperativa no ha vuelto a ingresar en el psiquiátrico. También Gertrudis, de 69 años, se siente más tranquila desde que se ocupa de las plantas: antaño trabajó el extranjero, en hostelería, pero sus trastornos de personalidad y de afectividad no le ponían las cosas fáciles. Dicen quienes la conocen que en La Fageda ha encontrado su espacio.
Las anécdotas, como es de imaginar, son numerosas. En una ocasión paseando Colón por esta zona cuyos paisajes han inspirado a numerosos pintores, se encontró con uno. Tras entablar conversación, le contó cuán originales eran sus empleados. Al ser interrogado sobre su nombre y responder que se llamaba Cristóbal Colón, el artista recogió sus bártulos y echó a correr sin mediar más palabra. “Si éste es el jefe cómo serán los demás debió de pensar el pintor”, comenta riendo Jordá, quien dice estar orgullosa de que La Fageda sea algo consolidado, que permanecerá en el tiempo. Los productos de la cooperativa sólo se comercializan en Cataluña, a través de 1.200 puntos de venta, y su leche ha recibido varias veces el premio de la Generalitat Catalana a la mejor de la región: “No queremos crecer más, el objetivo no era ése sino que las personas con discapacidad trabajasen”, dice Jordá.
La iniciativa empresarial ha merecido otros galardones: el de mejor empresa agroalimentaria de Carrefour, el de la Solidaridad y la Superación de la ONCE, el premio Randstad a la Acción Social en la categoría pyme… ¿Por qué sus yogures son tan buenos? “Imagínate lo que habrían dicho si no hubiésemos hecho los mejores yogures. Comentarían: claro, son locos, ¿cómo van a saber hacerlos?”, añade la directora asistencial de la cooperativa.
Uno de los protagonistas del anuncio publicitario, rodado en Radio La Colifata, con enormes gafas de pasta, se dirige a la pantalla del televisor con aire sereno y dice sonriendo: “El ser humano es maravilloso”.
En efecto: los colifatos de La Fageda son la prueba de ello.