Hoy solo quiero poner en valor todo aquello que nos han quitado. Y digo bien lo que quitar. La Organización Mundial de la Salud y China, han sido responsables de haber dado la alarma tarde y mal, consiguiendo con ello que el virus saliera de las fronteras y se extendiera por el mundo. Los políticos mundiales lo han hecho mal. Unos negando la evidencia, otros mirando a otro lado sin importarles en lo más mínimo de lo que estaba ocurriendo. Nuestros políticos en España y sobre todo el Gobierno responsable de tomar las decisiones nacionales, negaron también la evidencia a pesar que en Italia se estaba produciendo una infección masiva con miles de muertos y no fueron capaces de cerrar el espacio aéreo para evitar lo que vino. Primero que era una gripe, después que solo uno o dos casos… y así podíamos seguir con la incapacidad e ineptitud de tomar soluciones urgentes y después claro, la des coordinación de las distintas Consejerías de Salud, la inexistencia de expertos, los miles de muertos que llegaron sobre todo de forma macabra en las residencias de mayores por decisiones absolutamente políticas. Y ya está, no ha pasado nada, como decían entramos en una nueva normalidad por culpa de todos ellos. Por eso digo que nos han quitado, para que quede bien claro. No ha sido el virus, han sido ellos y sus malas decisiones.
Nuestros derechos están siendo pisoteados y el sistema se tambalea. Ni entregar un simple papel en la administración podemos sin que tengamos que esperar días o semanas para que nos atiendan una sola persona, porque el resto trabaja en casa. La sanidad ya no es como antes. Los médicos de familia saturados rompen el acercamiento y el trato presente.
Me da lástima. Lágrimas que asolan la soledad en la que muchas personas están viviendo esta pandemia, una soledad con miedo, con desesperanza, donde muchos se han convertido en chivatos de otros, donde ver a alguien que viene de frente se convierte en una bomba que debes evitar. Se está perdiendo la empatía, mientras que en los medios de comunicación no dejan de lanzar consignas de un mundo cambiante, dando esperanzas a vacunas comerciales que juegan la carrera peligrosa de ser los primeros en la meta sin hacerse responsables de los efectos secundarios que puedan derivar de las mismas…
Ojos tristes tras las mascarillas azules, blancas, rosas y negras que observan un mundo irreal, que respiran aire mezclada con tu propio vaho, que buscan caminos abiertos para no cruzarse con otra persona que mira de igual forma.
Ya no conoces a nadie cuando vas caminando en una ciudad donde todos nos tapamos nuestras facciones que nos hacen ser entes únicos. Pasamos uno al lado del otro sin mirarnos, queriendo olvidar tal vez lo que está pasando, creyendo ser un sueño, una pesadilla que atormenta nuestro caminar y en la que no vemos un final claro.
Nos han quitado a los amigos, con los que poder compartir tus experiencias diarias como personas sociales que somos. Nos han quitado nuestros encuentros familiares con los que poder disfrutar y contar nuestros pesares y alegrías. Celebrar los cumpleaños con felicidad. Hasta eso nos han quitado por imposición y por miedo. Qué triste una sociedad donde la empatía se pierde y da paso a la ignorancia y al desprecio.
A nuestros mayores, que han cumplido con su cometido en cuidarnos, en alimentarnos, en darnos techo y amarnos… ahora nos obligan abandonarlos en solitario, en residencias en las que muchas de ellas dejan mucho que desear, donde solo prima la rapidez, donde ellos padecen con lágrimas y muchos no comprenden por qué les han quitado hasta el amor de sus propios hijos, de sus nietos, de abrazarlos. Están caminando en su última senda, muchos con problemas y deficiencias que son cuando más se necesita la comprensión y el cariño, y no lo tienen… cuánto dolor sin sentido, cuanta amargura deben de tener en sus almas, en su corazón, cuantas lágrimas estarán saliendo en soledad, en silencio, de sus ojos secos, de sus últimos suspiros en este difícil caminar por la vida.
Nos quitan la navidad, las fiestas, la alegría… ¿Qué nos dejan? Caminamos sonámbulos ante un entorno agresivo donde si no cumples las órdenes te multan o arrestan. El temor se implanta en nuestras mentes y a cada paso que damos, nuestras miradas escanean lo que tenemos en frente buscando códigos rojos para dar la alarma a nuestro sistema biológico.
Te quitan hasta poder diagnosticar enfermedades y poner tratamientos. Solo existe el virus. Nos hemos dado cuenta de la fragilidad de nuestros sistemas públicos, de la sanidad, de un gobierno que no ha estado a la altura, de que no estamos preparados para combatir una emergencia nacional. Millones de euros van a parar a los bolsillos de los miles de políticos que existen en nuestro país, de los miles de diputados, eurodiputados, gobiernos, presidentes, consejeros, ministros, asesores y un largo etcétera de instituciones repetidas y que al final son incapaces de ponerse de acuerdo ni si quiera en los más elementales datos, abandonando de esta forma las infraestructuras básicos para sostener una sociedad con bienestar. Eso sí, en la subida de sus sueldos se unen como una piña. Es increíble por no decir lamentable.
Y lo que es peor por encima de todo… nos han quitado besarnos, abrazarnos, sentir el calor del otro, estrechar las manos de amistad, la libertad de ser libres.
Si, solo nos han dejado ser dueños de nuestras propias lágrimas para un mundo irreal.