Algo grave ha pasado en el mundo. Y es que, sin razón aparente, la Organización de las Naciones Unidades para la Ciencia, la Educación y la Cultura ha dado marcha atrás en su proyecto de instituir un premio que lleve el nombre del general-presidente de Guinea Ecuatorial Obiang Nguema Mbasogo, quien antes se hacía llamar Teodoro, y de ahí que su hijo se llamara Teodorín.
Desde las fechas inmediatas de la accesión de este país a la independencia no hubo nada que aprender aquí. Ni se podía aprender de afuera. Cuatro años después de que Fraga Iribarne pusiera el collar en el cuello de Macías, los que vinieron con él tuvieron tanto miedo de que se les echara en cara su ignorancia que creyeron que lo mejor es que no se hablase mucho de la educación, la enseñanza y la formación humana en toda la Guinea Ecuatorial. No todas las escuelas se cerraron, pero las que quedaron abiertas no pudieron enseñar nada útil. Todos los de cierta edad recuerdan que cualquier alumno podía aprobar todas las asignaturas, pero jamás podría mostrar insuficiencia en Educación Cívico Nacional. Incluso suspenderla era motivo suficiente para que sus padres devinieran sospechosos. Ya antes de aquella fecha los maestros, médicos, juristas y cualquier persona que pudiera opinar con cierta solvencia se habían escapado de Guinea o estaban bajo tierra.
En aquella Guinea bastaba que dijeras cualquier cosa que estuviera escrita en un libro desconocido para que te miraran mal, recibieras bofetadas o acabaras en Blay Bich. En esta aseveración no hay ningún atisbo de exageración. Aquí no se sabía que existía ninguna organización que pudiera hablar de las escuelas, de la ciencia, y de la cultura. Los guineanos que sabían leer no sabían que la UNESCO podía meter su poderoso brazo en la desastrosa situación socio-cultural de este país. Creemos de buena fe que los folletos en los que leímos que Macías era un gran maestro en arte y cultural tradicional y general de acero no se imprimían con la ayuda de la UNESCO.
Corrió el tiempo y la conjunción del destino histórico y la realidad política reinante propiciaron la entronización del actual general en jefe. Hay que reconocer que antes de aquella circunstancia no era un individuo ajeno al círculo del poder que tan profundamente tenía divinizado al único milagro de Guinea Ecuatorial honorable y gran camarada Masié Nguema Biyogo Ñengue Ndong. Era el tiempo de restituir la verdad y encauzar los asuntos guineos por mejores derroteros. Algo cambió, pero diez años después de que se fusilara a Macías no corrían buenos vientos en la república. Ni había garantías de que restauraríamos nuestras dignidad ni los pocos maestros y médicos que seguían vivos creían que este país era un sitio seguro donde ejercer sus oficios. Las arcas nacionales estaban vacías y los activos dinerarios que debería atesorar estaban en manos privadas, las manos de los que consiguieron desprenderse de los temibles uniformes de camuflaje del régimen anterior para hacerse civiles en este, aun si haber pasado por ninguna escuela. De esto sabía muy bien la UNESCO, aunque no tuvo tampoco nada que decir.
La situación actual es la más peligrosa, pues fácilmente puede inducir a errores de diagnóstico. Francamente Guinea Ecuatorial es una Guinea Mejor, como quiere que se diga los que mandan, con el general a la cabeza. Pero mejor no es un sinónimo de bueno, como a veces creen estos mandamases. Y es que el tiempo de Macías, por lo desastroso que fue, nunca debió ser considerado como punto de comparación. En la actualidad el sistema educativo es tan precario que se diría que no existe formación obligatoria básica de no ser por la existencia de colegios regentados por religiosos españoles. En Malabo y Bata los que mandan luchan por meter a sus hijos pequeños en los dos colegios españoles, aunque en el pasado ejercieron una nociva presión sobre los mismos, hasta la amenaza de cierre, porque empleaba a profesionales que militaban en partidos de la oposición que no quisieron pertenecer a la órbita del partido del general en jefe. Los testimonios de esta presión son recientes, y públicos, para que nadie reclame ningún ánimo tergiversador por nuestra parte. De aquella situación no dijo nada, que se supiera, la UNESCO. No existe ningún centro de formación profesional en este país, y los intentos que ha habido, oficiales o privados, se vieron lastrados por las maneras poco claras de llevar los asuntos en este lugar, maneras aprehendidas en la época que la oficialidad conoce como “época de triste memoria”. No hay ningún centro de investigación en este país y es éste el único del mundo carente de editoriales, ni siquiera públicas. No está instituido ningún tipo de premio, público o privado, que incentive la creación literaria, artística, plástica o escénica. Los artistas o escritores nacionales, básicamente los últimos, encuentran la posibilidad de hacer públicos sus obras gracias a los centros culturales de cooperación española o francesa, y nadie hace ningún seguimiento de sus derechos de autor. Con un panorama tan desolador, ya es mucho que logren mostrarlos a la luz.
