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La vacuna contra el papilomavirus humano

La vacuna contra el papilomavirus humano (VPH) no ha evitado ningún caso de cáncer ni lo hará en décadas. Es una apuesta costosa que se basa en la suposición de que protege a largo plazo de la infección por un virus con potencial neoplásico, el VPH. Aunque los países ricos viven como tales y optan por soluciones costosas a viejos problemas abordables desde otras perspectivas, en este caso la exageración es hiperbólica.

 

La prevención del cáncer de cérvix se basa en la educación. Educación sexual que tiene en el preservativo su base, su pilar fundamental. Además se sustenta en la detección precoz, económica, segura y aceptada por la población femenina desde hace décadas. Mediante la citología vaginal periódica, se puede detectar de forma eficaz el cáncer de cérvix, en estadios en los que es curable en la totalidad de los casos.

 

En una comunidad que usa consistentemente el preservativo en las relaciones sexuales esporádicas y que practica la citología vaginal con periodicidad de 1 a 3 años (en función del riesgo), símplemente no hay cáncer de cérvix, porque las lesiones preneoplásicas, que tras el seguimiento presentan indicios de malignidad, son eliminadas con láser o con una mínima cirugía.

 

Por supuesto que, si hubiese una vacuna que protegiese a largo plazo contra todos o la mayoría de los virus del papiloma humano, y a un coste razonable, eliminaríamos la necesidad de citología vaginal periódica y también desaparecerían las verrugas genitales (condilomas). Pero esa vacuna, que habría que administrar a toda la población, y no sólo a las niñas, aun no ha llegado. Las dos vacunas actuales, que protegen sólo contra dos o cuatro serotipos de VPH no son capaces de erradicar la infección por VPH y por lo tanto son un lujo sanitario de países ricos.

 

En el contexto de una gran crisis económica, habría que reevaluar la necesidad sanitaria de una vacuna tiene un coste equivalente a todas las demás vacunas del calendario infantil juntas.

A pesar de todo, es una vacuna segura. Si usted o su sistema sanitario se lo permiten, no deje de recibirla. ¿Me desdigo de todo lo anterior? No, simplemente, asumo que el aspecto individual también existe, no sólo el concepto de lo público y colectivo.

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