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Mientras tantoLa vida se complica

La vida se complica


 

Me dice una amiga que ha colgado en el corcho de su despacho este titular de prensa: “La vida se complica”. Fue al día siguiente del recorte a los funcionarios, en que pareció que al fin la cosa se ponía seria desde el Gobierno. Entre una cosa y otra, no sé si por saturación, he empezado a notar un sentimiento extraño: creo que me he enamorado de la crisis.

 

Desde el principio se ha estado repitiendo la matraca de que en chino “crisis” significa “oportunidad” (me asomo ahora y veo que la combinación tiene cinco millones y medios de googles). Ese ha sido el discurso de los voluntariosos del “medio llena”, en plan filosofía de salón –y con algo de vendedores. Ayer vi el cartel de una conferencia que se anuncia en mi ciudad: “¿Por qué los budistas son felices?”. Lo ilustra el careto de un esforzado hombre feliz, que no sé quién es pero al que le cuadraría un uniforme nazi. Mi enamoramiento de la crisis viene por lo contrario: por el principio de infelicidad que procura.

 

La vida se había simplificado en exceso. En España, y no digamos en Andalucía, las encuestas sobre la felicidad de la población dan unos porcentajes altísimos: de en torno al setenta por ciento. En el último Barómetro de la Felicidad(sic) sale que España es el segundo país más feliz de Europa, sólo superado por Rumanía (¡la tierra de Cioran!). Un dato espectacular: el 89% de los jóvenes españoles están contentos con sus vidas. En fin, ¿qué añadir? Uno conoce a los españoles y sabe en qué consiste su felicidad: cuál es su nivel. Si eso es felicidad, un poco de infelicidad no les sentaría mal del todo…

 

El caso es que la realidad asoma. Yo llevaba un tiempo con ganas de abandonar mi Conciencia de lunes y me parece que esta es la ocasión: porque se da un eco con la primera que escribí, “La batalla de la realidad”. Creo que se trata de una batalla perdida, y que cuando la realidad se imponga será para aniquilarnos definitivamente. De hecho, ya están produciéndose nuevas operaciones de encubrimiento (con la propaganda político-periodística, las ilusiones del fútbol –que tendrán su apoteosis en el Mundial–, el festival del guerracivilismo y el de los nacionalismos, etcétera). Pero no ha estado mal esta semana en que los españoles han tenido un atisbo siquiera de que, por citar por última vez al mentor de esta página, «la vida iba en serio».

 

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