Sergio Langer

Argentina ha sido, desde hace muchas décadas, la cuna de algunos de los mejores historietistas mundiales: José Luis Salinas, Alberto Breccia –aunque naciera en Uruguay-, Horacio Altuna, Juan Giménez, José Muñoz, Mandrafina, Sanyú, Carlos Nine, Enrique y Patricia Breccia, Lucas Nine, El Marinero Turco, Max Cachimba, María Alcobre, María Delia Lozupone, Rep, Mariana Chiesa, Isol, Liniers, Darío Adanti, entre sus dibujantes, y Oesterheld, Sampayo, Sasturain, Saccomano o Trillo, entre sus guionistas. Eso, obviamente, sin citar a sus humoristas.

       Sergio Langer, nacido en Buenos Aires en 1959, judío y descendiente de judíos, algunos de los cuales perecieron en el infame Holocausto, es licenciado en arquitectura y fue uno de los creadores de la notable revista Lápiz japonés, junto a Diego Bianki y Elenio Pico. Ha colaborado en publicaciones de medio mundo (en España hemos podido degustar su acidez gráfica en El Jueves y en Público) y nos ha entregado hasta la fecha varios libros dignos de ser atesorados: Langer Blanco y Negro, Orgullos Castrenses, Manual de Historia Argentina, o Burroughs para principiantes y Cervantes para principiantes, estos dos últimos con texto del sobresaliente escritor Rubén Mira.

       Hoy le podemos seguir en el diario Clarín, en cuya contratapa triunfa su serie La Nelly, con guiones de Mira, o en el irreverente semanario porteño Barcelona, donde aparecen su Clase Media y su Mamá Pierri.

       Con un dibujo rabiosamente expresionista, que le emparenta algo con el francés Vuillemin, el trabajo que aquí nos presenta, titulado La vida es bella, como la película de Begnini, tuvo una primera versión, mucho más corta, para el evento Consecuencias: Argentina, que yo organicé para el Instituto de la Juventud en el año 2000, y luego creció, en páginas e intensidad, para la nueva etapa de la revista argentina Fierro, referente en sus varias etapas de la mejor historieta argentina contemporánea. Esta última versión es la que aquí publicamos.

Felipe Hernández Cava