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AcordeónLas cárceles de la dictadura uruguaya

Las cárceles de la dictadura uruguaya

El pasado 24 de septiembre se conoció a través de la fiscalía de lesa humanidad de Uruguay la identificación de uno de los desaparecidos en 1977 por la dictadura cívico militar, Luis Arigón, después de que sus restos fueran encontrados unas semanas antes, el 30 de julio. El hallazgo emociona enormemente, después de ver su fotografía y nombre, junto al resto de personas que allí estuvieron detenidas, en las vallas metálicas que rodean el centro de detención La Tablada a las afueras de Montevideo. Desde 2005 un grupo de antropólogos trabaja para identificar a víctimas de la dictadura. Lo que de él se sabía hasta ahora se recoge en uno de los informes del grupo de investigación: “Según la Comisión para la Paz (2003) habría muerto el 15 de junio de 1977. Sus restos habrían sido enterrados en el Batallón Nº 14, después exhumados a fines de 1984, incinerados y tirados al Río de la Plata”.

El Museo de la Memoria trabaja y funciona para mantener vivo el relato de lo que realmente ocurrió con las desapariciones y hacer hincapié en la búsqueda de los anulados clandestinamente. Los que no estaban en ninguna situación oficial o regular, ni siquiera en un lugar legalmente encerrados, porque paradójicamente, eran oficialmente desaparecidos.

La cárcel de Punta de Rieles, situada en este lugar del extrarradio de Montevideo, a un kilómetro y medio aproximadamente desde su núcleo poblacional, entre la avenida Punta de Rieles y el camino Chacarita de los Padres, es una cárcel en funcionamiento donde presos comunes cumplen condenas en la actualidad. En años previos a la dictadura fue prisión de las llamadas “medidas prontas de seguridad” que se aplicaban a los detenidos por disturbios y manifestaciones laborales, en su mayor parte, y estudiantiles. Estos presos han sido catalogados como presos políticos por haber sido detenidos y encarcelados en la época del pachequismo, o los años de la presidencia de Jorge Pacheco, elegido en las urnas en 1967. Estas medidas nunca volvieron a aplicarse en democracia, aunque resurgieron durante la pandemia, lo que por lo visto no gustó demasiado a la población por el fantasma de la dictadura.

A través del archivo oral del museo se conservan los testimonios de los desparecidos que fueron torturados y encarcelados, quienes constatan que la época de Pacheco fue una etapa de represión, tanto política como policial, en los que las revueltas sindicales y estudiantiles eran frecuentes y muchos de los manifestantes acababan encarcelados o asesinados. La prisión de Punta de Rieles fue más tarde en los años de dictadura cárcel de presas políticas. La placa fijada en el suelo a la entrada del centro penitenciario fecha la reclusión política antes de la dictadura, desde el año 1972. Junto a la placa, en la que no consta ningún logo institucional, dos chicas permanecen allí sentadas después de haber venido para ver a sus parejas.

El reglamento interno sobre el funcionamiento de las prisiones se reformó en 2023. Hasta entonces el que había en funcionamiento todavía era de 1978. En aquella norma la libertad de expresión no estaba permitida: “las órdenes e indicaciones recibidas de los funcionarios y autoridades no pueden ser objeto de discusión ni comentario”. En el de ahora, cuyo contenido esencial se basa en la separación de los centros penitenciarios de máxima seguridad del resto con el fin de facilitar la vida en prisión a aquellos centros calificados como de mínima seguridad, toda persona privada de libertad “tiene derecho de petición y de queja sin censura previa, que podrá ejercer en forma verbal o por escrito”. Mientras, en las garitas de vigilancia construidas en lo alto del edificio y en el camino interior que bordea el recinto penitenciario, soldados con fusiles, rifles o ametralladoras circunvalan y vigilan la cárcel. Todo ello a pesar de que en Punta de Rieles la intención de modernización hace unos años de esta cárcel pasaba por la “desmilitarización”.

Los testimonios del archivo de la memoria coinciden en que todos ellos, los desaparecidos, pertenecieron a partidos políticos o a sindicatos que siguieron funcionando en la clandestinidad en los primeros meses de la dictadura. La represión de la libertad de expresión y de manifestación fue, obviamente, el desencadenante de las desapariciones, cuyo objetivo era torturar y obtener información, dice una de las desaparecidas y presa política de Punta de Rieles, M.D.A.M., quien ahora colabora en el museo y en diversas acciones a favor de preservar y esclarecer la memoria. Sorprende la tranquilidad con la que habla y su falta de resentimiento al hablar de cómo la llevaron a La Tablada en condición de desaparecida. Más tarde la condujeron a Punta de Rieles. Increíblemente pero cierto, la cárcel era un alivio para ellos. La Tablada era un lugar de espera, “lugar de soledad y muy duro”. La llegada a Punta de Rieles fue “un encuentro con compañeras” que venían de diferentes formaciones políticas. La edad promedio de las presas era de entre veinte y treinta años, pero las había también de dieciocho. Las celdas eran para dieciséis mujeres, entre las que se estableció una vida en comunidad. Destaca lo inútil y humillante de los trabajos forzados, y la resistencia generada en torno a ellos. Todo se hacía con lentitud. Para ella es prioridad que el Estado repare y reconozca.