No hay un solo museo en toda la Guinea Ecuatorial y los espacios públicos para ver cine se privatizaron. En Guinea, cuando se puede vivir una jornada de danza tradicional es por la benevolencia de los directivos de los centros culturales de antiguas potencias coloniales. En Guinea, el hecho cultural, cuando la cultural abandona las casas y ocupa los espacios públicos, es casi siempre de la mano de los gerentes de las oficinas de cooperación de los países antes citados. No creemos que haya alguien que pueda encontrar otra verdad distinta a esta. Pero inmersos en esta irrebatibilidad, y sujetos a la gimnasia vital que nos permita sortear las dificultades descritas, a los oídos de los sesudos directivos de la UNESCO llegaron los cantos de sirena sobre nuestra inmensa riqueza y la quisieron compartir. Y fue así como llevaron esos cantos melódicos a los oídos del general en jefe y le abrieron los ojos con la posibilidad de ganar renombre internacional abriendo la bolsa pública que controla desde que hubo algo en ella.
Cualquiera, ejerciendo de simple maestro de escuelas sin techo, puede creer que 3 millones de dólares son suficientes para crear una fundación que investigue en las ciencias de la vida, como se lo hicieron creer a nuestro general los oportunistas directivos de la UNESCO. Ya ni hay vergüenza en la misma ONU. Premio Obiang Nguema Mbasogo en Investigación en Ciencias de la Vida. ¿Notan, como muchos de nosotros, las aristas imprecisas de este proyecto? No hablan de nada en concreto, y de ahí se colige que era una treta para embolsar los dineros que caen de la bolsa rota de nuestro general. Unos sobresueldos a costa de unos hambrientos, nosotros, para mayor gloria de quien tiene las riendas del poder en este lugar.
Pero existen otros aspectos que no deben parar desapercibidos en esta historia rocambolesca, aunque aludidos brevemente al principio. ¿Cuáles son los argumentos que esgrimió la UNESCO para aplazar la concesión del premio? Y es que no podemos creer que las razones de los detractores, que arriesgan muchos beneficios físicos y mentales, personales y públicos, fueron del desconocimiento de la UNESCO antes del sí al patrón de las vidas guineanas. ¿Cómo fueron convencidos para empezar a ver una realidad que lleva desvelada desde hace 30 años? ¿Qué han visto que no vieron hace cinco años, por ejemplo, en que parecía que su sueño se iba a hacer realidad? Si estas interrogantes pueden no encontrar acomodo, no ocurre con el asunto de la tremenda ineficiencia de los directivos de la UNESCO. Son oportunistas, pero no listos. Y es que, en un mundo envuelto en un maquiavelismo feroz, donde cualquier medio es lícito para alcanzar el poder y perpetuarse en él, no debe ser difícil instituir un premio para una persona que, sin operación estética de ningún tipo, se ha mantenido en el poder absoluto durante 2010-1979=31 años. ¿No hay elementos destacables en esta particular historia para merecer el encomio de los próceres de la UNESCO? Además, nadie les juzgará de intromisión indebida, pues maquiavelismo es ciencia, o se estudia en ella, con cátedras consagradas.
Muchos de nosotros, en este asunto del premio ahora aplazado sine die, creíamos que más que un galardón a nuestro general- presidente, a quien apoyaríamos si mereciera uno por méritos propios y que no tuvieran que ver con nuestro dolor, era un cheque en blanco a los que lo promovieron, y no queríamos que se hiciera, además, con el boato con que se hacen estos asuntos cuando tocan a ciertos personajes con maneras especiales de ejercer su responsabilidad pública. La indefinición de nuestros presupuestos nos indica que es hora de poner fin a este artículo. No lo haremos sin dejar el testimonio de nuestra reclamación a la UNESCO de los 3 millones que nos ha querido robar públicamente. Si la restitución no se produce, no dejaremos en el olvido la cuestión de esta restitución. Será una cuenta siempre pendiente de saldar con todo el pueblo de Guinea Ecuatorial.