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Mientras tanto‘La vida breve’ y ‘Tejas verdes’ o cuando el orden altera el...

‘La vida breve’ y ‘Tejas verdes’ o cuando el orden altera el producto


Portada del programa doble 'La vida breve' y 'Tejas Verdes' en el Teatro Real
Portada del programa doble ‘La vida breve’ y ‘Tejas Verdes’ en el Teatro Real

Para poder entender y disfrutar del programa doble que ofrece el Teatro Real con La vida breve de Falla y Tejas verdes de Jesús Torres es necesario comenzar por el final. Porque toda la producción está pensada desde Tejas Verdes que es la segunda de las óperas que se ven y escuchan en este programa. Cuyo planteamiento estético y sonoro condiciona La Vida Breve, que, sin embargo, la antecede.

Así, La vida breve, se desdibuja en una ópera de trasunto político. En el que la trágica historia de la pobre Salu, a la que un señorito ha dejado preñá prometiéndole en falso un matrimonio y todo lo que ello conlleva de ascenso social, se convierte en un aquelarre fascista. Donde en aras de que los de siempre disfruten, los otros de siempre suden.

Pero es que Tejas Verdes cuenta la historia de las mujeres represaliadas o directamente desaparecidas en el Chile de Pinochet. Que como la que nos ocupa, Colorina, es apresada y torturada hasta morir por el vínculo amoroso que tiene con un destacado opositor al régimen. Con quien seguramente comparta las ideas de este y que ella en lo más interno, a pesar de la tortura, aún mantiene. Lo que la hace más deudora de Mariana Pineda de Lorca que de La vida Breve de Fernández-Shaw, digan lo que digan el equipo artístico de esta producción.

A eso se añade que esta nueva ópera es deudora de su época, y es fácil reconocer formas del minimalista Phillip Glass, y música de cine. Referencias musicales que nunca faltan en personas de la generación de Jesús Torres. Aunque leyendo la entrevista que le hacen en el programa de mano, no haya ninguna de estas referencias y sí muchas a la polifonía. Es cierto que así queda más cool.

Partes polifónicas que vienen muy bien para que se luzca el Coro del Teatro Real. Pero que muestra una sospechosa desconfianza hacia lo popular como es el compositor norteamericano citado y a las bandas sonoras.

Como también llaman la atención las referencias cultistas sin las que parece que esta ópera no se podía ni haber compuesto ni hecho. En este sentido, desde la butaca, los poemas de Miguel Hernández parecen metidos a capón. No se ve la relación. Seguramente la hay, pero no atraviesa la cuarta pared. Se debe haber quedado en los debates del equipo artístico. Lo cierto es que en Tejas Verdes se echa en falta un/a libretista o dramaturgo/a.

Pasa lo mismo con las obras de Soledad Sevilla que se usan con el consentimiento y asesoramiento de esta en la escenografía. Su cuadro Insomnio, convertido en telón. Y la instalación Leche y sangre, una pared cubierta de claveles rojo reventón, para representar la maternidad. Nadie podrá decir que esta última es bella de narices, y que da un respiro escenográfico en historias tan trágicas y vestidas de negro y gris y esas maneras de hacer sonar la orquesta, los instrumentos.

Pero hay que leer la explicación para aprehenderlas. Mujeres hablando de mujeres de cosas de mujeres ante la indiferencia de los hombres. Una indiferencia convertida en brutalidad cuando ellas reclaman su espacio. Un espacio que media el amor por el hombre y por la prole.

Lo que tiene una explicación, según la cita de Concepción Arenal, que ponen al comienzo de la ópera. Y es que el deseo convierte al hombre en un torrente, ¿en una dana?, y a la mujer en un abismo. Una metáfora bien sexual, de coito, a poco que se piense. Que puesta al principio confunde, pues se piensa que la propuesta va a ir por ese lado.

Todo lo anterior surge del tener que hacer una crítica. Es decir, de analizar y pensar en lo que se ha visto y oído. Porque, de forma inmediata, nada más salir del teatro la cosa mola. Siempre que se le dé la oportunidad y se aguantase hasta el final. Que hubo gente que abandonó tras La vida breve, que se la habían cambiado. Y, entre los que se quedaron para oír y ver la segunda ópera, también hubo abandono, gota a gota, pero de forma mantenida, como un grifo mal cerrado.

Desde luego, si entre estas dos óperas existe diálogo, este es difícil de apreciar en las butacas. Y eso que Villalobos, el director de escena, se lo curra para mostrarlo. Y Jordi Francés no le va a la zaga tratando de interpretar la partitura de La vida breve a tenor de la música que Jesús Torres ha creado para Tejas Verdes. Pero ni por esas.

¿Tiene hallazgos? Haberlos, haylos. Como los coros polifónicos, que, como ya se ha dicho, permiten al Coro del Teatro Real seguir dando alegrías musicales a los aficionados. Como hacen siempre que haya material y estas dos óperas lo tienen.

Como el paso fascista de ballet que han creado los coreógrafos Estévez/Paños y Compañía. Que tanto se comienza a ver fuera la ficción en el mundo actual. Y que seguramente se copiara y reproducirá mucho por otros coreógrafos que quieran hablar en sus obras del presente.

Como las arias. Que Tejas Verdes tiene dos bien bellas que permiten lucirse a la soprano Natalia Labourdette tanto en la parte canora como en la actoral. Estando como está, caracterizada de judía de campo de concentración, lo que habla mucho de su inteligencia porque desde ahí, desde el rol de la torturada hasta la muerte, es capaz de crear la belleza que tienen estas canciones compuestas por Jesús Torres.

Y, sí, es un producto fallido en su conjunto. Tal vez, perdido en las explicaciones y razones intraescena, musicales y artísticas. Por lo que habrá personas que se pregunten donde está La traviata. No se preocupen que de La traviata habrá muchas representaciones al final de temporada y casi la mitad con Nadine Sierra.

Pero para que La traviata siga viva, como solo lo están los clásicos, es necesario abrir el teatro, y eso incluye a su público habitual, a nuevas propuestas. Aunque habrá quien diga: “Sí, hombre, ¡con lo caro que cuesta!” Y habrá que darles la razón en cuanto al coste.

Pero hay que dejarles las siguientes preguntas ¿no han visto lo mucho que ha avanzado la moda, sobre todo la lujosa y entendida como artística, con la entrada de nuevos jugadores vanguardistas? ¿Y lo mucho que están disfrutando, gracias a ellos, la gente que se puede gastar lo que cuesta, por ejemplo, un traje de Loewe de J. Anderson? ¿Y cómo sus propuestas han vivificado las marcas más asequibles? ¿Y cómo han permitido apreciar un Balenciaga que hasta se le ha hecho una serie y la reina española elige uno de sus trajes para ser retratada para la posteridad?

Cambien moda por ópera. Nombres de diseñadores por nombres de compositores/as, directores/as de orquesta, directores/as de escena. Y verán que las programaciones de los teatros que más interesan, y de los que más se habla, son los que están haciendo algo parecido a lo que hace el Teatro Real.

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