La indefinición entre verdad y mentira es lo que nos permite hablar, contar, escribir. Lo dice el filósofo Arturo Leyte en su introducción a «La hipótesis Babel», un librito denso y extraño de Juan Barja y Julian Heffernan que transita -sin red- por las simas abiertas entre literatura y arquitectura, relato y ciudad, lenguaje y cosa. En su centro, la torre de Babel del Génesis -una historia de destrucción en un libro sobre comienzos- y, alrededor, veinte desplazamientos habitados por Homero, Sófocles, Defoe, Poe, Kafka, Bernhard, Camus, Vonnegut, Pynchon. La épica y la tragedia siempre serán verticales, como la torre. La novela, horizontal, como su sombra y la ciudad que la recibe. La ciudad deriva de la caída de la torre. Todo negativo de una torre muestra la ciudad en la que reposa.
Quizás por eso en Venezuela ha sentado muy mal que uno de los Leones de Oro de la Bienal de Venecia de Arquitectura 2012 haya ido a parar a una instalación protagonizada por la Torre Confinazas de Caracas, un rascacielos abandonado sin terminar, convertido hoy en una suerte de favela vertical ocupada por casi 800 familias sin hogar.
Lo que el jurado de la Bienal ha pretendido que fuera «un homenaje a los habitantes de Caracas y sus familias que han creado una nueva casa, una nueva identidad y una nueva oportunidad a partir de un edificio abandonado e inconcluso», es visto por el Colegio de Arquitectos de Venezuela como una reprobable y ególatra maniobra de un grupo de arquitectos para conseguir un premio internacional a costa de convertir la miseria ajena en espectáculo, y de paso dejar malparado al país que la permite. Todo negativo de una torre muestra la ciudad en la que reposa. La sombra de la Torre de David -así es llamada coloquialmente- baña inevitablemente, como un reloj de sol de la conciencia, una ciudad conflictiva y llena de desigualdades.
Me atrae mucho esta nueva Babel que ha acontecido en el centro de Caracas, y me parece importante darle visibilidad para poder discutir sobre su contexto y sus razones, pero sospecho que esos no son los motivos que han llevado al estudio Urban Think Tank a apropiarse de ella y presentar en Venecia esta historia, que ya había sido extensamente investigada y contada por los artistas Ángela Bonadies y Juan José Olavarría) y presentada en la feria ARCO 2011. A los arquitectos más trendy ahora les mola mucho jugar a las «arquitecturas sin arquitectos», a toda esta historia del urbanismo participativo, de la ciudad opensource, de las configuraciones espaciales espontáneas, algo que sin duda funciona muy bien cuando se diluye el concepto de autoría y se plantea la arquitectura como humilde mediación horizontal con el ciudadano, pero que hiede cuando se convierte en exhibicionismo de autor. Hacer un espectáculo de la precariedad ajena es barato y cómodo; los parias están demasiado ocupados en subsistir para saber lo que es una bienal y entender que su mísera vida pueda formar parte de un negocio artístico.