Uno de los desparecidos, J.L.P., trabajaba como periodista. Sindicalista, atribuye al pachequismo el inicio de las confrontaciones y, por tanto, de las represiones. “Era un gobierno institucional y democrático, pero gobernó al filo de la constitución, manejando los aspectos institucionales de una manera muy arbitraria. Contribuyendo al clima de confrontación de intereses e ideas que llevó a la represión”. Sobre aquellos sucesos, describe y recuerda que fue detenido y llevado al sótano de una casa de un barrio periférico de Montevideo que no sabe decir cuál fue. Finalmente, fue trasladado al 300 Carlos, un galpón de la calle Instrucciones. “Lo peor era el tiempo que no pasaba, el tiempo de la colgada era interminable”, mientras hace un repaso de todos los tipos de tortura. “El manejo del tiempo por parte del tipo fue terrible. Eso y la sed”. Relata que el tiempo sabían manejarlo bien, de lo contrario, el torturado moría. El tiempo como elemento de la tortura, como parte importante: el manejo del tiempo y de la cabeza, como tortura psicológica, de los detenidos. Tenían cuidado en no dejar marcas físicas y el médico era quien determinaba cuánto podían aguantar sin morir. La música era estridente en los centros de detención.

Cuando llega al penal le parece entrar, contrariamente a cualquier reacción humana, “en el paraíso”. Sin embargo, todos saben que la tortura es la condición del desaparecido y a las pocas semanas lo sacan del Penal de Libertad y lo vuelven a llevar a otro lugar. Lo trasladan a varios puntos: al 4º de Artillería y después al Cuartel de San José. Estaba muy nervioso por si lo podían sacar de ahí otra vez y en cualquier momento volver a lo de antes. Sobre la cárcel recuerda los castigos por disciplina en la celda de aislamiento. Recuerda también la dureza de algunos soldados, pero también la solidaridad de otros, como “el manso”, quien después estuvo detenido con ellos por ese motivo. Aprendió en la cárcel el oficio de panadero. El criterio para trabajar venía de las presiones de los de afuera, entre ellos familiares y organizaciones no gubernamentales.

El padre de L.A., desaparecida, era médico y recibió amenazas cuando practicó la autopsia de Heber Nieto, estudiante anarquista asesinado, cuyo nombre aparece homenajeado junto a otros estudiantes en el Espacio Libre Mártires Estudiantiles, inaugurado el pasado agosto entre las calles de Rivera y Jackson de Montevideo. Antes de la autopsia, había denunciado varias veces situaciones de violaciones de derechos humanos. Su hija, desaparecida dicente de este testimonio, relata que de repente un día una bomba estalló en su casa como medida intimidatoria. Solían escuchar gritos de los que entraban encapuchados en una casa de tortura cercana a la suya.  Todo enmarcado en un ambiente infectado de impunidad.

Las acusaciones, al igual que las calumnias, eran el pan de cada día. El militante de la CNT (Convención Nacional de Trabajadores), E.Y, desaparecido y encarcelado en el Penal de Punta Carretas, relata cómo actuaban desde la semiclandestinidad: “Me acusaron de ayudar en la redacción de un diario en Villa Muñoz, pero había gente que la acusaban de bombardear instalaciones del ejército, algo que no era cierto”. Relata cómo, por otro lado, se iba tranquilizando durante el interrogatorio al darse cuenta de lo que en realidad sabían o no de él.

N.D.N, sindicalista, vuelve de nuevo al pachequismo y a las disoluciones violentas con armas de fuego en manifestaciones estudiantiles en el marco de un “ambiente autoritario” que se estaba gestando en aquellos años previos a la dictadura. Destaca la importancia que tenía entonces, en el año 68, la unión del movimiento obrero con el estudiantil y los continuos enfrentamientos con la policía, que no podía entrar en la universidad “por la autonomía universitaria”. Su testimonio gira siempre en torno a la policía, a la represión policial más que al enfrentamiento entre sectores políticos de derecha e izquierda. Atribuye las revueltas a una “espiral de represión y respuesta”, o la existencia de grupos guerrilleros, habla de grupos de izquierda, que surgen como respuesta. En 1974 se exilia a Buenos Aires y lo requieren desde Uruguay varias veces. Finalmente acabó encarcelado, obligado a dar la versión militar (oficial) delante del juez, liberado de la venda y la capucha. La justicia era también militar y la pena “desproporcionada y ridícula”. En la cárcel, sin embargo, volvía a socializar y a unirse con el resto, apartándose ya del aislamiento.

S.C., militante de la CNT y de varias formaciones políticas, lo detuvieron bajo medidas prontas de seguridad. Era de origen español, de Vigo. Habla sobre las torturas desde ambos polos del espectro ideológico político: “la moral para estos tipos es una cosa lamentable”, comparándolo con los campos de concentración alemanes. “Para mí lo más importante es que la gente sepa”. Opina que “hay que modificar la moral del ejército” y añade que “se ataca lo distinto”.

M.D.A.F., detenida en la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, dependencia de la Jefatura de Policía de Montevideo, destaca la manifestación del 68 a causa de la subida de tarifas del popular “boleto estudiantil”. En su entrevista, nombra la Carlos Nery como la cárcel destinada a las medidas prontas de seguridad. Dio a luz en la embajada de México, lugar de asilo de muchos de los disidentes cuando era embajador Vicente Muñiz Arroyo, quien el 31 de agosto recibió un homenaje en la Feria internacional del libro, FILUNI, en la UNAM, por su papel fundamental en la embajada al dar asilo a más de quinientas personas uruguayas que más tarde partirían al exilio.

 

*Los testimonios citados de los desaparecidos se han seleccionado al azar y son lo más fiel posible al archivo oral. Los nombres y apellidos se han transcrito aquí con sus iniciales.

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