La semana pasada se anunció a bombo y platillo una noticia esperanzadora, el desarrollo de una vacuna contra la malaria con un 100% de eficacia. Teniendo en cuenta que en 2010 se detectaron en el mundo 219 millones de casos de esta enfermedad y 660.000 personas murieron por malaria, estaríamos ante una noticia extremadamente positiva. El problema es que a veces los periodistas pecamos de optimistas y nos dejamos llevar por la euforia, lo que hace un flaco favor a los enfermos y a la población en general, ya que se generan unas expectativas que pueden no verse nunca colmadas o finalmente se obtienen unos resultados muy por debajo de los inicialmente esperados.
En este caso se trata de un ensayo clínico en fase 1, por lo que se trata de un primer paso, pero al que aún le esperan muchos años de investigación para que veamos su verdadero alcance. Evidentemente es un gran avance que se haya conseguido que ninguno de los seis individuos que recibieron cinco dosis de la nueva vacuna contrajera la enfermedad, mientras que sólo uno de los que recibieron el placebo no se infectó. Sin embargo, no podemos olvidar que el estudio se ha realizado con voluntarios sanos y adultos, cuando las principales víctimas de la enfermedad son niños de menos de cinco años y procedentes de países del tercer mundo, fundamentalmente africanos, con deficiencias nutricionales y sanitarias.
Otro aspecto nada desdeñable es la inversión económica que requiere aplicar cinco inyecciones intravenosas anuales a toda la población susceptible de contraer la enfermedad (según la OMS, 3.300 millones de personas), además de los recursos que implica la conservación en frío de las vacunas, la formación del personal médico que pueda aplicarlas y el seguimiento de los pacientes.
En la mayoría de los medios (sobre todo en la prensa escrita, que dispone de más espacio para profundizar) se ha hecho hincapié en las limitaciones de la vacuna, pese a algunos titulares grandilocuentes. En ello pueden haber influido experiencias anteriores, ya que precisamente hace unos días hemos conocido que otra vacuna contra la malaria, la RTS,S (cuya investigación lidera el científico español Pedro Alonso) presenta unos porcentajes de protección que van disminuyendo a lo largo de los años (a los cuatro años han descendido a un 16,8%).
De lo que se trata es de que los medios de comunicación reflejen los avances científicos y médicos con optimismo pero sin abandonar una postura crítica y escéptica. La amplia cobertura que ha recibido la investigación de esta vacuna en prensa, radio, televisión e internet, aunque en parte pueda deberse al “desierto informativo” de agosto, es en sí misma una buena noticia, que demuestra que este tipo de información también tiene cabida en los medios. Eso sí, no puede ser flor de un día. Igual que los científicos tienen que estudiar los resultados a largo plazo, los periodistas deben seguir pendientes y reflejar cómo se va desarrollando la investigación (incluso si las conclusiones son negativas).